Sabina

9 1 0
                                    

-Soy yo, ya no siento lo mismo. Perdón, ya no puedo controlarlo- repitió el buzón de vos que tantas veces escuché durante esa semana. Aprovechando que eran vacaciones, preferí no hablar con nadie, pero los días se iban acabando, sólo quedaban cuatro días.
-Ding dong- sonó el timbre
Me miré a mi misma, sentada en el sillón, despeinada y con delineador corrido, con un pote de helado en la mano, y el control de la televisión en la otra.
-Hola!- la saludé
-Tenemos que ponernos al día- dijo ella.
-Vamos a mi habitación-.

-Entonces como que me gusta un poco Gonzalo- dijo Alma, avergonzada
-Un poco...mucho- dije, sonriendo a través de las lágrimas secas.
-Pero el dejó en claro que no le gusto- dijo ella.
-Bueno... Basta de chicos- dijo -Es tiempo de arreglarte- .
-No quiero- dije rotundamente
-No me digas que te vistes para un chico...- dijo ella, casi enojada.
- Es solo, que después de tants años...no se que soy sin Will. -
-Eres hermosa, inteligente y capaz-.
-Supongamos que así sea-.

Mi reflejo en el espejo, se veía un poco mejor, luego de que las chicas me obligaron a arreglarme. Pero algo no estaba bien, me puse de costado.
Quizás no me quería más porque era fea. Miré mi pelo rubio, se veía tan falso. Mis caderas se veían gordas y mi piel muy clara.
Me puse unos grandes lentes negros y fui a la farmacia.

Leí el recibo, una tintura de cabello negra y un te quema grasas. Un bronceador rápida acción. Decidí ni volver a ver a nadie antes de volver a clases así, impresionaría a todos. Le dije a Esperanza que me buscara la mañana del lunes para ir juntas a la escuela. Horas más tarde, mi cabello se veía negro, mi piel muy morena, me pregunté si bajaría el peso suficiente para el lunes, a sólo tres días ya.
Decidí dejar de comer, sería lo más rápido. Mamá no había dicho nada sobre lo que le había hecho a mi pelo. -No vas a comer?- me preguntó
-No tengo hambre...- dije, mirando a la hamburguesa jugosa que yacía frente a mi.
-Tienes que comer- dijo ella
-No te iras de la mesa hasta que termines tu plato- dijo mi papá
Miré la hamburguesa, pensé en decirles que tenía ganas de vomitar, pero no quería que me llevaran a un médico.
-Esta bien- me rendí.
Subí las escaleras y fui a lavarme los dientes en el baño de mi pieza, me miré al espejo, parecía más gorda que antes.
-Esto no esta funcionando- me dije
Miré el inodoro. Me pregunté si sería lo suficientemente valiente para hacerlo. Me arrodillé, coloque las manos en el borde de él y lancé lo que había comido rato antes. Me miré al espejo, noté una pequeña diferencia, por fin el día mejoraba...

-Soy yo, ya no siento lo mismo. Perdón, ya no puedo controlarlo- repetí de nuevo en el celular
-No sabes lo que te espera, Will- dije imaginándome su cara cuando me viera.

Seguí repitiendo el procedimiento hasta el fin de semana. Lunes, seis de la mañana. Me miré al espejo. Quise tirarle algo al reflejo, definitivamente estaba más gorda.
-Esperanza, no pases por mí, me siento mal- le dije al teléfono
-Esta bien- dijo ella.
Estaba harta de tratar de bajar, cada vez subiendo más, me veía tan fea. Arrojé mis puños al espejo con odio. Se escuchó un estruendo y miles de pedacitos volaron por los aires. Bajé hasta estar en el suelo, comencé llorar en silencio. Observé los pedazos de vidrio a mi alrededor. Tomé uno con mis manos, y con desesperación lo pasé lentamente por mí piel. Alguien estaba forzando la puerta, pero me sentía sorda, el sonido del dolor alimentándome. ¡BASTA! gritó alguien, mi vista se tornó negra.

Un ruido molesto llamó mi atención. Abrí mis ojos, uno por uno, todo se veía blanco. Pregunté estúpidamente:-estiy en el cielo?-
Comenzaron a oírse risas y rostros comenzaron a amontonarse cerca mío.
-Estamos aquí-.

SkiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora