Latido nº9

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Te fuiste

Te fuiste y todas las luces se apagaron detrás de ti, las farolas cerraron los ojos, el cielo comenzó a llorar, tu ausencia llenaba toda esta casa, el frío venía de dentro y no podía ni siquiera cubrirme para poderlo soportar.

Te fuiste y mis pies empezaron a helarse sin los tuyos, mis manos perdieron la forma de las tuyas y mis labios, mis labios decidieron no besar otros nunca más.

Te fuiste y mi teléfono dejó de sonar, las horas pasaban lentas e incluso el minutero de vez en cuando se detenía.

Te fuiste y mi propio reflejo me preguntaba qué estaba haciendo con mi vida, que tenía que vivirla, que tenía que seguir.

Te fuiste y no pude decirte adiós, no pude despedirte con uno de esos besos largos que siempre te daba, no pude abrazarte por última vez.

Te fuiste y el columpio del parque de enfrente de mi casa sigue vacío, esperando que vuelvas, que te sientes que volvamos a hablar como hacíamos antes, que nos columpiemos, y nos riamos y sigamos siendo nosotros.

Te fuiste y ahora no entiendo cómo mis dedos pueden seguir escribiéndote si no tienen a quién escribir, únicamente a un recuerdo, que fue eso, que fue eso y ya se fue.


Mi libro favorito

3:52 o eso parece.

Desde que no duermes en la otra parte de la cama el reloj se ha quedado parado
y las manecillas del minutero incluso —de vez en cuando— van hacia atrás.
Las sábanas siguen frías sin el calor de tu cuerpo
y la almohada ya no huele a ti.
Los libros de mi estantería me piden a gritos que los coja, que me enamore de nuevo de ellos, que te olvide de una maldita vez
y ya no sé cómo decirles, que el único libro que quiero leer es el de nuestra historia, el nuestro, que no quiero pasar página porque sé lo que escuece la herida y que tampoco puedo parar de leer.
Te tienen envidia.
Acabas de convertirte en mi libro favorito
y ellos saben que cuando eso pasa,
no quiero leer ninguno más.  


17:20

Intentaba mentalizarme de que no eras esa persona —la que todos decían que alguna vez llega para quedarse—, pero es que hasta mis manos encajaban con las tuyas, cariño.


Microcuento nº9

Ella, que decía que se la sudaba todo, que no sentía, que no quería querer y que a la vez se rompía cuando lo veía con otra.


Nuestro secreto

Señoras y señores:

Oídme, escuchadme, decidle que le quiero, que le necesito, que le echo de menos.

Que necesito sentirme de nuevo protegida entre sus brazos, que cada nota de cualquier maldita canción me recuerda a él. A su risa.

Nombradle cada noche que paso con su perfume, con su ausencia. Recordadle que mentiría si dijese que cada segundo que pasa, no le echo más de menos, y que no existe el día en el que no me invente miles de historias a su lado.

Resaltad que no me cambió, que me hizo feliz como nadie, y que nadie en este planeta ha conseguido lo que él con su sonrisa.

Repetidle que no puedo seguir sin sus ojos, que me cuesta, que son imprescindibles en mi camino.

Y es que, vosotros no sabéis qué jodidamente bonitas eran las vistas desde su cuello cuando me abrazaba; al hacerlo, sentía que mis trozos se juntaban, que no había dolor, que solo existíamos él y yo, y que el mundo se dividía en dos partes: el resto y nosotros.

Cuando me sonreía, ¡Dios!, el corazón me chillaba, mis latidos corrían en busca de los suyos y mis ojos brillaban como la estrella más potente del maldito universo.

Decidle, que lo que él no sabía, era que yo a veces estoy tan entretenida matando los pájaros de mi cabeza, que incluso se me olvida respirar. Tampoco sabe que me aprendí sus lunares de memoria, que mentalicé cada tono diferente de su piel y que sé, que en el ojo derecho, tiene cuatro pestañas más que en el izquierdo.

Susurradle que era tan increíble y bonito estar a su lado, que incluso las noches se volvían insípidas sin que me agarrase la cintura, me besara la frente o me dijese "Eres increíble, pequeña".

O no; mejor no se lo digáis, mantengámoslo en secreto.

Será nuestro secreto.





Solo quedan trenes de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora