nueve.

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Ya es domingo, y el rosa pálido de la habitación me devuelve la mirada.

Podríamos llamar una "mala costumbre" escuchar la música demasiado alta, aunque yo prefiero llamarlo "consejo para sobrevivir en el día a día".

Si algún día escribo una guía de sobrevivencia escribiré en la primera página "Música" y a su lado "A poder ser alta".

En la segunda página pondré a letras azules; "Escribir".

Muchas noches como hoy me desvelo en medio de la madrugada y en la mayoría de las veces no consigo conciliar el sueño.

Me levanto de la cama y me acerco a la ventana. Hoy el cielo está nublado y la luna no se ve. Tampoco las estrellas. De hecho, la única luz que entra en mi habitación es de la farola de la calle.

Abro las cortinas por completo y las sujeto a ambos lados de la ventana. Apoyo la mejilla en el frío cristal y suspiro agradecida del contraste con mi piel caliente. Mi aliento forma un círculo de vaho en el cristal. Estiro mi dedo índice y dibujo una pequeña raya vertical en el vaho.

Después de un rato me siento en el suelo con la espalda apoyada en la cama y con mi cuaderno apoyado en mi pierna escribo en medio de la oscuridad. Escribo, sin mirar ni ver, lo primero que me sale;

Puede que los gatos caigan de pie,

pero yo prefiero arrastrar,

los pies,

de lado a lado,

de vía en vía,

por el ferrocarril de mi vida.

Puede que los gatos tengan siete vidas,

puede que yo también las tenga,

pero quizá son siete intentos,

siete intentos para sobrevivir.

Tenía siete,

ahora, solo me quedan seis.

Arranco la hoja de las anillas de mi cuaderno y la doblo en cuatro mitades. No me gusta, nunca me gusta lo que escribo. La meto entre los tablones de madera del suelo, como con todas las demás y me cruzo de brazos.

Tan solo permanece una hoja escrita en mi cuaderno, todas las demás han sido metidas entre los tablones de este suelo.

Quiero lo imposible, que algo escrito en menos de dos minutos me guste. Pero para hacer un buen trabajo hay que trabajarlo y dedicarle su tiempo. Siempre lo he sabido, y me da rabia, no me gusta esforzarme. No soy continua.

Soy una persona que quiere conseguir lo mejor con la menor dedicación posible.

Y así es como una y otra vez he acabado metiendo tantas hojas entre los tablones.

Solo una se ha salvado, pero cada vez que la leo de nuevo me gusta menos. Pronto acabará con las demás.


Ahora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora