«Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse».
Mateo 5:14
Existen dos tipos de recuerdos que uno nunca puede borrar de su mente: (1) los que fueron demasiado buenos como para olvidarlos y (2) los que fueron demasiado malos como para olvidarlos. Por alguna extraña razón de nuestra naturaleza, solemos recordar mejor aquellos que fueron demasiado malos. Hoy trataré de salvar algunos de los buenos y grabarlos para siempre en estas páginas.
Era un día hermoso de verano, el sol brillaba y quemaba la piel, pero el viento fresco lo disfrazaba. Las libélulas bailaban alegres acompañadas de la briza que acariciaba todo a su paso. Los pequeños insectos se juntaban formando nubes sobre los pastizales altos. Algunas iban juntas, como tomadas de la mano. A lo lejos, el manto de agua transparente, que parecía ser de un hermoso azul, cubría toda la superficie, y sobre la arena blanca danzaban miles de manchas de todos los colores: la gente, desesperada por el calor, se paseaba mojando sus pies y nadando en el hermoso y ancho mar.
El viaje de cinco horas junto a mi hermana y su insoportable novio había valido la pena. Ese fue el primer viaje de aventuras que realizamos con el equipo aventura, palabras muy sabiamente dichas por Sebastian, el rey de las aventuras. Estos viajen solían ocurrir cada fin de semana largo que lo permitiera, con el debido permiso de nuestros padres. Nunca supe el motivo de tal cosa, pero mis padres confiaban en Sebastian. O era eso, o no les importaba mucho nuestro bienestar. Una de mis teorías era que mis padres accedían ya que el 50% del viaje era financiado por el dinero del bolsillo de Sebastian: él era quien tenía el medio de transporte y quien pagaba la gasolina, y debido a que sus padres tenían bastante dinero, contaba con ciertos contactos súper secretos que le conseguían los mejores lugares a los mejores precios, palabras del mismísimo Sebastian.
Mar del Plata: un centro turístico donde el agua del mar brilla como la plata. En el centro las paredes de piedra bajan en declive hacia el mar. Cuando no son paredes, son colinas con el pasto bien cuidado y llenas de flores con escaleras que bajan hacia piedras resbaladizas en donde las olas del mar golpean con fuerza. La gente caminaba sobre la costa con sus trajes de baño y sus lentes de sol, acompañadas de las nubes de libélulas.
En el interior del bosque las calles forman un laberinto imposible de cruzar, si es que no se conoce la zona. Estas calles de tierra están adornadas con árboles y flores de todo tipo, casas elegantes y algunas construcciones. Nuestra cabaña estaba escondida entre árboles y la calma del bosque no se asemejaba de ninguna forma a la ciudad.
Los momentos que más amaba eran cuando, junto con el sonido del mar de fondo me sentaba en la arena con un libro en mi falda. Por las noches solíamos caminar por los caminos de piedra junto a la playa y se podía ver como la luna se reflejaba en el agua y, a lo lejos, era como ver una linterna iluminando parte del mar.
Los buenos momentos siempre vienen acompañados de algunas frustraciones, sin embargo, no dejan de ser buenos momentos. Con el tiempo los malos momentos hasta pueden convertirse en algo divertido.
Arenas blancas era el nombre que llevaba el balneario al cual fuimos. Todo era simplemente hermoso. Las carpas y sombrillas evitaban que tuviera que sentarme sobre una lona bajo el sol llenándome de arena. Si hay dos cosas que odio son la arena y el sol. Nunca fui una chica de tomar sol, no como a mi hermana, a la cual le encantaba exhibir su bikini y volver a casa bronceada. Yo, por el contrario, me sentaba bien resguardada, lejos de las miradas curiosas, con mi short y un bikini que cubriera mi piel lo mejor posible. Aunque hubiera querido, claramente no me iba a pasear por ahí con una maya enteriza a los quince años.
El mar, por otro lado, era hermoso ante mis ojos, pero odiaba tragarme agua y quedar con un gusto salado en la boca y, lo peor, la pesadilla, salir cubierta de arena. Prefería ir a la piscina y dejar que mis compañeros del equipo aventura se divirtieran en su intimidad sobre la arena o en el mar. La simple imagen en mi cabeza me daba asco, aún sigue dándome asco. No tanto por lo que fuera que hiciesen en su intimidad sino por el hecho de estar en mínimo contacto con la arena.
Por supuesto, los comentarios de Sebastian no podían faltar. Que caprichosa. La arena no va a contagiarte de nada, lo cual no era seguro. Que delicada. Y para alimentar mi desprecio hacia él, tiraba montones de arena sobre mí o, cuando salía del mar, se sacudía como un perro sucio a mi lado. Muy maduro. Lo sé, pensaras: ¿qué haces viajando con ese idiota si no lo soportas? La verdad es que, lo que más amo hacer después de leer, por supuesto, es viajar. Sebastian era sólo una basurita en mi ojo con la que tenía que vivir, eso no me impedía ver las maravillas de este mundo.
Si, puede que sea delicada. En realidad, toda mi vida recibí comentarios como a ti no te gusta nada. No es que no me guste nada, simplemente tengo gustos específicos, típica respuesta. Y a mí, personalmente, eso me hace sentir única. Todos tenemos algo que nos hace sentir únicos, es cuestión de meditar, observarnos y observar a los demás. Puede que algunos no lo crean pero, para mí, todos somos diferentes y únicos. Eso es lo que hace entretenida la vida. ¿No crees que sería un poco aburrido si donde quiero que viéramos siempre nos encontráramos con lo mismo? Completamente aburrido. Lo divertido es descifrar a las personas, descifrar lo que nos rodea, eso sí que vale la pena. Amo los misterios, es lo que le da el atractivo a la vida. Imagina que estás frente a alguien nuevo, alguien con quien jamás te has cruzado, alguien del que no has escuchado nada, no sabes nada de él, lo ves allí frente a ti y piensas: ¿qué es lo que hay en su interior?
Déjame decirte que eso es lo divertido de la vida. Doblar la esquina y encontrarte con algo nuevo, con algo que desconoces por completo. Responder que sí y preguntarte: ¿qué hubiera sucedido si mi respuesta hubiera sido un no? Despertarte por las mañanas y preguntarle al mundo: ¿qué tienes preparado para mí hoy? Haber conocido a aquella persona especial por haber chocado con él o ella en la calle, porque ibas apresurado a tu trabajo, o tal vez al instituto, y después de años preguntarte: ¿qué es lo que hubiera pasado si hubiera salido a tiempo? Pequeñas decisiones, pequeños cambios, diferentes formas de hacer las cosas, todo esto te lleva inevitablemente hacia un lugar. Todos los días me pregunto: ¿hacia dónde?
Puede que además de divertido sea complicado, que a veces nos asuste el cambio y lo desconocido, lo que puede llegar a venir, si podremos ser lo suficientemente fuertes como para superarlo. Pero se siente muy bien al lograrlo, porque tarde o temprano terminamos saliendo adelante, y si no es el caso, el intento lo vale, nos fortalece.
Maravilloso ¿verdad? Me he preguntado muchas veces si todo esto vale la pena. La vida. Mis actos. Supongo que hay cosas que no, pero al fin al cabo, todos vamos hacia el mismo lugar, hacia el fin. Creo que la cuestión es, ¿lo que has hecho de tu vida ha dejado buenos o malos frutos en el mundo? No se tu pero, yo quiero que mis frutos sean buenos. Quiero que la luz que deje sea luz verdadera, que alumbre a los demás, y no tinieblas, sólo un simple paso por este mundo.
{Borrador}
Por favor, les agradecería que dejaran su opinión en los comentarios. Gracias por leerme.
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Ella
JugendliteraturElla una vez vivió, no se sabe cómo murió. Una vez se enamoró, otras veces solo lo creyó. Perdió. Lloró. Sonrió. Se enojó. Se confundió. Ella nunca se conoció, sólo a uno se mostró. Soñó. Quiso. Odió. Se escondió. Escuchó. Una vez creyó, jamás dejó...