EL DRAGÓN SOMETIDO
El ritual que había iniciado Luna era claramente de magia negra. Una magia muy, muy oscura y que debía llevar siglos prohibida. Hermione intentó protestar, pero la magia que fluctuaba por el lugar le cortaba el aliento e impedía que pronunciase palabra alguna. Se concentró en mantener sus manos fuertemente enlazadas a las de Malfoy. El rubio mortífago permanecía inconsciente. Su piel cada vez más fría, brillaba de manera poco natural.
-“Parece un gusiluz” -pensó Hermione. Tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Decidió prestarle un poco más de atención a lo que su, seguramente no tan cuerda, amiga hacía.
Sobre el pecho del chico comenzaron a aparecer runas antiguas. No pudo evitar traducirlas mentalmente: “La sangre ya no es sangre. La casta ya no es casta. Aquello que era objeto de repulsa será objeto de adoración. Maléfica, Maléfica Sanguine”. La letanía se repetía una y otra vez. Pero eso no le importaba en absoluto. Aquello era una maldición. Una maldición terrible ligada a la sangre (su cerebro procesó la información a toda velocidad y buscó en el apartado magia de sangre. Cuando encontró esa información, casi deseó sufrir un obliviate masivo.)
-Luna… la magia de sangre es irreversible. Jamás podremos liberarlo. No podrá tener una vida normal como mi protector…
-No importa. Aquí eres tú la única prioridad –Luna la miró, con el rostro surcado por el sudor- Ya puedes soltarlo. He terminado.
Ambas observaron el torso del mortífago, donde las runas desaparecían lentamente, fundiéndose en la marmórea piel de Malfoy.
-¿Qué le va a pasar? –Hermione se dio una bofetada mental por preocuparse por una persona que no tardaría ni una milésima de segundo en acabar con su vida.
-Sintetizando un poco… ahora eres todo su mundo. Hará lo imposible por protegerte. Aun a riesgo de su propia integridad física o incluso de su vida.
-Definitivamente te has vuelto loca –Hermione volvió a mirar al chico. Comenzaba a dar claros síntomas de estar despertando.- Me desprecia con toda su alma.
-Lo hace. Pero el hechizo es más fuerte que su voluntad. Su mente le dirá que no, pero su alma le obligará a protegerte, quiera o no.
Guardaron silencio y esperaron pacientemente a que él terminara de despertar. Malfoy abrió los ojos de golpe y observó lo que le rodeaba detenidamente. Luego, clavó sus iris plateadas en ellas. Luna se limitó a sonreírle. Hermione no pudo contenerse y retrocedió un poco ante la intensidad de aquella mirada de color imposible.
-¿Se puede saber qué demonios habéis hecho y por qué cojones estoy tirado en el suelo, medio desnudo y con vosotras dos mirándome fijamente?
Su voz era ronca, envolvente. Luna soltó una risita, lo que le valió dos miradas asesinas.
-Creo que me pasé un poco con los ingredientes extra de la poción para dormir. –Miró a Hermione realmente divertida- Estará con este carácter tan suave… unas dos horas más.
-Me alegro de resultar tan divertido. Pero deberíais estar en el Gran Comedor. El Lord tiene que decidir qué hacer con todos los prisioneros. Y con vosotras.
Ninguna dijo nada. Esperaron en silencio a que se vistiera y lo siguieron fuera de su refugio. Cuando entraron en el Gran Comedor, el silencio era sepulcral. Voldemort sonrió de manera siniestra al verlos.
-Bravo, joven Malfoy. Has conseguido la mejor presa –con un movimiento de varita arrastró a Hermione al centro de la sala, mientras los abucheos y los insultos llenaban el aire.- Aquí tenemos a la sangre sucia amiga de mi mascota. ¿Qué debería hacer con ella?
-Darle muerte de la manera más lenta y dolorosa posible –Ginny sonreía con malicia. Su venganza se haría realidad muy pronto.
-Como ves, sangre sucia, mi prometida se ha pronunciado. Y yo no soy capaz de negarle nada a la primera mujer en generaciones en una de las familias más antiguas y capaces de nuestro mundo.
Hermione reprimió una arcada. ¿Es que la ambición de aquella maldita no tenía límite? Resignada, alzó la barbilla, retando a todos los presentes. Si tenía que morir, lo haría como la leona que era. Pero la voz de Malfoy la sorprendió.
-Mi señor, sé que los deseos de vuestra prometida –Hermione pudo entrever la sorna con la que dijo prometida- son sagrados, pero me gustaría reclamar la vida de la impura. Tengo una cuenta pendiente con ella y por eso suplico que me la entreguéis en calidad de esclava.
-¿Y qué tienes pensado hacer con ella, joven dragón?
-Hacer su vida tan miserable día a día, que acabará implorando por su propia muerte.
A pesar de las palabras de Malfoy, Hermione no tuvo miedo. Mientras hacía su petición, no había apartado sus ojos de ella. Y pudo comprobar que en aquellos ojos mercurio había algo muy distinto al odio que decía y parecía profesarle. En su mente resonó una voz metálica “El Dragón ha sido sometido”.
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