Cap. 23 | UN ANGEL.

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Abrí los ojos y me encontré acostada sobre una molesta cama de paja que me pinchaba la espalda. Me incorporé con dificultad y me froté los brazos cuando descubrí que estaba en un plano terreno nevado; aunque ahora me que daba cuenta, no hacía frío. Miré a mi alrededor con cuidado y solté una ráfaga de aire congelado por la boca, preguntándome en dónde diablos me encontraba. Observé mis zapatos, o por lo menos eso intenté, y advertí que estaba descalza sobre blanca y pura nieve. Mis pies estaban rojos, pero seguía sin sentir frío. O miedo. Alcé la mirada al cielo y me encontré de cara al sol, que era de un anaranjado ardiente y llameante. No hacía viento, ni frío, tampoco calor. Sonreí y me permití caminar por este lugar en silencio, sin dejar de observar los árboles y escuchar cómo crecían sin parar hasta las nubes. Me gustaba. Este lugar era lo más parecido a la nada.

Mis pasos sordos por fin encontraron el fin de mi lugar mágico; una delgada y fina línea horizontal que te dejaba claro que todo acababa justo en ese punto, o por lo menos eso creí. Miré más allá de la línea y encontré un mar de fuego. Burbujas de llama fluían desde las profundidades y explotaban en la superficie, como la asquerosa sopa de pollo de mi tía abuela Marge. Retrocedí contra mi voluntad y choqué de espaldas con un árbol; la lava brillaba muy fuerte, como rubí fundido, y era atractiva...pero peligrosa.

Me di media vuelta y vi algo que podía apostar que no se encontraba allí hace unos minutos: una bestia. Su pelaje era blanco y negro, y sus ojos eran de un cafe muy ardiente. Me miraba impacible desde encima de una roca, o de un monto de tierra, no estaba segura. El color de sus ojos y la forma en que me observaba se me hizo familiar, aunque no conseguí bien encajar las piezas. De todas formas, era lo más hermoso y aterrador que había visto en mi vida. Y quise tocarlo.

Avancé tres pasos hacia el animal de apariencia lobuna, pero éste de un solo salto desapareció entre la nieve sin dejar rastros. No me preocupó no encontrarlo, yo sabía dónde estaba. Adónde iba. Tenía esa extraña sensación de que lo conocía.

Fruncí el ceño y caminé abrazada a mí misma hacia dónde pensé que se había marchado mi pequeño demonio. Después de una hora—o un segundo, no estaba segura—, encontré a la bestia sentada sobre un nido de espinos de punta muy afilada. Sus ojos me atraían como la sangre a los vampíros, y fui directo hacia el campo lleno de alfileres, que al parecer no tenían efecto en la majestuosa bestia porque parecía una estatua mirandome fijamente.

"Vete de aqui" me susurraron sus ojos antes de que abriera peligrosamente las fauces y se lanzara ferozmente arriba de mí para comerme.

Desperté de golpe con el corazón en la boca. Me revolví un poco incómoda en la cama y me di cuenta de que no me encontraba en mi habitación. Los pósters de Misfits y Pantera colgados en la pared me recordaron que estaba en la habitación de Brian. Me costó una milésima de segundo caer en la cuenta de que estaba rodeada en sus brazos, con la cabeza descansado en su pecho que subía y bajaba lentamente. El sol no había salido y el cuarto todavía se encontraba iluminado por la ténue luz de la luna que dentro de unas horas estaría extinta. Con cuidado, antes de apreciar el rostro durmiente y vulnerable de Brian, miré por encima de su hombro el despertador y advertí que eran las cinco de la mañana.

Incliné la cabeza hacia delante y lo besé suavemente en los párpados. Después de removerme y liberarme cuidadosamente de entre sus brazos, conseguí apoyarme en un codo y contemplar el rostro dormido de Brian. Parecía más joven, incapaz de hacerle daño a alguien. Parecía casi inocente. Un ángel. Sus labios estaban relajados y su rostro adormecido era tan perfecto que parecía mentira. Extendí una mano acaricié lentamente su cabello. Sonreí. Podía durar la vida entera viendo a Brian dormido. Mirarlo respirar y casi sonreír mientras soñaba, mientras estaba tan lejos perdido en su mundo ficticio, era un privilegio del cual me abrazaba en estos instantes. Su piel, su boca, su cabello. Por un momento olvidé el extraño sueño que tuve y me concentré en estudiar la anatomía de este chico. Me preguntaba cómo se sentiría tenerlo entre mis brazos estando piel contra piel al tiempo que me susurraba cosas hermosas al oído. Lo deseaba. Era algo más que lujuria. Mis sentimientos iban más allá de querer simplemente acostarme con él. Quería tenerlo dentro de mí y sabía que el hecho de que se moviera desnudo sobre mi cuerpo no me sería suficiente. Era algo más que eso, más profundo.

Trouble Boy (Synyster Gates y tu)  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora