Capítulo 3: Dorminium

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Caímos los dos juntos tomados de las manos, nuestros gritos eran fuertes, y no lo soltaba a mi hermana por nada del mundo. Mi garganta comenzaba a dolerme de tanto gritar y mis ojos estaban tirando lágrimas hacia arriba por la fuerza que se impactaba en mí rostro al caer.
Con mucha fuerza, acerque a Mabel a mí cuerpo y la abracé, comenzamos a dar vueltas por el aire.
Todo estaba oscuro, era un profundo agujero que parecía no tener un final. No podía ver nada, solo sentir el cuerpo de mí hermana y podía escuchar un zumbido en mi oído derecho. Era como un vórtice en el que nos inmovilizábamos. Pero sabría bien que este pozo tendría su fin en algún momento mientras caía y todos mis cabellos se soltaban y mi sobrero de lana se perdía, nos golpearíamos contra algo sólido, y moriríamos. Ambos. Pero antes de que pudiera pensar que nos impactaríamos en algo sólido. Sentí como nos zambullimos en un líquido frío como varios cubos de hielo se introdujeran por mis venas, mi garganta, todo mi cuerpo en general. Caímos hasta lo más profundo, como dos balas que impactan dentro del agua y el peso las arrastra hasta la profundidad. Sentía toda el agua por mi cuerpo arrastrándose entre mis ropas, mi cabello, mis manos, agua tan fría como la del Polo Norte.
Nade a la superficie con Mabel agarrada a mí mano, estábamos en un pozo rebosando de agua oscura, miré hacia arriba y vi una hilera de antorchas que giraban a la mitad de la estructura que iba hacia arriba, tan arriba que apenas podía distinguir un circulo blanco que era la luna en el cielo viéndose a través del pozo. Podía ver, pero con algo de dificultad. Era la única luz que nos proporcionaban las antorchas colocadas en las paredes circulares, y por lo que la luz nos daba a ver era que estábamos en un pozo muy grande, el único lugar con contacto con el cielo nocturno era un hueco, el hueco por donde caímos, eran hectáreas de agua bajo tierra cubiertas por un techo de piedras grisáceas. Parecían ser como alcantarillas viejas.
Me gire hacia Mabel y notaba que se dificultaba para nadar, así que la tome de su mano, tire de ella hacía mí y la abracé para asegurarme de que no se ahogara. Comencé a patalear con fuerza para mantenernos a flote. Todo estaba oscuro, la única luz era la tenue y lejana, luz del fuego de las antorchas, no podía nadar por miedo a toparme con algo que me haga caer con ella en mi cintura y ahogarnos.
Me volví a mi izquierda y observé a duras penas una rama de árbol vieja. Solté a mí hermana y empuje contra esa rama. Luego yo nade hacía esta y me sujete.
— ¿Estás bien? —Fue lo primero que pregunté al escupir el agua que se había quedado en mí boca, la cual no era salada, sabía a la de la llave. Debíamos de estar en alguna parte de las alcantarillas sin duda alguna. Si nadábamos lejos, podríamos llegar a algún lago, y salir vivos de ésta.
— ¡Sí! —respondió gritando.
La rama comenzó a seguir su propio camino por las corrientes de ésas extrañas aguas. Nos mantuvimos así casi por varios minutos, hasta que después nuestros ojos nos dolieron al estar al contacto de la luz de unas antorchas en lo alto de las paredes de un largo túnel y entonces pudimos ver en donde estábamos; mis deducciones eran acertadas, la alcantarilla. Las paredes circulares hechas de ladrillo gris. Pero, eso no era lo que a Mabel y a mí nos dejó impactados.
Estábamos rodeados de cosas gigantes flotando en el agua; había una caja de cerillos de cartón que estaba a punto de destruirse por estar mojada, unas muñecas Barbie enormes. Si Mabel fuese una niña normal le habría encantado. También se hallaban unos libros gigantes en los que te puedes ir y usar como balsa, sus páginas estaban mojadas y amarillas. Pero, aparte de cosas gigantes, sobre estas se encontraban niños de nuestra edad o menos haciendo preguntas como: "¿Dónde estamos?" "¿Qué pasa?".
Yo, obviamente buscaba algo en lo que pudiéramos irnos flotando secos sin sostenernos de una rama de árbol. Había un mar de objetos enormes en los cuales poder viajar, en uno de los libros se hallaban dos niños parecidos a la edad de Mabel.
Una zapatilla gigante que estaba a flote sin problemas estaba a unos metros de nosotros. Sobre ella estaba una niña de pelo rubio y largo, con ojos verdes. Se volvió y nos miró a nosotros, nos hizo señas de que fuéramos con ella al vernos en medio del agua, mojados y a merced de una rama de árbol. A su lado pude ver un chico de cabellos ondulados, no tan largo como el mío, era de melena castaña clara.
— ¡Vengan! —Nos dijo la chica, parecían ser de mi edad.
— ¡Mabel! —Exclame, conmocionado. Ella estaba mirando todo, ella estaba asombrada.
— Lo sé.
— ¡No eso! Hay que pasarnos nadando hacía esa zapatilla ¿Está bien? —Expliqué.
— ¡Ah!, Esta bien.
Primero fui yo. La corriente era demasiado fuerte mientras intentaba nadar. No creo que Mabel se la pase bien nadando, así que, el chico y la chica me ayudaron a subir al zapato, y cuando estaba sobre éste, bajé las dos manos al agua esperándola. Cuando ella se soltó. Comenzó a nadar con fuerza, y más fuerza. Parecía un perro chihuahua intentando no ahogarse. Hasta que por fin. Me tomó de las manos y yo de los brazos. La levanté con fuerza y la metí en la zapatilla sin dejar que la chica nos ayudará.
— ¿Están bien? –Nos preguntó ella, tenía los ojos llorosos.
— Sí —respondí sin soltar a mi hermana.
— Mi nombre es Joanna. —Nos saludó ella con una gran sonrisa de oreja a oreja mostrando una hilera de dientes blancos— Él es Marco.
Estaba sentado en una esquina del enorme zapato donde nos encontrábamos. Lo primero que hizo Mabel fue abrazarme, yo hice un ovillo abrazándola, haciendo calor corporal. Sabía que se iba a sentir mal dentro de poco, debido a que la zapatilla se balanceaba y a Mabel le darían nauseas.
— Gracias, mi nombre es Dustin. Ella es Mabel. —Respondí con una sonrisa— ¿Sabes por qué estamos aquí?
— Ni idea. Intenten dormir. Cuando lleguemos a algún lugar les avisaré —Nos dijo ella. Asentí, pero obviamente no quise quedarme dormido. Ella se fue a sentar a un rincón de la zapatilla, su cabello le llegaba a la cintura y era de color rubio dorado.
— Dustin, ¿Adónde vamos? —Me preguntó mi hermana.
— No sé Mabel, intenta dormir. —Dije intentando relajarla de cierto modo. Pronto se quedó dormida, y yo también sin intención de hacerlo.

Sleepwalkers Vol.1 El SenderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora