Inesperadamente mía (Parte II)

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Inesperadamente mía (Parte II)


Es increíble el modo en el que un beso se vuelve algo más. Es como si besándola quisiera tener algo más de ella. Todo de ella. La beso con intensidad y en algún punto mis manos se encuentran sobre su culo.

—Quería realmente dejarte intacta—murmuro con mi boca pegada a su cuello. Quiero miles de cosas a la vez. Es frustrante que aun lleve algo de ropa—realmente no quería arruinarlo, pero mierda, simplemente no puedo detenerme ahora, no puedo.

La hago caminar hacia atrás y creo que estoy murmurando cosas, ella incluso me responde pero se me hace difícil entender o captar lo que dice. Mi mente y atención se encuentran en otro enfoque.

Me pierdo en un camino de besos que comienza en su cuello y llega hasta su ombligo. Quiero hacerle muchas cosas. Algunas quizás no tan suaves para una princesa, pero si placenteras. Sus pequeños gemidos que parece querer contener son música perfecta para mis oídos.

Si vamos a hacer esto, entonces ella va a perderse en el placer. Me aseguraré de ello.

Llevo mis besos de nuevo a esa deliciosa boca, tragando cada pequeño quejido que escapa de ella. Las alertas en mi cabeza suenan pero eso es algo con lo que lidiaré después. Ya me he dejado ir, no hay vuelta atrás y no soy ingenuo para creer que no querré esto una y otra vez.

Espero y Hilary entienda que no ha roto las barreras de una noche. Me conozco para saber que no me conformo con nada menos que repetirlo tantas veces se me permita.

Después de que mi mano pare en su sujetador digo unas cuentas palabras, ella responde. No puedo evitar sonreír ante su queja de seducirme, le hago saber que no es que necesitara de mucho. Con tan solo entrar por la puerta del apartamento ya me tenía.

Cuando el sujetador se deja atrás y su pecho desnudo esta contra el mío, solo me queda recostarla en la cama. Y mierda, tras besarla una y otra vez, yo quisiera hacer una toma mental de la imagen para toda mi vida.

Hilary en nada más que unas bragas es algo hermoso de ver. Ojos brillosos, mejillas sonrojadas y labios inflamados. Me quita el aliento y podría solo hacerme venir. Me da lo que parece una sonrisa tímida, como si hace unos minutos ella no se hubiese desvestido en mi sala.

Mi mirada no deja de viajar por cada rincón de su piel, sonrío y me deleito con acariciar los contornos de sus pechos. Son pequeños pero me gustan. Son delicados y atractivos como ella.

Comienzo de nuevo el camino de besos desde su cuello, excepto que esta vez mi destino final son sus pechos. Me deleito con su sabor y con el sonido de sus gemidos. La torturo. Le doy toda la atención que he deseado.

—Creo que gimes de una manera muy agradable de escuchar— rozo sus muslos, tocando levemente los bordes de sus bragas—realmente un sonido muy lindo.

— ¿Estás burlándote de mí en un momento como este?

—Hablo muy en serio, mira lo que causa tu cuerpo y los sonidos—tomo su mano y la llevo a mi miembro. La manera en la que abre sus ojos me hace sonreír— ¿Lo ves? Bueno ¿Lo sientes? No bromeo.

—Vaya...—su mano se adentra en mi pantalón y me acaricia con timidez y curiosidad—es bastante duro...

—Mierda, eso ha sido...—río ante sus palabras—refrescante de escuchar.

— ¡Te estás burlando!

—Ni un poco princesa— digo totalmente serio y deshaciéndome de sus bragas.

Escenas extras de El deseo Prohibido de DougDonde viven las historias. Descúbrelo ahora