Once |final|

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Un año. Ambos cumplían un año de conocerse. Kouki se sentía muy feliz, tanto así que no paró de saltar durante toda la mañana y tarde. Le fue un tema sin interés el que tal vez pueda sufrir una caída que acabaría con su vida ya que pensar en que podría cumplir muchos años conociendo a Akashi lo hizo más feliz que cualquier cosa.

—Traeré un telescopio para ver las estrellas, Kouki—el castaño se sorprendió con aquel aviso—Mi padre saldrá y nosotros podremos pasar la noche juntos.

Furihata no pudo evitar sonrojarse. Aquello le sonó como una proposición que se sintió nervioso en tan solo pensar que pasaría la noche con Akashi. No es que sea su primera noche, ya habían pasado varias en realidad, pero ese día era especial que Kouki no pude evitar la presión que él mismo se ponía.

— ¿Te quedarás a dormir aquí, Sei?—preguntó Kouki dudando.

Akashi asintió—Traeré mantas y alimentos. Será algo parecido a una pijamada—el pelirrojo sonrió para sí mismo—Vaya, jamás pensé decir eso.

Furihata rió al ver la reacción del más grande.

Así las horas fueron pasando y pasando, y la noche cayó para dar inicio a una agradable velada. Furihata esperó a Akashi y por mientras empezó a ver las estrellas. Cada una brillaba con mucha intensidad y parecían ser pequeños diamantes invadiendo la oscura noche.

Kouki sintió un frío espeso atravesar sus prendas repentinamente lo cual causó en él un sentimiento de preocupación.

De pronto, en el cielo notó una estrella fugaz. Enseguida recordó haber leído en un libro que si pedias un deseo mientras la brillante esfera hacia su recorrido por el cielo se cumpliría lo que pediste.

Furihata junto sus manos y cerró los ojos avellana. Deseo con todas sus fuerza durante unos segundos. Lo deseo tanto que incluso pensó que algo en su corazón ardía con intensidad.

Cuando Kouki abrió los ojos notó que su cuerpo brillaba. Fue como si la estrella fugaz hubiera salido del cielo y su luz prendió el cuerpo del pequeño.

El castaño se sentía confundido. Alzó sus manos y las observó. El brillo era más intenso en su pecho.

Fuerte y tibio. Tal y como cuando estaba con Seijuurou.

— ¡Kouki!—gritó el pelirrojo entrando a la habitación. Poco le importó el que llevara el telescopio ya que lo tiró a un lado. Lo único que le interesaba era saber que pasaba con el castaño, quien en ese instante brillaba con una intensidad tan cegadora que tuvo que detenerse para cubrirse los ojos.

— ¿Sei?—habló Kouki resonando su voz en la habitación como un eco— ¡Sei!—el castaño estiró sus manos con el deseo de querer acercarse a Akashi. No sabía que pasado, tan solo recordó repentinamente el sueño que tuvo hace días y su cuerpo se cubrió por un sentimiento de desesperación. No quería alejarse de Seijuurou. No aún.

— ¡Espérame, Kouki!—el pelirrojo avanzó un paso más. La luz se intensificó tanto que los ojos de Akashi ardieron durante unos segundos— ¡¿De dónde viene esa luz?!

— ¡N-No lo sé! Yo...yo estaba viendo las estrellas y entonces...—Furihata observó cómo Akashi se esforzaba por dar unos pasos más. Sus ojos avellana se cristalizaron. Sus manos temblaron ligeramente pero su corazón empezó a desesperarse aún más—Sei, creo que tengo que irme.

El pelirrojo frunció el ceño confundido. Apenas podía observar el aura de Kouki pero logró oír aquellas palabras claramente. ¿Irse? Kouki no tenía permitido irse. Simplemente no podía abandonarlo y dejarlo a merced del destino.

— ¡No digas eso, Kouki!—Akashi sintió que una daga atravesó su pecho. Se sentía helado. Apretó los dientes tan fuerte que pensó que se romperían— ¡No puedes irte simplemente! ¡No sin mi autorización!

Kouki sintió una felicidad pequeña revolver su cuerpo. Akashi no cambiaba nunca y esperaba que nunca lo haga. El castaño empezó a ver como sus manos empezaban a ponerse pálidas, casi transparentes.

Se asustó.

Sintió mucho miedo.

No quería desaparecer.

No quería alejarse de Akashi.

—Sei ¿Vas a estar bien, cierto?—Lo que Furihata dijo lo expresó con tal fuerza que se escuchó como si fuera una súplica. —Sei, serás...serás alguien increíble.

— ¡Kouki, deja de decir eso!—Akashi quería detener todo. El tiempo, el momento y los sentimientos. Todo. Sentía un dolor inmenso recorrer cada centímetro de su interior.

Duele.

— ¡Vas a ser feliz!—El castaño gritó cerrando las manos enseguida sintió unas gotas frías caer en sus manos. Lágrimas. Furihata nunca pensó que lloraría como los humanos. Sus dedos rozaron sus mejillas y aquellas gotas seguían cayendo una tras otra. Era lamentable todo lo que pasaba.

Kouki no quería irse. Temía desaparecer de la vida de Akashi pero por otra parte no podía hacer nada. Algo dentro de él le decía que era hora de irse. No sabía a donde ni porque pero tenía que dejar al pelirrojo.

"Entonces... ¿Cuál fue el propósito de haber vivido?"

— ¡Kouki, no puedes irte! ¿Sabes lo que estás haciendo? ¡Me quedaré solo de nuevo!—El castaño miró a Akashi. Su rostro se veía triste y desesperado. Los ojos, rojo y amarillo, empezaron a cristalizarse.

Las lágrimas de Akashi cayeron sobre la alfombra ocasionando que un temblor resonara en sus oídos.

—Sei, por favor no llores—Furihata notó cómo los ojos de Akashi lo miraron con absoluto pánico. Estaba empezando a desaparecer, poco a poco, pero lo hacía. No sabía cómo detenerse pero muy pronto se iría.

—Kouki...—El pelirrojo estiró su mano. No estaba cubriendo sus ojos y la luz empeñaba su vista por completo. Pero Akashi siguió acercándose. Las palabras le salían como pequeños susurros y temía que se le acabase la voz.

—Recuérdame, Sei—Kouki sonrió mientras las lágrimas rozaban sus labios— ¿De acuerdo?

Kouki brilló con tanta intensidad que la habitación se vio bañada por aquella luz. Ningún rincón se quedó oscuro.

Segundos después Furihata había desparecido.

Akashi bajó los brazos temblorosos. Miró hacia la ventana y no vio al castaño, tan solo notó una estrella iluminar fuertemente en el cielo.

Aquella noche Seijuurou lloró hasta quedarse dormido.



Little doll |AkaFuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora