siete.

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Sabes que has crecido cuando ya no te llega la carta de felicitación de tu abuela.

Hoy es el tercer año que no lo hace.

Siempre escribía lo mismo;

Para mi nieta más pequeña, te deseo con cariño un feliz cumpleaños con papá y mamá.

De tu abuela.

Hace siete años eliminó una palabra;

Para mi nieta más pequeña, te deseo con cariño un feliz cumpleaños con mamá.

De tu abuela.

Lo curioso es que es la madre de mi padre. Nunca se han llevado bien.

Cada año me levantaba en la mañana de mi cumpleaños y bajaba en pijama al frío de la mañana con la llave del buzón en la mano. Recogía todas las cartas y entraba corriendo al calor de la casa con la nariz algo enrojecida.

Dejaba de lado todas las cartas blancas y recogía la única carta que tenía un sobre de color y una pegatina en ella. Era emocionante recibir una carta con tu nombre, o al menos para mí así lo era.

Abriría el sobre o mejor dicho lo rompería con mis dedos y sacaría la tarjeta para leerla. Después dejaría la tarjeta en la cocina y correría a donde mi madre para pasarle el billete de cinco euros por el rostro. Mi abuela siempre me metía un billete de cinco dentro.

Apoyo los pies en la silla que tengo en frente y me reacomodo en la silla. Aprieto las manos en la taza caliente. Leche con colacao. No recuerdo la última vez que tomé uno.

En casa de mi madre siempre desayuno un zumo de naranja y fruta, mientras que dónde mi padre siempre desayuno leche fría y cereales.

Desayunos distintos para recordarme que vivo en dos casas diferentes. O quizá sea para recordarme que no tengo una casa.


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