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22. Diciembre. 2015

Abrí mis ojos, lechosos e hinchados tratando de ver a través de esa capa. Hice mis manos en puño y con los nudillos los limpié.

Estaba exhausto. Me había desvelado mientras pintaba mi habitación de un color que me hiciera sentir mejor, pero lamentablemente ninguno lo hacía. Y sólo resultó ser aún más blanco de lo que era.

Me levanté de la cama quitando la sábana que llevaba conmigo, no me molesté en ponerme sandalias, me gustaba sentir el frío del suelo.

Ingresé al pequeño baño que tenía en el pasillo, mi reflejo absoluto en el espejo. Observé detenidamente mi rostro, me exasperaba verme así. Detestaba el ser un chico común, pero uno nunca elige cómo debe ser.

Me deshice de mi ropa, dejándome totalmente desnudo. Di un paso adelante y abrí el grifo de la ducha, empapándome con el agua fría que salía de ésta.

Mientras el agua recorría mi cuerpo, sólo me dediqué a pensar en que había fallado. Todos los días era la misma rutina y el mismo pensamiento.

No sabía a donde ir, no sabía buscar ayuda y era extraño el momento dónde buscaba a algún amigo mío para que me alentara a seguir adelante, dándome cuenta después de que sólo los usaba para sentirme mejor. Y lo peor era que cuando escuchaba sus palabras, mi mente me decía lo contrario y me convencía de que era lo peor que había existido en este mundo.

Después de enjabonarme y enjuagarme completamente, salí de la ducha únicamente con una toalla envuelta en mi cintura.

Llegué a mi cama y me senté en ésta, mis ojos iban de un lado hacia otro, tratando de encontrar algo que me hiciera sentir solo.

Pero nunca lo había pensado.. Lo que me hacia sentirme así, era yo mismo.

Sólo tomé una camisa vieja y un par de bóxers, me los coloqué y bajé las escaleras para prepararme algo con el escaso mandado que tenía.

No me molestaba sólo estar en ropa interior, mucho menos me inmutaba por alguien que llegara a visitarme. Simplemente por que nadie lo hacia. Ni siquiera estaba consciente de qué alguien supiera de mí últimamente.

Miré mi alacena, sólo divisé sobres de café y de cereal que probablemente habían sido comprados hace mucho tiempo.

Tomé asiento en la barra, y me quedé así.

Mi vida era absurda, no tenía ni la más mínima esperanza de qué diera un cambio rotundo y que todo fuera asombroso y lleno de vida.

Pero sin embargo, dentro de mí cabeza, tenía la idea futurista de volver con mi familia, encontrar una pareja que me hiciera ver las cosas de otra manera y probablemente casarme, tener una familia, pero sólo era una idea mínima.

Sólo bastaba con oír como mis vecinos juzgaban mi manera de vivir, de pasar las festividades y con tan sólo ver mi rostro, que para ellos era de alguien destrozado y con falta de color.

Y no los corregía, ellos estaban en lo correcto.

Mi teléfono sonó, y eso hizo que la confusión llegara a mí como si de tristeza se tratara.

―¡Calum Hood!― Exclamaron detrás de la bocina.

―¿Quién eres? Disculpa.

El chico detrás dejó salir un bufido, mientras otra voz le comunicaba algo. ―Solíamos ser grandes amigos, ¿cómo has estado?

Al oír, rápidamente me llegó al pensamiento el nombre de Michael Clifford, pero así de rápido me invadió la decepción.

Porque aunque no estuviéramos en contacto, recordé su gran apoyo que alguna vez me brindó y el llamarnos mejores amigos, pero esto último me destrozó. Por qué para él ahora sólo solíamos serlo.

―Muy bien, aprecio tu preocupación.

―Sólo llamaba para invitarte a una reunión. ―Michael tosió, yo alejé mi oído de la oreja para la molestia. ―Es mañana, irán personas de secundaria y no podías faltar.

Me sentí bien, realmente se sentía bien que alguien me tuviera en cuenta después de todo.

Era algo tonto, y sobretodo deprimente fingir tener una agenda con muchos eventos, o simplemente una salida. Y así fue como le comenté a Michael, a lo cual él creyó que tenía compromiso y que haría lo posible para asistir.

Y me sentí muy mal al escuchar que estaba realmente orgulloso de mí al dejar las tristes rutinas que solía tener, pero lamentablemente aún las tenía.

Después de escuchar los datos de la reunión, terminé la llamada para poder seguir mi rutina de siempre.

Lancé mi teléfono hasta el sofá y me encaminé a éste.

Encendí la televisión, comencé a hacer zapping y no veía ni un sólo segundo de algún canal. Decidí dejarle en un partido de fútbol soccer, y sentí la necesidad de golpear una pelota.

Por alguna extraña razón, apagué el televisor y corrí escaleras arriba para poder vestirme con un pantalón.

Cuando terminé, busqué las llaves de la casa y salí corriendo de ella. Pero sólo fue un pequeño impulso del momento, porque no sabía a donde ir.

Y no tenía con quién.



𝐖𝐡𝐨 𝐀𝐦 𝐈? ; 𝐂𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora