Nunca entres en la casa de un desconocido

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Nunca olvidaré aquellos días en que estaba reemplazando a mi amigo Wes en la pizzería local.

Él era el repartidor y yo solía atender la caja registradora.

Esa noche de invierno, tuve que hacer dos entregas en los alrededores y más tarde, recibí un pedido por teléfono que tenía una dirección que quedaba a 5 millas.

El GPS me indicó la dirección de un pequeño pueblo del cual nunca había oído hablar. Las luces de las calles ni siquiera estaban encendidas, por lo que me daba mala espina. Sólo quería entregar la pizza e irme.

Toqué el timbre de la casa y, casi inmediatamente, la puerta se abrió.

Había un hombre mayor, alrededor de 50 años, tenía una piel muy pálida y un bigote gris. Me sonrió y luego me dijo que lo esperara un segundo. Entró a su casa y lo perdí de vista mientras yo esperaba afuera, donde estaba haciendo frío y había niebla.

El hombre volvió con la misma sonrisa de antes y me dijo que debería entrar, ya que estaba más cálido adentro y así no me congelaba mientras esperaba.

Le dije que estaba bien, pero él insistió. 

No puedo justificar mis actos, pero hacían -5°C allá afuera, así que decidí entrar y el hombre cerró la puerta e ingresó a otra habitación de forma abrupta. Ni siquiera tenía calefacción allí adentro... claramente el hombre tenía otras intenciones. 

Empecé a ponerme paranoico, mientras lo veía entrar y salir de las habitaciones lanzándome sonrisas extrañas. De pronto se detuvo y abrió la puerta que daba al sótano.

Me dijo que generalmente dejaba su dinero allá abajo y me pidió que bajara con él, pero me negué. Incluso desde donde yo estaba parado podía ver que estaba completamente oscuro, y lo siguiente que ocurrió me heló la sangre.

Escuché unos pasos venir del sótano: alguien más estaba allá abajo.

Decidí que ya era hora de irme, traté de abrir la puerta pero el hombre saltó sobre mi. Lo golpeé en la cara y me las arreglé para librarme de él, cuando escuché pasos venir desde el sótano.

Tenía que salir de allí.

Empujé al hombre y lo tiré al piso, corrí hasta mi auto y manejé sin mirar atrás.

Le conté todo lo que había pasado a mi jefe, el cual llamó a la policía pero nunca supe en qué resultó todo eso.

Lo único que puedo rescatar de mi experiencia fue la valiosa lección de "nunca entres en la casa de un desconocido".




Relatos de Terror - Pizza DeliveryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora