Capitulo XI - Angelino

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 Eran las dos de la madrugada, y el avión acababa de aterrizar en Los Ángeles. Veo a la gente inquieta por salir del avión, han estado de pie por cerca de ocho minutos. "¿Acaso nunca han viajado en un avión?" decía una señora muy mayor que estaba a mi lado. Yo veía a gente feliz, ansiosa, inquieta, desesperada por poder bajar del avión.

Finalmente, abrieron las compuertas y la gente desesperada, como si fuera una estampida, bajaron de la aeronave.

Esperé que todos bajarán para luego yo bajar. En eso la asistente de vuelo me dice que me acerqué al baño de discapacitados que queda cerca de aduanas en el aeropuerto. Atónitamente, dije que estaba bien.

Después de caminar un largo trayecto dentro del aeropuerto, encuentro el baño que me indicó. Al entrar, veo unas cajas pequeñas con una etiqueta que dice Javier. Las cajas eran del tamaño de un empaque de condón, pero dentro había cocaína deshidratada. Al deshidratar la cocaína, se disminuía el tamaño hasta un 90% de su forma original.

En eso veo que alguien abre la puerta la cual olvidé colocar el seguro, saco mi navaja al instante y veo que era la asistente de vuelo que me saludó en el avión. Ella me dice que en una hora tengo que salir con la mercancía por la puerta de enfrente.

- ¿Ya que tengo una hora, que me sugieres hacer mientras espero? – pregunté.

- No lo sé, dímelo tú

Ella se me acerca con sus labios penetrantes, me empuja y me sienta sobre la tapa del inodoro. Con sus tibias manos me desabrocha la correa como si tuviera mucha sed. Yo la tomo por el cuello y la acerco a mis labios.

Le beso cada extremo de su boca. Le paso la lengua el cuello. Ella trata de morderme y yo a ella.

Cuando entra en mi boca, la lengua de ella protesta. Ella levanta la cola y saca mi miembro con torpeza. Lentamente, comienza a sentarse sobre mi pelvis, y mi mano torpe y estúpida, guía mi pene hacia la entrada de su monte venus.

Ahora nos estamos poniendo serios, me rompe el pecho con sus garras féminas. Me encuentro olvidando mi mandíbula babear y muerdo su hombro para meterme más adentro de su ser. La velocidad se acelera y tengo el orgasmo deseado a la vuelta de la esquina. Mis segundos se convierten en trigo de follar. Miro mis dedos, como si pudieran convertirse en serpientes y se deslizan por su piel tenue. Esto no es lo que esperaba, es mucho mejor. Observo su piel blanca, levanto su rostro mientras ella cabalga y antes de darle un beso... observo detenidamente sus ojos pardos.

- ¡Qué bien coges, ah! – dice ella.

Le beso la boca de manera artística, y nuestras lenguas empiezan a bailar el tango del sexo. Lo único que puedo pensar es en sus jadeos, sus manos rasgando mi piel y mi miembro creando dentro de ella: un carrusel.

Los jadeos se convierten en lágrimas de sexo, y los escucho, cuando me vuelvo uno con ella, mi piel se derrite en la de ella. Cada célula de mi cuerpo grita, no más. Ella es una flor de carne, y yo soy puro placer. Oh, sus piernas se doblan, pero la atraigo más cerca de mí, como si fuéramos un planeta y una luna.

Después de varios momentos, ella gime cuando aprieto mi pene contra su interior y mi cuerpo está demasiado saciado como para preocuparse de eyacular o no.

- Sí, sí, sí... - me susurra al oído mientras me aprieta con sus manos.

Era ella, teniendo un orgasmo plenipotenciario de 20 segundos. Su cuerpo se detenía sobre mí, abrazándome. No nos conocíamos, pero queríamos.

- ¿Te gustó? – pregunté.

- Sí, ¿Cómo te llamas?

- Javier, ¿y tú?

- Chanel – dijo tímidamente.

- ¿Como la marca?

- Ja, ja, sí, como la marca...

- ¿Te gustaría salir algún día? – pregunté

- Sí

Ella se levantó de mi cuerpo, como una estrella separándose de su constelación. Se abrochó la camisa y me deseó buena suerte con la mercancía. Le di mi mayor sonrisa y se fue.

Habían pasado 55 minutos y tenía que lidiar con todos estos paquetes de cocaína, los metía en mi mochila de viaje como pude. Faltaba un minuto para la hora y salí del baño y con mi maleta llena de cocaína deshidratada, caminé cuidadosamente hacía la salida... esperando que ningún oficial policial me detuviera.

Logrado el plan, esperé el auto que me habían indicado en la llamada. Un BMW X3 de color rojo llega al aeropuerto, era el indicado.

Me acerco al coche y en eso, él que conduce también se baja del automóvil.

- Javier Sánchez, ¿es usted?

- Sí, dígame...

- Bienvenido a Los Ángeles, suba al auto por favor...

Durante el camino, el conductor estuvo totalmente callado. Como si fuera un robot sin voz. Después de 15 minutos de trayecto, llegamos a un edificio cerca del hospital de Santa Mónica.

- ¿Llegamos? – pregunté sin recibir respuesta del conductor.

De repente, me llama un número desconocido al celular.

- ¿Aló?

- Suba al tercer piso por el ascensor y pregunté por la habitación 22 – colgaron.

Me bajo del auto y me dirijo al ascensor que quedaba cerca de la entrada. Era un edificio muy alto de 10 pisos. Tenía un aspecto corporativo.

En el ascensor había un hombre calvo vestido formalmente con unas gafas de color oscuro. Por un momento pensé que era Johnny Sins, el actor porno de Brazzers.

Me subo al ascensor y me coloco a un lado del hombre uniformado. A los segundos solo escucho que el hombre dice con voz seria a través de su comunicador: "Ya está conmigo". Era un momento incómodo para mí. Además, noté que el piso tres ya estaba marcado en los botones.

Cuando llegué al tercer piso, era una recepción con colores cálidos y seguido un pasillo lleno de habitaciones. En el escritorio había una recepcionista de edad mayor, con cabello blanco, la cual me preguntó si yo era él de la habitación 22 a lo que respondí que sí.

Me indicó que era la última habitación a mano derecha y me pidió que tocara la puerta solamente tres veces si quería ser atendido.

El pasillo se hacía infinito a medida que avanzaba, con mi mochila negra, yo parecía un nómada en un laberinto sin cortes.

Toco la puerta tres veces como me indicaron y en eso abre la puerta un señor de aspecto chino. La habitación parecía estar sola, el asiático me dice en inglés que deje la mochila en la mesa que me señalaba y que recogiera el maletín que estaba en el piso. Rápidamente lo hago y me retiro corriendo de la habitación.

Llego a la recepción y en eso la señora me mira fijamente como diciéndome que no regresara. Toco apresuradamente los botones del ascensor el cual abre inmediatamente como si me estuviera esperando. Dentro del mismo, el hombre uniformado me da un sobre con unas indicaciones que debía hacer inmediatamente en el momento después de salir del edificio.

Sexo Sin LimitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora