ESCLAVA
Los dos días adecentando aquellas habitaciones antaño lujosas resultaron agotadores. Hermione tenía las manos agrietadas por el frío y el agua con el que tuvo que quitar kilos y kilos de telarañas. Pero, una hora antes de que terminara el plazo que le había dado Malfoy para terminar su trabajo, pudo descansar. Se dejó caer en el suelo, cerca de la chimenea, en la que bailaba alegremente un gran fuego que caldeaba la estancia.
-Muy bien, Granger. Veo que por fin has asimilado cuál es tu lugar en este nuevo mundo –Malfoy apareció a su lado como brotado del suelo. La chica reprimió un grito de pavor.- ¿Asustada?
-Si apareces como un fantasma de golpe a mi lado… pues sí –Hermione no lo miró a la cara. Ya había cometido ese error hacía un día escaso y su espalda aún se estaba resintiendo del castigo.
-Sígueme.
Se levantó con un poco de dificultad y caminó tres pasos por detrás del chico. Después de unos minutos, se detuvieron frente a lo que se había convertido en su habitación. Malfoy se hizo a un lado y la permitió entrar. Hermione no pudo reprimir un gesto de sorpresa. El mortífago había decidido ser generoso con ella y había trasformado el antiguo escobero en una habitación que, aunque no era tan grande como la que tuvo en la torre de Gryffindor, ahora era habitable. Un catre en el lado derecho, acompañado por una pequeña mesilla con una lámpara de gas y lo que más la sorprendió: una pequeña librería abarrotada de novelas muggles. Aquel detalle la llevó al borde de las lágrimas. La voz ronca de Malfoy atrajo su atención:
-Quiero el desayuno en mi habitación a las ocho en punto. Tus obligaciones son simples: mantendrás nuestr… mi hogar limpio y ordenado –se corrigió inmediatamente. Había estado a punto de decir “nuestra casa”.- Te encargarás de mi ropa. A las nueve quiero el baño preparado. Utilizo sales de baño neutras. La comida debe estar a la una en punto. Nada de frutos secos ni ningún derivado. Soy mortalmente alérgico a ellos. La tarde la tendrás libre si has cumplido con tus tareas de la mañana con eficiencia. La cena, si yo te lo ordeno, será a las nueve y cuarto. Si no te aviso, puedes disponer de tu tiempo como quieras. La única condición es que no salgas de aquí sola. No todos te tratarán tan… condescendientemente como yo. Ahora, a dormir.
Y se marchó de allí. Hermione se había quedado helada. Era la primera vez en años que el hurón hablaba tanto con ella sin insultos, amenazas o maldiciones de por medio. Se dejó caer en el camastro y cerró los ojos. ¿Lo que acababa de oír era fruto de la maldición o simplemente el ex Slytherin lo había hecho porque sí? Dándole vueltas al asunto, se quedó dormida.
Su reloj interno hizo que despertara una hora antes de la indicada por el rubio. Se desperezó como un gato y se levantó. Junto a la estantería encontró una pequeña cómoda de madera negra. Abrió uno de los cajones y se encontró con ropa interior. El siguiente contenía ropa de dormir y ropa de cama y el último varias túnicas negras que supuso serían su uniforme. Bajo la cómoda tres pares de botas fuertes y resistentes. Cogió todo, se dio un baño en el minúsculo baño del que era propietaria y salió en busca de la cocina. (Luna, a través de un pergamino enviado con un elfo, la explicó la distribución nueva de las mazmorras. Tenían una cocina cerca de los antiguos cuartos de séptimo curso.) A pesar de las explicaciones, tardó media hora en encontrarlas. Preparó un desayuno a su parecer bastante completo y se encaminó a las habitaciones de Malfoy. Entró sin llamar y casi se muere del susto.
Rápido como la serpiente que era, el mortífago se había levantado de la cama y la tenía sujeta por el cuello. Hermione, intentando obviar que estaba completamente desnudo, y agarrando la bandeja del desayuno como si fuese un salvavidas, intentó hacerse oír.
-Malfoy, soy yo.
-Joder, Granger. ¿Tantas ganas tienes de morir? –Draco soltó a la chica y se sentó en la cama, sin ninguna intención de cubrir su desnudez. Hermione, roja como la grana, se acercó a él y dejó la bandeja sobre el colchón. Le miró fijamente a la cara.
-Te sangra la nariz –cogió una servilleta y limpió el rostro del chico, que la miraba inexpresivo.
-Tendré que ir a darle las gracias a la futura señora Zabinni por ello, ¿no crees?
Hermione tuvo el buen tino de no contestar a aquella pregunta. El sarcasmo en la voz de él era patente y no tenía ganas de comenzar una pelea. Señaló con la mano la bandeja.
-Desayuna o se quedará frío –luego, tras pensarlo bien, añadió- Deberías vestirte. Aquí hace frío.
-No me importa el frío. Y no tengo hambre. Me duele demasiado la cabeza…. –Se quedó en silencio mientras se llevaba la mano a la Marca.- ¡Joder! El Lord me llama. Aquí estás a salvo. Sólo yo conozco la contraseña. Pero, por si acaso –tiró hacia ella un objeto pequeño mientras se vestía a toda velocidad. Hermione lo cogió por instinto. Era un pequeño anillo de oro. Una alianza- Si entra alguien que no sea yo, te lo pones. Te llevará a un lugar seguro. Pero sólo funciona aquí, en mi territorio. Fuera de estas mazmorras, es un simple anillo.
Y sin decir más, cogió su capa y máscara y se marchó. Hermione observó el anillo. Era una simple alianza matrimonial, lisa, sin adornos. En su interior tenía un grabado “ASTORIA&DRACO”. Se quedó helada. ¿El hurón estaba casado?
-Imposible. Si apenas hace tres años que escapó junto a Snape.
Pensando que aquello no era asunto suyo, guardó el anillo en uno de los bolsillos de la túnica y decidió empezar con sus tareas si quería disfrutar de su tarde libre. El día fue pasando en total calma, sin noticias de Malfoy o cualquier otro mortífago. Cuando anocheció, comenzó a preocuparse.
-No seas absurda –se reprendió a sí misma- Seguro que Voldemort le ha mandado a alguna misión.
Intentó dormir. Una vez acostada, cerró los ojos. Pero la preocupación no se iba. Se pasó toda la noche dando vueltas, sin pegar ojo. Harta, decidió pasarse por la habitación de su “señor”. Entró sin llamar, rezando para que, de estar, estuviese con algo de ropa.
-¡QUE CREES QUE ESTÁS HACIENDO, MALDITO HURÓN! LLEVO TODA LA PUTA NOCHE MUERTA DE LA PREOCUPACIÓN PORQUE NO APARECES. Por lo menos podrías tener la decencia de avisar de que no….
Se cortó a mitad de frase. Malfoy estaba tirado en medio de la habitación, más muerto que vivo. Corrió hacia él y, utilizando la varita de él de nuevo, envió a su patronus en busca de Luna, mientras rezaba para que aquel molesto rubio no muriera entre sus brazos.
