8. Cortesía

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El sonido del río seguía constante mientras Curro y yo regresábamos al abrigo para recoger las pocas pertenencias que nos quedaban.

Una vez dejamos el insólito paraje atrás y la rocosa entrada nos daba la bienvenida, seguía intentando acostumbrarme al tacto del cuero desgastado sobre mis piernas y el corto de mi pelo, al cual acariciaba como si no fuese el mío propio.

Sin mediar palabra, recogimos las desgastadas pieles y los pocos utensilios que nos quedaban a sabiendas que debíamos continuar, pasando delante de las narices del Luna, ¿me reconocería?, ¿me verían sus secuaces? y, de ser así que nos sucedería. Mi mente vuelve a dejarse llevar por incógnitas que quizá no lleguen a ocupar un sitio en la realidad. Quizá podríamos salvaguardar el transito del camino sin ni siquiera tropezarnos con dichos indeseados.

Observo a Curro esperando que me indique cuál es su siguiente paso en el camino. Pero le veo taciturno y pensativo, quizás esté más angustiado por atravesar esa zona del camino sin encontrarnos a los Luna que yo misma, y con razón.

- Soledad, deja de observarme como un perro calado en la calle. –Rogó.

- No era esa mi intención. Pero ya que te has percatado, en que estás pensando ¿cómo proseguiremos?

- En eso estaba meditando. Creo que la mejor opción es proseguir dos días de camino hasta llegar a la ciudadela de Calahorra, ahí con la ayuda de amigos de mi familia podré conducirte hasta Bilbao y de paso podremos descansar.

- ¿Dos días de camino sin descansar? –Era demasiado camino para nuestro estado realizar una caminata de tal envergadura.

- Claro que tomaremos descanso, -dijo mientras se mofaba de mí, solo me refería a que como mínimo estaremos a dos días de la ciudadela.

Para que mi rubor no fuese más evidente cogí mi hatillo y me dispuse a salir del ya familiar abrigo. Observe el pueblo vecino, con la esperanza de que él resguardase a aquellos que no deseaba encontrarme dentro de sus tímidas fortificaciones.

Fue Curro quien tomó la iniciativa, descendía de forma precavida, los senderos maltrechos que nos uniría con el camino más accesible para proseguir.

Cuanto más descendíamos por mi cabeza no paraba de recordarme la imagen de los dos bastardos que me atacaron. Mi cuerpo se tensaba por la furia que generaba el no poder hacer nada al respeto, quizás no los volvería a ver... pero no deseaba eso deseaba volver a tenerlos enfrente y que recibiesen el castigo merecido. Pero sabía que jamás les llegaría. Nunca.

La tensión en mi cuerpo era evidente, sobre todo porque me entorpecía. Sé que Curro se percataba de ello pero no se manifestó al respeto.

Por fin llegamos al sendero y como autómatas proseguimos el camino. Entendía que no era el momento idóneo para comenzar una conversación banal, sin embargo tanto silencio y el gesto serio de Curro me preocupaba más, aún. No podía evitar estar alerta, constantemente, observando a mí alrededor sin cesar. Mi aspecto es totalmente diferente pero eso no conlleva a que me vuelvan a reconocer. Y de repente me percaté, que ellos andaban en mí búsqueda y, que ni me había molestado en hablar con Curro sobre qué hacer al respeto.

Por ello lo tomé por el brazo ya que él iba unos pasos por delante e hice que se detuviera. Acto al que él me respondió con una mirada llena de furia y confusión, aunque aun así dejó que yo hablara primero.

Me coloqué frente a él para no tener que elevar demasiado la voz.

- No nos hemos dado cuenta de que si ellos buscan a una tal Soledad, yo debería cambiar de nombre y que ese nombre debemos conocerlos ambos, ¿no crees? –dije con sorna en el tono de mi voz.

Trébol (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora