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Mientras compraba mis dulces, la sonrisa en mi cara no desaparecía. Hace mucho que no pasaba un buen rato. El señor Dudley pareció notarlo, al parecer mi buen humor se le contagió ya que me regaló 5 chocolates. Al salir de la tienda, ya sin la presencia de Harry cerca, me di cuenta del problema que se avecinaba.

Cuatro bolsas de pan y tres bolsas de dulces eran demasiado para una enana como yo. Las bolsas apiladas en mis brazos no me permitían ver por dónde iba, por lo tanto sabía que el camino que me esperaba iba a ser muy complicado.

Cuando llevaba cuatro pasos, recordé algo: La cena de mis padres. No tenía idea del tiempo que había pasado desde que salí de casa, pero a juzgar por el cielo oscurecido, menos de una hora no puede ser. Ahora mismo tenía el trabajo de Tamara en mis manos, sabía lo exigentes que eran mis padres y sabía que podían despedirla. Intenté apresurar el paso, mientras recordaba la expresión de Harry al saber mi apellido.

Mi familia es muy famosa en Cheshire, porque mis padres son multimillonarios. Mi madre fue modelo de joven, una de las más prestigiosas. Con el paso de los años se convirtió en diseñadora, ahora tiene su propia marca de ropa y cosméticos, una de las más caras. Mi padre siempre fue un hombre de negocios, pero no sé nada sobre su trabajo, no he hablado con él en los últimos 5 meses. No me afecta mucho, ya que antes de eso las palabras que cruzábamos no pasaban de un "Buenos días".

Siempre sentí un vacío en mi corazón, supongo que ese vacío lo llena el cariño de tus padres, pero yo jamás lo tuve. Desde pequeña, la única persona a la que yo consideraba familia era a mi nana, Lorraine. Ella era una mujer un tanto mayor que cuidó de mí desde que nací hasta los 13 años, cuando mis padres la despidieron y regresó con su familia a Australia. Recuerdo haber llorado mucho, recuerdo haberle rogado que me llevara con ella.

Después de eso, las cosas empeoraron para mí. Me sacaron del colegio debido a que estaba teniendo muchos problemas, fue ahí cuando comencé a caer en depresión, aunque yo no sabía lo que estaba pasando conmigo en ese momento.

Regresé a la realidad y noté que había pequeñas lágrimas resbalando por mis mejillas, fruncí el ceño y contuve el llanto. No podía limpiar mi rostro, ya que mis manos estaban ocupadas.

Unos minutos después por fin llegué a mi casa, miré la mansión delante de mí sin mostrar ninguna emoción. He vivido ahí desde que nací prácticamente, y no le he ganado ninguna especie de cariño. La casa era tan fría como mi vida, tan falsa como la felicidad de mis padres.

Hace dos años que no conocía a alguien nuevo, la última persona fue Tamara, así que conocer a Harry me hizo realmente feliz. Sobre todo porque parece tener más o menos mi edad, y es el primer contacto que tengo en mi celular.

Me las arreglé para desocupar mi mano y abrir la puerta, luego corrí a la sala y dejé todo en el sillón en el que horas antes estaba acostada.

Escuché la voz de mis padres gritando, sentí mi corazón acelerarse al saber que no había llegado a tiempo, que muchas personas perderían su trabajo por mi culpa.

—¡Camille! ¡Ven acá! —escuché los gritos de mi madre, como siempre, mi padre no me dirigía la palabra.

Caminé nerviosa hasta el comedor, de donde provenían sus voces. Las manos de mi padre estaban hechas puños, mi madre se jalaba el cabello desesperada. Frente a ellos estaban Tamara y una señora que también trabajaba en la cocina, la había visto antes.

—Lo siento, se me hizo tarde —hablé yo después de por lo menos cinco minutos en los que el único sonido en la sala era la respiración acelerada de James, mi padre.

—Nunca puedes hacer nada bien, necesitábamos tu ayuda por una vez y ni eso puedes hacer. No sirves para nada. ¿Cuándo vas a madurar y empezar a ser útil? Tamara y Kate quedan despedidas por tu culpa, porque no terminaron la cena —dijo mi madre con voz "calmada", aunque parecía que iba a explotar en cualquier momento.

—Ya dije que lo siento —me atreví a responder, y recibí una cachetada de parte de mi madre. Me tambaleé hacia atrás y la miré, sin saber que sentir hacia ella.

—Tus disculpas no van a hacer que todo se arregle. Ahora ve a tu habitación, y ustedes dos váyanse —siguió dando órdenes mi madre, mi padre sólo la miraba.

Miré con dolor a Tamara, ella me regresó la mirada mientras se mordía el labio. No podía dejar que se fuera.

—Iremos a otro lado, no prepares cena —le dijo mi padre a otra de las cocineras que no había sido despedida, supongo que a ella no le tocaba hacer esa cena.

Bien, ni tenía hambre, ni necesito cena...con dulces soy feliz.

—Y tú ya vete a tu habitación pequeña inútil, antes de que te golpeé por perra.

Volví a la sala y tomé mis dulces apresurada, luego corrí escaleras arriba. Al llegar arriba entre a mi habitación y cerré la puerta detrás de mí.

Reí, recordando que alguna vez si me importó lo que mis padres dijeran o pensaran de mí. Ellos no son las mismas personas de hace ya varios años, ellos son unos completos desconocidos para mí.

Me aventé a mi enorme cama boca arriba, fijé la vista en el techo blanco mientras desenvolvía los dulces en pocos segundos. Metí uno tras otro a mi boca, ahogando el dolor en la deliciosa azúcar que estos contenían.

Mi celular sonó, avisando que un nuevo mensaje había llegado. Me dieron ganas de soltar un grito de emoción, eso no era nada común. Lo tomé incorporándome y sonreí al ver que era Harry, aunque no esperaba menos. Deseé que Harry estuviera aquí, alguien con quien compartir mis dulces.

"Hola :)"

Usó una carita feliz, probablemente yo también deba usar una ¿o no? Okay, Diana, tienes que ser original.

"Hey c:"

Sí, eso servirá. Lo envié y acto seguido un bostezo salió de mi boca. Dejé el celular a un lado y comí unos cuantos dulces más, quedándome profundamente dormida en cuestión de pocos minutos.

Wasted SmileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora