Sexo Sin Limites

Capitulo X - En la Búsqueda

Han pasado días desde el encuentro con Esther... sin duda es un amor prohibido que tiene que terminar para mi bien.

Ha llamado mi mamá... me cuenta que mi hermano está muy enfermo en el hospital. Sucede esto, Juan desde muy joven empezó a tomar. El alcohol era su peor tormento.

- Mamá, todo va a estar bien...- decía yo al oír su voz afligida.

- No lo sé, Javi...

Mi madre y mi hermano viven actualmente en Michigan. Quería que estuvieran seguros y lejos de mis negocios.

- Madre, estaré ahí la próxima semana, ¿Sí? - Está bien mi bebé – decía ella.

Colgué el teléfono, tenía una reunión muy importante con el líder del Cartel de la Esmeralda, uno de los más importantes en México... El Sr. Diomedes. Les debía a ellos mi exitoso escape de Yucatán para huir del "Cartel del Pecado".

Me puse mi camisa favorita, la cual estaba confeccionada de tela de seda de color rojo. Un saco de vestir color negro y unos zapatos Versace. Decidí usar un Uber para no pagar estacionamiento.

El punto de encuentro era en un callejón que quedaba al lado del edificio Nertworth, en la Avenida Oney, cerca de donde yo vivo.

Cuando llegué al lugar, estaba estacionada una camioneta de color negro escarchado. El carro de ensueño de todo jefe. El conductor me invitó a subir a la parte trasera donde se encontraba mi jefe.

- ¿Qué tal? Sr. Diomedes...

- Bien hijo, ¿y tú?

- Bien, muy bien

El Sr. Diomedes me ve como el hijo que siempre quiso tener. Él tiene un hijo único, pero solo se dedica a despilfarrar el dinero que hace el cartel. Yo fui quien le extendió el negocio de la distribución de la mercancía hasta Las Vegas y lo he hecho ganar buen dinero, gracias a mi habilidad de hacer el negocio.

- Hijo, quiero que expandas el negocio...

Ahí estaba yo, hablando con el hombre más poderoso de México. Él cargaba unos zapatos hechos de cocodrilo, un reloj Patek Philippe... que valía más del millón, y un saco de vestir del lino más fino que podías haber visto. El Sr. Diomedes era de tez mestiza, de origen maya, alto, algo robusto y tenía una voz que te recordaba al bajo de una tuba.

- Señor, usted sabe que estoy para lo que sea...

En ese momento, él llamó a un empleado que vivía en

Los Ángeles para comentarle que me tenía que recibir allá. Mientras hablaba, podía escuchar desde muy bajo volumen la voz del empleado por el teléfono que le comentaba "la semana que viene", era difícil de descifrar pues la llamada no era en altavoz. Mientras hubo una pausa en la llamada, aproveché para interrumpir.

- Señor, disculpe, para cuando desearía que esté ahí...

- La próxima semana hijo

- Pero sucede algo, es que...

- ¡Es que nada, tenemos mercancía esperando Javier! – dijo en voz alta mientras yo guardaba silencio.

Durante esa pausa me indicó que en los días siguientes me iba a avisar de quién me iba recibir en el aeropuerto de Los Ángeles. Seguido se despidió y salí del automóvil, luego me apresuré a irme a la casa en un UBER para poder sentirme a salvo. Cuestionar al jefe no es algo que cualquier empleado en mi posición... quisiera hacer.

Poco después, recibí una llamada telefónica de una fuente anónima. La persona que llamó afirmó ser de una aerolínea con la que el cartel trabajaba. Me pidió discreción y también me dio una serie de indicaciones con respecto a la ropa que yo debía usar.

Me dijo además que era "la persona adecuada" para el trabajo por mi historial. Yo estaba muy preocupado por lo que podría deparar mi futuro. Pensé en renunciar a la oferta e irme de los Estados Unidos. Sin embargo, sabía que podían hacerle daño a mi familia.

Pasaron los días y me dejaron anónimamente una carta debajo de la puerta de mi apartamento. La carta decía que debía estar al día siguiente viajando en horas de la madrugada y venía con un anexo que era el boleto de avión. Inmediatamente alisté mi maleta y llevé a mi perro Max a una guardería canina para que estuviera bien cuidado.

Luego me fui al aeropuerto de Las Vegas, para poder viajar a Los Ángeles.