4- CAPÍTULO FINAL. La Torre del Vigía.

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  Entro danzando en la Torre del Vigía

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  Entro danzando en la Torre del Vigía. Los bailarines se han ido alternando, igual que la noche anterior. ¡Cuánta gente hay aquí dándome la enhorabuena! Ningún cortesano se perdería el acontecimiento que tendrá lugar hoy. Y menos yo, la homenajeada.

  La muerte de Betsy es apenas una molestia lejana. Y eso que he tenido que trabajar horas extras junto con Ellen para limpiar la habitación, después de que la policía ha hecho llevar el cuerpo. Ni siquiera he ido a mi apartamento.

—¡Qué accidente tan desafortunado! —decían los forenses—. ¡Primero el suicidio y ahora esto! Se nota que el servicio está nervioso y se descuida. ¡Vaya racha! Si sigue así van a volver a llamarlo El Hotel de los Muertos.

  Un detalle sin demasiada importancia puesto que en un rato celebraremos un rito que sí cambiará mi vida y que es lo que me mantiene eufórica esta madrugada, aunque no he podido dormir: Lady Margaret me va a armar caballero.

  Está todo dispuesto para la ceremonia, incluido el cuchillo gigantesco que se asemeja a una espada. Con él me va a tocar el hombro, igual que los señores feudales a sus vasallos. Ha sido muy divertido contemplar cómo flotaba en el aire, con la hoja apuntando hacia las estrellas, para finalmente caerle entre las manos. Me observa y sonríe con amor. En esta oportunidad la sonrisa también le acaricia la mirada.

  Después de limpiar los litros de sangre, Mr. Grigg me ha preguntado:

—¿Está segura de que desea seguir trabajando en estas condiciones?

—Por supuesto —he expresado de inmediato, moviendo la cabeza afirmativamente—. Tengo toda la intención de cumplir mi contrato.

—No me entiende, Miss. Gillepsie —ha manifestado, rozándome la mano con la suya—. Me refiero a firmar un contrato por tiempo indefinido. Para siempre, igual que la mayoría de sus compañeras. Todas ellas son personas muy especiales, igual que usted.

—Claro que sí, Mr. Grigg, lo entiendo —le he respondido, encantada—. Nada me complacería más que servir a la Dama del Castillo.

  Él me ha observado, afectuoso, y luego ha insistido:

—¿Aunque signifique abandonar sus estudios universitarios? Medítelo bien y me responde en un par de días... Además, deberá servir a una jefa muy exigente... Ya ve lo que ha sucedido con Betsy...

—Lady Margaret me explicó, poco después de que la encontráramos, que Betsy se oponía a su voluntad —he expresado con rabia, aunque pensar en las gaitas, en las amapolas y en los bailes a la luz de la luna me ha tranquilizado—. Estaba celosa porque iba a convertirme en baronesa y a ella no le había prometido nunca tal merced.

—¡¿La dama le ha dicho su nombre?! —me ha interrogado, estupefacto—. ¡Impresionante!

—Sí, me ha comentado que se llama Margaret Shaw.

—¿Sabe, acaso, lo que ello acarrea? —me ha preguntado, indeciso—. ¿Tiene idea de cuál va a ser su labor?

—No, confío en Lady Margaret, lo que ella disponga para mí lo aceptaré sin discusión —le he respondido, convencida—. Sé que me desea lo mejor.

LA HABITACIÓN 117 (terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora