Renuncio

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Este era mi primer trabajo.

Debía ayudar en la cocina a elaborar las pizzas, a limpiar los utensilios y todo eso. Dos meses después, algo extraño sucedió.

El repartidor llegó al local luciendo muy asustado... casi como traumatizado. Entró a la oficina del jefe y discutieron alrededor de cinco minutos, luego salió de allí y me dijo "buena suerte con eso, chico".

- ¿Qué sucedió? - pregunté.

- He renunciado.

- Pero ¿por qué? ¿pasó algo?

- Nah, sólo es un trabajo de mierda... y ahora te toca a ti realizarlo - me dijo, y luego me dio una palmada en la espalda. Sabía que algo estaba pasando, que no había dejado el puesto sólo porque fuera "un trabajo de mierda", pero no podía hacer nada al respecto.

Cuando el jefe me ofreció el trabajo de repartidor temporalmente acepté, ya que pensé en que me vendría bien un poco de dinero extra (por las propinas).

Así fue cómo me convertí en el repartidor de pizza, trabajando duro ya por dos semanas, esperando a que se presentara algún chico nuevo que quisiera el puesto.

Un día, mi jefe me dio una dirección para hacer una entrega, y como es usual, puse la dirección en mi GPS y fui al destino señalado.

Me detuve frente a una casa de dos pisos y sentí escalofríos cuando me paré ante la puerta principal: estaba llena de arbustos mal cuidados, hierva seca, árboles muertos, ninguna decoración ni flores ni nada. Parecía abandonada pero me acerqué de todas formas para terminar mi trabajo e irme a casa. En ese momento deseaba que mi jefe me hubiera dado una dirección incorrecta para poder salir de ese lugar.

Suspiré.

Toqué el timbre y a los pocos segundos la puerta se abrió: apareció una anciana con cabello blanco, pocos dientes, delgada y muy bajita.

- ¿Pizza de pepperoni, señora? - pregunté amablemente.

- Sí - respondió con voz rasposa. 

Estiré mis brazos para acercarle la caja, pero ella sólo la miró sin expresión en su rostro.

- ¿Vienes con alguien? - preguntó.

- Ahm, no - respondí. Su pregunta me había incomodado un poco.

- ¿Dónde está el otro chico? Salió corriendo la última vez que vino - dijo de forma espantosa.

"¿corriendo?" pensé. No tiene sentido.

- Él renunció hace unas semanas - le respondí y ella tomó su bolso y comenzó a buscar el dinero, o eso pensé. Hizo eso alrededor de un minuto, el minuto más largo de mi vida, y con las manos en su bolso se detuvo y me miró fijamente. Pude notar que sostenía algo en su mano derecha, pero no podía ver qué era.

En este punto yo sólo quería salir corriendo. ¿Qué pasaba si tenía gas pimienta o un cuchillo? ¿o incluso un arma? Digo, ¿qué tanto tiempo podría tomar el sacar 10 dólares de su bolso?

Luego, detrás de ella vi una sombra, la silueta de un hombre que se acercaba a la puerta, y pude oír a mi lado izquierdo la hierva seca siendo pisada fuertemente, mientras una voz muy grave decía "oye".

Me giré y vi la cabeza de un hombre de mediana edad con una mirada de enojo que se acercaba hacia mi con los puños apretados.

Fue en ese instante cuando me di cuenta de que ya era suficiente. 

Subí al auto y manejé lejos del lugar sin mirar atrás. Tuve que pagar de mi bolsillo la pizza que no pude entregar, pero valió la pena.

El día que renuncié, decidí contarle a mi jefe lo que había sucedido esa noche. Él me dijo que James, el antiguo repartidor, le había contado que había visto algo horrible dentro de la casa, pero nunca especificó qué era por lo que pensó que estaba mintiendo y decidió no creerle y despedirlo.

Días más tarde, en el noticiero local, se dio a conocer las identidades de las personas que habitaban la casa y se informó que habían sido arrestadas. Nunca supe por qué, y creo que prefiero no saberlo.





Relatos de Terror - Pizza DeliveryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora