03 | Destino

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| DESTINO |

Ekaterina Pov's

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Ekaterina Pov's

Me dejé llevar por el sonido envolvente de la melodía que resonaba en el estudio de ballet, moviéndome con gracia por la sala. Giré varias veces hasta que ambas puntas de mis pies tocaron suavemente el suelo, marcando el final de la rutina. El eco de la música aún vibraba en el aire cuando escuché la voz de Miss Petrova.

—Es una tristeza que ya no estés con nosotros en el estudio de ballet. Nos harás mucha falta, pero deseo de todo corazón que cumplas todo lo que te propongas, señorita Bulgakova —confesó, su voz impregnada de una nostalgia palpable.

—Agradezco sus palabras de aliento, Miss. Significan mucho para mí. Aprendí tanto de usted —respondí, con el corazón lleno de gratitud. Antes de que pudiera decir algo más, Miss Petrova me envolvió en un abrazo inesperado, al que respondí sin dudar.

Cuando nos separamos, me ofreció un pequeño objeto que brillaba en su mano.

—Quiero que conserves este Relicario—dijo, colocando alrededor de mi cuello una delicada cadena de la que colgaba un relicario con una piedra azul peculiar. Observé el grabado en la piedra: una fase de la luna menguante. Era hermoso, pero también tenía un aire antiguo y misterioso.

—Es precioso, Miss Petrova... —murmuré, admirando el relicario.—No puedo aceptarlo esto es demasiado…

—Significa mucho para mi que lo tengas — Coloca sus manos sobre mis hombros. —La tanzanita es una piedra muy especial, y esta tonalidad es aún más rara. Cuídate, Bulgakova, y no te entretengas más. Son las ocho de la noche —me advirtió, con una leve sonrisa, que parecía ocultar algo más.

Esto resultaba ser una batalla perdída para mí.

Asentí, agradecida, y me dirigí a los vestuarios. Con cuidado, me quité el leotardo que había sido mi segunda piel durante tantas horas de ensayo, y lo sustituí por un vestido de algodón blanco, de tirantes , que me llegaba justo por encima de las rodillas. Me calcé mis infaltables tenis blancos y, para protegerme del frío, me puse la chamarra gruesa verde militar infaltable.

Mientras terminaba de alistarme, mis dedos rozaron el relicario sobre mi pecho y decido retirarmelo  con cuidado para guardarlo en un compartimiento de mi bolsa. No pude evitar sentir una extraña conexión con la piedra, como si hubiera algo más que su belleza atípica. Pero dejé esos pensamientos a un lado, preparándome para enfrentar el mal clima de la ciudad.

Las nubes oscuras amenazaban con salir en  cualquier momento. Solté mi larga cabellera castaña, sintiendo cómo caía suavemente sobre mis hombros. En dos semanas necesitaría un nuevo retoque en mis raices, aunque no fuera mi color natural. Guardé mis cosas en la bolsa deportiva y decidí regresar caminando. La cercanía del estudio de ballet a mi apartamento, apenas a ocho cuadras, era una ventaja, aunque Tamara siempre decía que era más seguro tomar el autobús.

OSCUROS | EN EDICIÓN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora