Capítulo 8

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Casi

Darren sonrió ampliamente al notarla tan nerviosa por su cercanía. Lo llenaba de un sentimiento de triunfo tan intenso que le fue imposible negarse a sí mismo la tensión que crecía entre ellos. Porque, de pronto, tuvo el inmenso deseo de acortar la distancia que los separaba.

Sus dedos cosquillearon por tocar la tan tersa y suave piel de la castaña.

Y eso hizo.

Casi anonadado y sumergido en sus pensamientos, delineó el contorno del rostro de Kendall. Deslizó el pulgar por su mandíbula, el mentón, y no se detuvo hasta que, finalmente, pudo rozar sus labios entreabiertos.

— Darren... —murmuró ella atropelladamente, haciendo vanos intentos por alejarse—. ¿Qué...?

Colocó un par de dedos sobre su boca para hacerla callar.

Kendall retrocedió un par de pasos hasta que chocó contra el lujoso auto, y Darren avanzó otro par.

Algo dentro suyo le dijo que estaba mal, que, mientras se inclinaba hacia el rostro de la chica, se detuviera. Porque una vez que lo hiciera, no había vuelta atrás.

Aún podía arrepentirse y detener aquella apuesta antes de que fuera más lejos.

Entonces se detuvo abruptamente como si acabaran de golpearle al pensar aquello. Y se sintió rabioso, enfadado al pensar siquiera en esa supuesta solución.

— Darren, detente –mascullo Kendall con cierto fastidio—. No sé qué estás pensando, pero detente.

Enfocó la mirada sobre ella mientras el viejo odio y venganza volvían a bullir dentro de él. Su aborrecimiento hacia Tyler, el engaño, la traición, el corazón roto...

Sonrió lánguidamente.

No se detendría jamás porque lo que Darren Ford empezaba, lo terminaba.

La pequeña Kendall... —canturreó con la voz teñida de desprecio. Y con su pecho casi doliéndole por aquellos sentimientos tan oscuros y enfermizos que volvían a atormentarle, pegó su cuerpo al de ella con una fastidiosa fascinación—. ¿Qué debo hacer contigo? –cuestionó con malicia.

No desperdiciaría estúpidas y ridículas semanas más para ser su amigo y luego enamorarla, porque tampoco le quedaba tanto tiempo.

Lo haría ahora que sabía que nada podría salir mal. Ahora que podía sentir a Kendall casi temblando bajo su agarre.

Solo una vez más.

Entonces, cuando estaba dispuesto a sacrificarse por tener que besarla, dos cosas sucedieron a la vez.

— No, Darren –espetó antes de alejarlo de un empujón torpe y nervioso.

Casi se rió de ella en su cara. Estuvo a punto de hacerle un favor y darle una razón a su existencia. Pero justo cuando pensaba decirle algo, al menos, alguien lo empujó bruscamente desde atrás.

Tropezó al recibir repentinos golpes directo al torso. Puñetazo tras otro, casi tendido sobre el auto y cubriéndose el rostro, vio la imagen del imbécil de West delante suyo, pegándole.

— ¡No la vuelvas a tocar, idiota! –gritó Kyle furioso sin detenerse.

Qué conveniente, pensó molesto antes de empujarle lejos.

— ¡Kyle, basta! –gritó Kendall a su lado.

Quizá podría sacar provecho de eso y...

KENDALL ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora