Después de que nos haya dado una mini clase de lo que aprenderíamos durante el mes que tenemos, salimos al comedor, que estaba en un salón enteramente enorme, bien iluminada, con ventanales enormes que llegaban hasta el techo, el salón estaba lleno de chicos que no alzaban los dieciocho años si a lo mucho y chicos menores que no eran menos que de trece años. Todos vestían de colores muy bonitos, tenían peinados excéntricos con mechones de cabello de colores extravagantes.
Con bancas circulares de mármol blanco en un patio techado, y con bellos jardines botánicos saliendo por doquier, pasto verde salía del piso de baldosas rojas y blancas, hasta lo más profundo de la habitación se hallaba sobre una tarima, una tres mesas larguísimas, y más atrás en la pared de ladrillos de roca que se veía cubierto por una preciosa enredadera, habían seis columnas de mármol blanco con preciosas estatuas blancas que parecían provenir dela antigua Grecia.
Nosotros que usábamos ropas sosas, grises y sin mucho color, sin cabello de colores, y que no nos movíamos con la agilidad que ellos, éramos como palomas entre flamencos. En la mesa del bufete, se encontraba una fila larga, me daba flojera de solo verla. Fui acompañado de Joanna y Marco, los dos llevábamos dos platos grandes, en el momento en el que nos acercamos al bufete, no conocíamos ninguna comida, así que, solo tomamos lo que se veía normal.
Iba a poner la mano en la pinza para tomar unas Fresania pero antes de que pudiera hacerlo, una voz masculina dijo:
—Yo no las tomaría en tu lugar. —Me volví, era un chico alto, usaba ropas plateadas y negras, tenía collares y anillos muy coloridos de distintos cristales, con dos rayas de color plateado y negro en su mejilla, tenía ojos rasgados, con un corte de cabello muy raro pero original, con dos rayas en su cabeza perfectamente delineadas, me fije que tenía perforaciones en su oreja derecha y en su nariz, con mechones de pelo plateado entre su melena negra. —Son muy picantes.
— ¿Qué me recomiendas que tome? —Le pregunté. El me apuntó con su largo brazo hacia una bandeja con un contenido muy raro, eran como gomitas de colores, pero del tamaño de un perro chihuahua. Alcancé a leer la palabra en una placa metálica «Macross»— Son deliciosas, en la vuelta tomamos unas cuantas, olvidé tomarlas.
—Claro. —Logré mirar que en su cuello había un tatuaje de unas siluetas extrañas volando a través de una esfera blanca. Eran unos tres murciélagos cruzando la luna blanca. —Bonito tatuaje.
—Gracias, todos aquí tenemos al menos uno. —Respondió mientras tomaba las pinzas del Embutido de queso blanco con trocitos de esferas naranjas y llevaba unas cuantas a su plato, e hice lo mismo, mientras que Joanna y Marco me imitaban.
—Yo no. —Respondí.
—Lo tendrás, es una tradición importante en los Sleepwalkers. Cuándo un Despertano se convierte en Sleepwalker, a veces, suele ponerse uno que otro tatuaje. —Dijo el chico. Se veía de unos catorce años— Aparte, se ven bonitos, muchas veces deciden ponerse su miedo Despertano, u otras veces el escudo de su equipo. Yo me tatué mi miedo Despertano; murciélagos.
— ¿Cuál es tu nombre? —Le pregunté mientras dábamos la vuelta a la mesa al otro lado.
—Me llamo Elías Wong. Un placer, señor...
—Kimberly, Dustin Kimberly —con sus pinzas tomo un pedazo de pastel rosa, que yo también hice lo mismo, y en seguida, Joanna y Marco— Entonces, ¿Soy Sleepwalker?
—No, todavía no. Eres aún un simple Despertano en proceso a convertirse en uno.
— ¿Tú ya eres uno?
— Sí. Soy de cuarto nivel. —Tomó un Macross, qué en seguida, yo igual, y así, también Joanna y Marco. —Yo te recomiendo que ya con eso, lo demás es muy picoso. Adiós, señor Kimberly.
—Hasta luego señor Wong.
Y lo mire alejarse de la mesa del bufete y acercase a una mesa rectangular con otros chicos de su edad que se veían muy extravagantes con tatuajes, perforaciones y mechones de pelo de colores distintos. Yo y mis amigos decidimos sentarnos con Aylin que se veía muy solitaria en una mesa comiendo un emparedado de algo que parecía muy elástico y dulce. Deje caer el peso de mi cuerpo a una silla que quedaba enfrente de Aylin. Joanna se sentó a su lado y Marco a un lado mío.
—Hola. —La saludé mirando lo que comía, el pan era verde, era raro. — ¿Qué rayos estas comiendo?
—Hola. No recuerdo el nombre, pero sabe bien. —Respondió dándole un grande mordisco. —Sabe cómo chicle, o algo así. ¿Quieren?
—Yo sí —Dijo Joanna. Aylin le quito un enorme pedazo mientras que la sustancia rosa se estiraba como queso derretido. Se estiró tanto hasta que finalmente se partió a la mitad de la cosa que parecía ser un chicle para mascar. Se metió el pedazo de sándwich verde a su boca y comenzó a morderlo con dificultad. Luego, finalmente lo tragó sin dificultad. —Sabe bueno, sabe cómo helado de fresa, chocolate y chicle de uvas.
Mire con asco el sándwich, realmente no me gusta lo dulce, me gusta los salado y lo picoso, en especial los dulces mexicanos que traía mamá de su trabajo ¡Eran tan buenos! Ahora creo que nunca volveré a probarlos. Marco tomo un pedazo del sándwich haciendo que la sustancia rosa se estirará tanto hasta que se rompiera.
— ¡Eh! —Le riñó Aylin. Marco se metió a la boca el pedazo y comenzó a masticarlo. Hizo una bomba de chicles y luego la mordió haciendo explotarla bajo sus dientes blancos y grandes.
— Me encanta el dulce. —Añadió mientras masticaba el chicle y luego lo tragaba, creo que eso estaba mal, hacía daño al estómago, creo.
— Yo prefiero lo salado o lo picante. —Repuse.
—Y, ¿Cómo te sientes al ser nuestro líder? —Me pregunta Aylin con una sonrisa de oreja a oreja.
—Confuso. ¿Qué haremos como equipo? ¿Un partido de fútbol soccer? —Repuse.
—No, idiota. —Bufó Marco. —Durante todo un mes, los dos grupos demostrarán si son Sleepwalkers, ¿Y cómo lo haremos? Haciendo una serie de pruebas, en las que, usaremos nuestra inteligencia y fuerza.
— ¿Qué pruebas? —Pregunté.
—Dijo que durante la primera semana del día trabajaríamos con la Institutriz Mariana G. Qué es la encargada del museo del orfanato, ella será como nuestra maestra de historia. Luego, en la segunda semana intentaremos hacer ejercicios físicos en los que usaremos nuestra valentía. —Respondió Marco.
—Sigo sin saber de qué sirve un líder y dos equipos en todo esto. —Refunfuñé.
—Porque en la tercera semana, los dos equipos pelearan el uno al otro en la Gran Arena. —Respondió Joanna. — Tú eres nuestro líder, tienes que orientarnos.
— ¡Qué flojera!
Comencé a comer la comida que había en mi plato, sabía buena, no tanto como la que hace mamá o Albert, pero pues, estaba bien. Después de comer en la cafetería salimos por las puertas dobles y encontramos a Alberto esperándonos en la entrada, todas las chicas de inmediato nos movieron a todos los hombres hasta el fondo del grupo. Nos llevó a unos pasillos hacia arriba, subimos varios escalones, sentía que mis piernas se romperían en cualquier momento. Hasta que finalmente llegamos a un pasillo largo, que estaba decorado, como toda la casa, con retratos de pintores famosos; Frida Kahlo, Dalí, Leonardo Da Vinci, entre otros.
Nos encontramos finalmente, delante de una puerta de madera grande con la chapa dorada con incrustaciones de diamante. En el techo, arriba de la puerta, se encontraba una placa metálica que decía; Salón de Aprendizaje Sleepwalker. Debajo de esas palabras, en letras doradas decía: Museo, Biblioteca y salón de clase, cuidada por la institutriz y maestra Marianna G. Con letras cursivas y verdes. En la puerta está escrita; «Tengan respeto por este pequeño pedazo de sabiduría y aprendizaje. Este lugar es inteligente y amable. Trátenlo como les gustaría ser tratados, si no Sufran de las consecuencias. Atentamente; Institutriz y maestra, Marianna G.» Al parecer Marianna no es nada agradable.
—Hey, mira eso —me apuntó Marco. —Algo me dice que no es buena onda esta profesora.
De inmediato imagine a mi profesora de física, una mujer huesuda, de cabello cano, anciana, con arrugas en todo su cuerpo, siempre usando vestidos largos hasta los tobillos, y de color gris, sin vida. Con un ojo en blanco, un ojo sin vida. Era regañona, pero su vida me daba lástima, sus hijos habían muerto el día de sus bodas, y su nieto tenía una enfermedad, leucemia.
Alberto abrió la puerta, pude mirar un salón muy grande, de baldosas de mármol, con mesas de trabajo largas donde se hallaban jóvenes estudiando o leyendo libros. Entramos en el salón y pude observarlo mejor. Había hileras e hileras de estanterías altísimas que alcanzaban el techo. En el suelo y en las mesas de trabajo había pilas de libros de pasta dura y gordos. En el centro de la sala se encontraba un enorme pedazo de tierra flotando en sima de una esfera azul con coordenadas, por debajo tenía una placa metálica que decía: «Somniis» Alrededor de las tierras fértiles que tenían árboles de tamaños extraordinarios y de colores hermosos, a través de cielos hermosos, había una área de agua flotante, en un pequeño rincón se encontraban unas cuantas islas que parecían tener nubes verdes sobre estas de color negro, como el humo que invade una ciudad urbana y sobre poblada. Con un pedazo de papel viejo flotando sobre este diciendo: «Islas Prohibidas».
Me volví hacia mis compañeros que admiraban todo el salón entero. Había cuatro plantas, las escaleras de caracol estaban decoradas con pinturas de flores y arcoíris. Alberto se mantuvo delante de nosotros como si esperara a que alguien llegara. Y justo en ese momento exacto llegó una chica de estatura corta con vestimentas nada parecidas a las que usaban los Sleepwalkers, con su cabello recogido con mechas de color verde claro. Con una placa de plata en su blusa morada diciendo «Marianna G.» Al parecer ella sería nuestra maestra.
—Hola, Marianna. —Saludo Alberto dándole un abrazo, aunque tuvo que agacharse para abrazarla.
—Hola, Alberto ¿Son difíciles? —Preguntó ella, tenía una voz tan fina y aguda, era muy linda, con mejillas rojizas, es imposible que una mujer tan linda pudiera ser tan mala. De inmediato, me di cuenta que las admiradoras de Alberto miraron con el ceño fruncido a Marianna.
—No, para nada. Las chicas son muy atentas por cierto, siempre hacen caso. —Respondió Alberto. Se volvió hacia nosotros. —Bueno, chicas y chicos, los veré luego, Mariana les dará un tour por los salones del aprendizaje, y si me preguntan, mi lugar favorito es la biblioteca. ¡Adiós, Marianna!
Las chicas solo observaron con desilusión como se alejaba y salía por la puerta. Marianna miró sus rostros desilusionados y dejo escapar una leve risita entre dientes.
—Pues, hola. Mi nombre es Marianna y me alegra conocerlos, este es nuestro pequeño salón de aprendizaje.
— ¿Pequeño? —Riñó una chica desde el fondo.
—Bueno, grande. ¿Mejor? —Corrigió con una sonrisita. —Este es un lugar sagrado, aquí los salones de lectura o aprendizaje tienen que tratarse con mucho cuidado o verán ciertas amenazas, no es broma. Yo soy una de las tres dueñas de estas salas de aprendizaje y cultura. Yo soy la tercera, la primera es nuestra institutriz Raíza y la segunda es Fátima. Estos salones cuentan con más de 700 millones de libros con información distinta cada uno.
— ¿Esta es la biblioteca? —Pregunta otra niña diferente. Marianna sonrió.
—No, esto apenas es un salón de estudio. —Respondió. —Y lo que hay detrás de mí es un mapa de lo que es todo el país de Somniis, este pequeño, pero extraordinario, santuario, está dividido en seis reinos, tres de ellos están abandonados por razones de las antiguas guerras. Y siete islas. Ónix es el primer reino. El reino de las piedras negras y la belleza furtiva. El reino de Rublick, el palacio de los cristales purpuras y de los ciudadanos más valientes. El tercero es Chesterwick, la parte salvaje y natural de Somniis. Zafiro, los reinos sabios e inteligentes. Dónde la inteligencia es el privilegio. Las Playas Saladas, donde el mar es un mundo más. El Cielo de Mármol, donde los rayos eran elaborados. Cada reino, tenía su rey y reina, todos eran hermanos entre ellos, una reina se hacía cargo de un reino y otro rey de otro.
»Hacía muchos años, cuando los primeros hermanos bendecidos llegaron a Somniis, decidieron que entre ellos seis dividirían su nación en seis reinos, uno para cada quién. Pero, el menor, un chico que corazón oscuro e intenciones maliciosas decidieron enviarlo a las Islas Prohibidas, el lugar más hostil de estas tierras, un lugar donde las pesadillas nacían, la maldad lo atrapó y lo sumergió en un mar de odio.
»Y, el coco mismo, decidió ayudarlo con sus planes de venganza hacia sus hermanos, dándole una espada de maldad y odio, que con solo tocar la hoja, aquel persona que fuese afectada, sería maldecida con un veneno que lo haría fiel al chico. Y así, el joven creo su ejército para luego tomar manos a la obra y buscar venganza. Pero, Morfeo conocía sus ideas desde un principio, así que, este mismo decidió darles una espada a cada uno de los hermanos, cada espada daba un don distinto.
»Hubieron grandes guerras, donde, los Sleepwalkers estuvimos involucrados. Estas guerras duraron años sin descanso, hermanos contra hermanos. Hasta que, finalmente una noche de abril. Los Maldecidos crearon su propia raza de Sleepwalkers malvados; Tenebras, personas que no tenían poderes a través de sus pesadillas, era una raza que se convertía en su propio temor. Esa misma noche un ejército de Tenebras vino a nuestro Orfanato y lo atacó, pero. No fue suficiente porque, a pesar de que ellos nos querían fuera de su camino, los grandes seis reyes lograron acabar con la tiranía de su hermano menor. Pero, claro, no todo fue arcoíris y colores bonitos, el rey de los cielos y el rey de los mares murieron esa misma noche. Y también su hermano menor.
»Ahora, las reinas Andrómeda, Irina y Belanova viven en sus reinos como normalmente lo hacen con sus propias espadas, preparadas para la guerra. Andrómeda vive en Chesterwick, el mismo lugar donde ustedes la encontraron. Esa era. Belanova, la reina de Zafiro e Irina, reina de Ónix. Las tres hermanas sin hermanos. Es una historia un poco triste.
Note como se pasaba un pañuelo que había sacado de su bolsillo y se lo frotaba por sus ojos. Estaban llorosos. Algo me dijo que ella había estado relacionada con esa guerra. No me quiero imaginar. Un lugar que se creó como un refugio de paz y armonía destruido y corrompido por el odio, envidia y sed de venganza. ¡Ja! Igual que en la biblia.
— ¿Usted participó en esa guerra? —Preguntó Aylin que estaba detrás de mí. Marianna inhaló fuerte y exhaló, se quitó las manchas de lágrimas que dejaron por sus mejillas sonrojadas.
— No. Claro que no, ni siquiera nacía cuando ocurrieron estas guerras. —Nos sonrió como si no hubiese estado llorando apenas unos segundos atrás. —Pero, mi abuela participó, y pues, no siempre es bonito. Y murió lamentablemente. Fueron días oscuros para ese entonces.
No podía creer que hubiera tantas guerras, dolor y pena. Escaparon de un mundo para evitar las guerras y ahora que llegan crean las suyas. Es un poco triste y sin sentido.
—Ahora, si desean acompañarme les enseñaré los salones de estudios. —Caminó hacia las escaleras de caracol para subir a la segunda planta seguida por nosotros. Cada salón era cada vez más interesante, había habitaciones donde había varios alumnos de distintas edades tomando nota. Los salones estaban personalizados según la materia que fuese. Si era de idioma. Llevaban a un mismísimo maestro de aquel dialecto a enseñarles él mismo sus enseñanzas con decorados de letras flotando, como si fuese una nube de palabras sobre las cabezas de los chicos en el techo. Otro salón de ciencias naturales de Somniis estaba decorado con flores, plantas y árboles en toda el aula. Y los alumnos estaban sentados en un césped y su maestro sobre un tronco. Lo más curioso es que en ningún rincón de esos lugares había mínimo una pequeña pila de libros, no podía haber un lugar donde no hubiera al menos un estante lleno de libros.
—Es un lugar extraordinario. —Exclamó Joanna. Advertí que Marianna nos miró por el rabillo su ojo izquierdo. Realmente a mí también me gustaba leer de vez en cuando, pero me gustaba que fueran literatura de ciencia ficción o Fantasía por ejemplo.
— ¿Te gusta leer? —me preguntó Joanna.
— ¡Sí!
—A mi igual, pero solo fantasía o ciencia ficción. Los demás me aburren mucho. Mi hermana es a quién le gusta leer.
—Oh, sí. ¿Mabel? ¿No?
—Sí, así se llama.
Finalmente llegamos a un salón donde los había ventanales con vitrales muy hermosos de dibujos de muchas cosas extrañas; flores, soles, esqueletos con rosas en sus ojos. Una fuente en medio del salón de piedras azules y conchas marinas. Muy hermosa. El agua saliendo a chorros azules que brillaban con intensidad, con una diosa venus en medio de la fuente. Columnas de mármol envueltas en enredaderas llenas de flores hermosas, en rincones alejados había estantes llenos de árboles con pinturas famosas en salas de estar frente a sillones que quedaban junto a una chimenea humeante.
—Este es el salón de estar de Cultura, ustedes pueden venir aquí a leer, o hacer pinturas. Aquí ustedes pueden aprender todo lo necesario de la cultura Despertana. Y jamás olvidar de donde venimos nosotros los Sleepwalkers. —Dijo Marianna extendiendo los dos brazos mostrando todo el salón de cultura Despertana. — ¿Qué están esperando? Vayan a visitarla.
De inmediato el grupo entero se dispersó para irse a distintos sectores a ver cómo era, que al parecer era como un museo donde las cosas se podían tocar, eso es genial. Joanna y Marco se quedaron conmigo al notar que no los acompañaba. Mariana nos miraba a todos observando bien que era lo que hacíamos. Me acerqué a Mariana y le pregunté:
—Disculpe, ¿Usted sabe a dónde se fueron los niños más pequeños de nuestro grupo? —Le pregunté pero no pudo contestar, ya que, un joven de unos quince o dieciséis años de cara redonda, ojos chicos, con el cabello negro azabache revuelto sin peinar con mechones de cabello rojizo. Se veía cansado, puesto que, tenía la barba y las patillas descuidadas, con ojeras, su ropa descuidada y llevaba una pila de libros en sus manos. Parecía que solo estuvo estudiando toda la noche de ayer.
—Marianna, ¡Finalmente acabe mi tesis sobre los libros del siglo veintiuno! —Exclamó el joven acercándose a la muchacha.
— ¡Qué alegría me da Emanuel! ¡Por fin dentro de unas semanas podrás trabajar en la biblioteca! —Exclamó Mariana con alegría.
— Iré con Fátima haber sí acierta en el examen —respondió Emanuel. Recordé a la institutriz Fa, de labios carnosos y rojizos por el labial de color carmín. Con ojos verdes, cabello larguísimo y negro con un mechón de pelo de arcoíris. De inmediato, el joven pasó por mi lado con dificultad por la pila de libros.
—Perdona, ¿Qué me preguntabas? —Se volvió hacia mí, Marianna con su bonita y carismática sonrisa.
—Sí, este, ¿No sabes si el grupo de los más pequeños pasó por algún lado? —Volví a preguntar.
— ¡Oh, claro Los pequeños novicios! ¡Son tan lindos! A esa edad tienen la oportunidad de conocer la inocencia de Somniis.
—Bueno, ¿no ha visto a una niña llamada Mabel?
— ¡Oh, Mabel! La niña Kimberly. Es una niña muy lista, le gusta leer. ¿De dónde la conoces? —Dijo Mariana con una enorme sonrisa en su cara formando un par de cachetes regordetes y sonrojados.
—Es hermana mía. Solo quería saber si estaba bien. —Respondí.
—Está muy bien que preguntes por ella. Los hermanos son los mejores amigos que cualquier persona pueda tener. —Repuso. —Además de que es una niña muy lista y linda, hay que estar atentos de que nada le pase.
Los rayos solares de la tarde comenzaban a brillar con intensidad a través de los vitrales iluminando toda la sala con un filtro de luz muy hermoso. Los cabellos castaños y verdes de Marianna comenzaban a iluminarse de manera muy bonita, y sus mejillas sonrojadas a tomar un tono más colorado.
—Disculpe, tengo otra duda. ¿Cómo es posible que sepan cuántos somos en total y la edad que tenemos? —Pregunté una vez más.
—Bueno, eso es algo complicado, jamás hemos sabido el porqué, pero siempre, cada año, veinte niños de trece años y diez niños de ocho años a nueve, mueren sus padres sin explicación alguna y vienen aquí a Somniis. No hay alguna explicación a ello. —Respondió Marianna poniendo una cara de desanimación.
—Oh, gracias. —Me di media vuelta y no esperé a que Marianna me dijera otra cosa, así que, me dirigí en dirección con Joanna y Marco que estaban sentados en la sala, Joanna comiendo unos panques y Marco viendo un programa de televisión. Dejé caer mi peso sobre el sillón y me acomodo en él. El programa era de esos shows nocturnos en los que las personas eran participantes para hacer algo que podría hacer que perdieran su dignidad a cambio de mucho dinero.
— ¿Qué miran? —Les preguntó. Noté que Aylin viene hacia nosotros con un enorme libro. Llega y se sienta junto con Marco y se pone a leer el libro.
— Un programa que veía antes Canta y no pares. —Respondió Marco mirando como una mujer mayor se ponía a cantar mientras la sumergían sentada en un columpio a una piscina llena de serpientes y agua.
— Trata de que las personas hacen cosas mientras cantan, pero no deben desafinar ni dejar de cantar, mucho menos gritar. —Añadió Joanna. —Lo veíamos todos los viernes por la noche.
Su voz se escuchó tan nostálgica. Extrañando ese pasado que parecía apenas una ilusión que sucedió en un sueño, y el presente una pesadilla inmortalizada.
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Sleepwalkers Vol.1 El Sendero
FantasyHay un lugar donde todos los sueños y las ilusiones se reúnen. Un lugar habitado por seres inimaginables. Un lugar qué también es el hogar de las pesadillas y el miedo. Y hay que irse con cuidado por estos oscuros lares.