Sueños.

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[CAROLINE]

Camino por el prado. Sintiéndome libre. Tocando las nubes. Respirando el aire puro. Mis pies acarician el suave pasto que yace bajo mi cuerpo, y llega a grandes distancias que no tiene fin al observarlo de lejos. Visualizo una banca mesedora a lo lejos, rodeada de flores y arbutos hermosos, así que decido acercarme a ella. 

Hay una mesa de té frente a ella con un florero adornado en medio. Dos tazas de té azúl, y unas pequeñas galletas decoradas con crema esperan con un pequeño y ligero humo que indica su aún calidéz. Las ramas con rosas y flores pequeñas reposan sobre las orillas de la madera. Es todo un trono, para toda una reina. 

Miro hacia abajo, y descubro a mis pies desclazos y ligeros reposando sobre la hierba cortada al raz. 
Camino hacia la mesedora, y tomo asiento sobre ella. Giro mi cabeza, y alcanzo a vislumbrar el hermoso paisaje que momentos antes disfrutaba, y sonrío ante ello. Cuando mi vista vuelve a girar hacia la mesa, dispuesta a tomar una taza de té, un espejo adornado de madera clara aparece frente a la mesa de su otro lado, revelando mi imágen. Estoy sentada, descalza con una pequeña pulsera tobillera de flores diminutas y blancas, con una hermosa y delicada toga blanca en su totalidad, y una diadema de margaritas más pequeñas y blancas, junto con destellos del mismo tono y forma en las mejillas. Me veo hermosa. Preciosa. Parezco toda una reina, en su designado trono. 

Hay algo que llama mi atención más que cualquier otra cosa. Mi vientre. Hay algo extraño en él. Se ve abultado. Mi cara reflejada en el espejo refleja confusión. Me levanto rápido y algo asustada. Abultado. Mi vientre está abultado. Llevo mi mano a él, y siento algo extraño. Vida. Sólo una vez lo había sentido. Se siente algo dentro, una vida más tratando de formarse. Intento agudizar mi oído, pero resulta inútil, no puedo. No me siento igual. No me siento, es decir, me siento más... humana.

De pronto, una mano toca mi hombro. Me giro rápido. Klaus. Es Klaus. Me giro completamente para verlo, y lo observo de pies a cabeza. Negra. Su vestimenta negra, igual que siempre. Pantalón negro, camisa negra, chaqueta de cuero negra, hasta su alma se ve negra. Sin embargo, lo encuentro sereno y tranquilo. Me transmite paz de un momento a otro con una sola mirada.

-Hola, amor.-Me saluda igual que siempre. Toma mis dos manos.

-¿Klaus? ¿Qué haces aquí?-Pregunto confundida.

-Eso no lo sé, me parece que te toca descubrirlo a tí misma.-Menciona las últimas palabras perdiendo su serenidad en la voz. Se oye diabólico. Intento zafar su agarre, sin embargo mis esfuerzos son en vano, pues él me sostiene fuerte y no me puedo liberar.

-¡Klaus! ¡Suéltame! ¿Qué te sucede?-Sus ojos comienzan a liberar sangre, sin quitar su sonrisa malévola y escalofriante. Su pecho comienza a sangrar como si hubiese alguna herida afectándolo.

Todo se derrumba. El bello pasto verde comienza a tornarse grisoso y viejo. La deliciosa brisa y el aire puro comienzan a mezclar olores desagradables, como a incendio. Las rosas y todas las flores comienzan a tornarse negras y rojas sangre, mientras sus hojas y los arbustos se tornan del mismo tono que el pasto. El paisaje se derrumba, y de pronto me encuentro en un horrible lugar. Todo es oscuro en tonos, pero hay luz. Luz que ilumina y deja vislumbrar todo. 

Ya no me encuentro amarrada a Klaus, nisiquiera lo veo ahí. Comienzo a notar que la luz proviene de muy cerca, e intnto averiguar de dónde. Camino un poco hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, y nada. Es como si me siguiera. Aguarda, Caroline. Menciono para mí misma. Comienzo a mirar hacia abajo, y noto que mi vestimenta brilla de una manera irregular. Es como, como, como si yo fuése quien irradiara tanta luz.

Resistiendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora