10.

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Salí disparada al cuarto de baño. Me dí una buena ducha, luego coloqué una toalla alrededor de mi cuerpo y caminé a mi habitación. Allí estaba todo un desastre por la noche anterior. Observé con atención cada indumentaria arrojada al piso, y me encaminé a mi armario. Lo abrí, y allí estaba, detrás de cada prenda insignificante, aquel vestido azul que tenía planeado usar cuando tuviera la oportunidad.

Y, por supuesto, me refería a la primera cita.

Lo saqué de su lugar, y lo acomodé en la cama, observándolo con admiración. Dejando caer la toalla al suelo, me coloqué el vestido. De repente, me sentía nerviosa.

Miré mi reflejo a través del espejo del tocador, y ví la sonrisa que se expandía cada vez más por mi rostro.

Sequé mi pelo, me lo peiné. Observando mi rostro por el espejo, me maquillé; pasándome tanto base como rímel, y opté por ponerme un poco de brillo en los labios. Fui hasta el armario, y busqué unos zapatos. Tomé unos sencillos que se agarraban desde el tobillo.

El reloj que se encontraba en la mesita de luz, al lado de mi cama, indicaba las siete en punto. Inspiré hondo y merodeé por toda la planta alta hasta que escuché el sonido de una bocina, proveniente de afuera.

Me asomé por el vidrio de la puerta principal, y vi la silueta de Nick parado en el porche de la casa. Abrí la puerta de madera de entrada, salí al exterior con una deslumbrante sonrisa.

—Hola.

Nick me observó de arriba abajo. Se aclaró la garganta.

—Julia, estás muy hermosa.

Me mordí el labio, sintiendo cómo mis mejillas se enrojecían ligeramente.

—Gracias.

Nick vestía una camisa roja a cuadros y unos pantalones negros de vestir. Lo contemplé un buen rato hasta que me llamó la atención, riéndose.

—Bien, ¿vamos?

Asentí con la cabeza, y los dos fuimos hacia su auto aparcado frente a la fachada de mi casa.

Nos encontraríamos con Brianna y David en The Pink Door, un restaurante bastante elegante que ambos eligieron en el centro de la ciudad, no tan lejos de mi casa.

Cuando Nick se abrió paso delante de mí y abrió la puerta principal del restaurante haciendo una reverencia, sentí que el corazón iba a salirse de mi pecho. Recordé algunas salidas informales con unos chicos a edad más temprana. Nada elegante. Ellos simplemente hablaban de sus logros en lo que respectaba su vida, no veía la hora de volverme a casa.

Pero esto era completamente lo contrario. Cada vez que mi piel rozaba con la de Nick sentía como si una invisible electricidad corría en mis venas, y cada vez que ambos estábamos cerca, mi corazón se aceleraba de una manera inexplicable.

Di un paso dentro del restaurante, cuyo nombre hacía perfectamente referencia a su propia entrada: una puerta rosa. No podía dejar de mirar a mi alrededor; el establecimiento, que no era muy espacioso, estaba cubierto de mesas cuadradas repartidas por todo el comedor cubiertas con un mantel blanco para cada uno, sillas de caoba y, para mi sorpresa, las paredes estaban pintadas con dibujos de payasos de circo.

No me dí cuenta del tiempo en el que contemplaba el entorno hasta que Nick tomó mi mano y me guió a través de las mesas en busca de nuestros amigos. Cuando guié mis ojos a un rincón de la habitación, alcé la vista para encontrarme con un aro bastante grande colgando del techo.

—Vaya... —susurré.

Nick levantó la vista a la par que unos comensales, para luego ellos bajarlas de vuelta a su comida. Pero él la sostuvo en la misma posición que antes. Volvió sus ojos a los míos, y los desvió a la otra punta, donde descansaban dos telas blancas del techo, cayendo en cascada hasta tocar el suelo.

Counting Stars ➳ Nick RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora