¿Alguien dijo pizza?

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Nunca olvidaré esa noche.

La pizzería donde solía trabajar estaba a punto de cerrar y yo me estaba preparando para irme a casa cuando el teléfono empezó a sonar.

Estaba trabajando solo en la recepción del local, así que atendí la llamada.

- ¿Hola?

Silencio.

No me pareció extraño, ya que cada noche recibimos una o dos llamadas de broma, así que colgué.

Pasado unos minutos, el teléfono volvió a sonar así que lo contesté otra vez pero, nuevamente, no respondían del otro lado. Estuve a punto de colgar cuando escuché una voz muy débil de una mujer mayor diciendo que quería una pizza normal (la típica orden de queso y pepperoni).

Tomé la orden con calma mientras por dentro estaba deseando no haber contestado, ya que sólo quería ir a casa y dormir. Llamé a mi jefe para decirle que alguien había hecho un pedido fuera de la hora, y éste me dijo que era yo quien debía terminar el trabajo y que, más adelante, arreglaríamos las horas extra.

Al principio estaba enojado pero luego pensé, "hey, es dinero extra". Así que tomé la dirección que me había dado la mujer, la ingresé en mi GPS (la cual estaba a unas 7 millas de donde me encontraba) y partí a entregar la pizza en mi coche.

Al llegar al lugar, me encontraba en el lado más silencioso y tranquilo de la ciudad.

Bajé del auto con la pizza en las manos y toqué el timbre de la casa: era pequeña, de un piso, bastante normal, con un jardín muy amplio. Las luces estaban apagadas, y pensé que quizás tenía la dirección equivocada. Volví a tocar el timbre, otra vez sin respuesta.

Estaba a punto de darme por vencido cuando vi a alguien mirarme desde la ventana. Me dio escalofríos y dudé en volver a llamar al timbre, pero luego vi que era una anciana de unos setenta años, que solo estaba allí mirándome fijamente sin ninguna expresión.

- Hola! Traigo su pizza! - le grité para que pudiera escucharme a través del vidrio de la ventana, pero no reaccionó.

- Señora! Tengo la pizza que ordenó! - grité más fuerte y, esta vez, una gran sonrisa muy perturbadora se dibujó en su rostro, la cual hizo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran.

Me dio mucho susto así que volví a mi auto y dejé la pizza en el asiento del pasajero, mientras le enviaba un mensaje de texto a mi jefe explicando la situación.

Encendí el coche y miré una última vez hacia la ventana para ver a la mujer que seguía en la misma posición, mirándome fijamente y me puse en marcha para no volver jamás a esa casa.

Mi jefe no ha vuelto a pedirme que haga entregas de noche.


Relatos de Terror - Pizza DeliveryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora