4. Nadie es, quien las palabras muestran que es.

32 4 0
                                    

- Acamparemos esta noche en el abrigo que se divisa a media montaña. Debemos llegar antes de que anochezca, ¿entendido Soledad?

- Sí, parece un buen lugar para pasar la noche. – Contesté sin fuerza en mi voz.

Comenzamos a ascender hacia la montaña guiándonos por los senderos ya marcados por los ganaderos de la zona, lo que nos facilitaban el camino.

Mientras ascendíamos me percaté que no muy lejos de donde nos encontrábamos se divisaba un pequeño pueblo.

No parecía ser demasiado extenso y solo contaba con menos de una docena de casas pero me hizo sentir que no me hallaba tan perdida como creía, llevaba demasiados días rodeada de árboles, los cuales sólo me transmitían soledad y angustia.

Miré a Curro para cerciorarme si él se había dado cuenta de que nos encontrábamos cerca de un poblado, donde podríamos descansar sin que el frío o el ataque de los animales salvajes nos perturbasen el sueño.

Sé que se ha percatado, pero siento que él intenta evitar mirar hacia donde se sitúa, lo que me hace deducir, por no decir que ahora puedo confirmar que huye de algo.

Hemos transitado demasiados caminos, debemos estar ya bastante lejos de mi ciudad natal.

No estoy curtida en realizar viajes por los caminos que los antiguos romanos configuraron tiempo atrás, pero sé que transeúntes, comerciantes y personas de Dios los transitan con bastante frecuencia. Ahora mismo no sabría si hemos viajado hacia los reinos vecinos o simplemente seguimos vagando por Castilla.

Me desespero mientras el camino se hace más cuesto y cada vez más angosto.

¿Dónde querrá ir?, antes era una simple cuestión que carecía de valor para mí, pero los días junto a su compañía se están alargando.

Debo proseguir sola y creo que desde ese pueblo podré informarme y poder partir a un destino seguro, o podré hacer de él mi nuevo hogar.

Mi madre era natal del norte, quizás deba partir hacia ahí, decirle adiós a la perpetua llanura y refugiarme en las faldas de las verdes montañas que caracterizan al norte de este reino, de las que tanto me hablaba mi madre.

- Soledad, ¿me estás escuchando?

- Perdona, Curro, que me ha dicho estaba absorta en mis pensamientos.

- Voy a ir a por agua, recoge algo de leña y enciende fuego donde el abrigo te permita. Pero no te adentres mucho.

- ¿Irás a por agua a ese pueblo?, ¿es ese tu destino?

- ¡NO!

- Es un pueblo donde no hay gente de fiar, ¿por eso lo evitamos?

- No te incumbas en menesteres que no son de tu interés y enciende un fuego.

- Quiero ir a ese pueblo, se cierne acogedor, desde ahí podré ir a un lugar donde comenzar de cero.

- Vaya a donde quiera, pero recuerde nunca estuvo bajo mi protección, ni siquiera sabe quién soy. – dijo mientras se daba la vuelta y dejaba atrás el abrigo rocoso de la montaña.

Cómo que nunca he estado acompañada por él, cómo que ni siquiera le conozco.

Sospechaba que de algo huía, pero con sus palabras me hace pensar que no ha sido buena idea recurrir a él para que me ayudase a sobrevivir en estos lares.

¿Quién es en realidad?, ¿por qué huye?, y ¿de qué se esconde?

Voy en busca de leña seca para encender el fuego, aunque sea peligroso no me iré hasta que no sacie mi curiosidad.

Trébol (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora