12

43 1 0
                                    

Mis amigas dejaron de hacerme preguntas y ¡por fin les pude explicar mi encuentro con Ethan! Me moría por hacerlo. Compartir con ellas aquellas vivencias intensas fue como recuperarlas, vivirlas de nuevo.

Volví a sentir a Ethan.

Cada una se tomó mi historia a su manera.

-La poesía que recitó ese superhombre que dices es de Emily Dickinson- comentó Julia.

-No lo sabía- le dije.

-¡Pero si la dimos en principio de curso!- exclamó ella.

-Por eso ha salido en tu sueño- intervino Rachel.

-¿Estás diciendo que todo ha sido un sueño?- le pregunté.

-Es una posibilidad.

-Eres...

No encontré palabras para demostrar mi desencanto.

-Sólo he dicho que se trata de una posibilidad, nada más.

-¡Ya empezamos con vuestras discusiones!- se quejó Julia-. Y tú, ¿no puedes dejar tus comentarios para otro momento?- se dirigió a Rachel.

-Ethan es un nombre muy sexy- dijo Janis-. Una vez en un bar conocí a un tío que se llamaba asís. También parecía muy interesante. Pero no lo volví a ver.

-Pues tendrías que ver a mí Ethan- dije yo toda satisfecha mirando a Rachel con cara de condescendencia.

De las cuatro, a la que más le gustó mi historia fue a Fannia. Se quedó fascinada. A medida que yo avanzaba en el relato, notaba que su interés iba creciendo más y más.

Buena, la verdad es que ella y yo somos unas romanticonas. Nos encantan las películas, las series de televisión, las revistas y las novelas de amor.

-¡Qué bonito!¡Ojalá me hubiese pasado a mí!- suspiró profundamente Fannia cuando terminé de contar mi historia.

-¡Eres una cursi!- le espetó Rachel.

Fannia hizo oídos sordos.

Rache es una tía dura donde las haya y no le gusta el <rollo romántico> , como ella lo llama.

-¿Y cómo has dicho que llegaste a ese mundo tan... tan fantástico?- me preguntó Rachel.

-Lo acabo de contar... Tendrías que haber estado más atenta- le contesté secamente.

-No lo entiendo, de verdad...

Rachel se incorporó de la cama y fue hasta la ventana. Había oscurecido totalmente. En invierno los días son demasiado cortos. Me gusta mucho más el verano, los días son más largos y se puede estar en el parque al aire libre, tumbada en el césped tomando el sol al acabar las clases.

-¡Eres una aguafiestas!- le recriminé a Rachel.

-¡Dale!¡No sigáis así, por favor!- nos advirtió Julia.

No es que Rachel y yo nos llevemos mal. Discutimos pero nos queremos mucho. Lo que pasa es que somos muy distintas. Yo soy soñadora y ella, en cambio, mira el mundo de una manera racional. Lo racionaliza todo, absolutamente todo. Y en una cuestión tan irracional como el amor su manera de ver las cosas choca frontalmente con la mía. Ella a menudo me critica que soy demasiado impulsiva y que enamoro hasta de las piedras, y que por eso los tío con los que me enrollo se aprovechan de mí y me acaban haciendo daño.

Puede que tenga razón en que sea una romántica... Pero no soy para nada una enamoradiza.

En verdad lo digo demasiado y, de hecho, antes de conocer a Ethan, no me había enamorado hasta la médula de nadie. Un poquito sí, de Tom. Hasta que descubrí que era idiota...

Soy una mezcla rara de chica lanzada e insegura. A veces me parece que me voy a comer al mundo y voy a conseguir lo que me proponga. Otras veces me veo incapaz de gustar a nadie.

-No era mi intención estropearte nada- me dijo Rachel desde la ventana-. Lo único que quiero es que no sufras...

-No estoy sufriendo...

-¿Cómo que no?- alzó la voz-. A ver, dime. ¿Ahora qué harás?¿Dónde está tu Ethan?¿Cómo volverás a ese mundo...?¿Te morirás de nuevo?

Calló en seco.

Mi respuesta fue un silencio absoluto. No podía rebatirle. Por crudo que pareciese, estaba en lo cierto. ¿Dónde estaba él? ¿Cómo volvería a su lado?

-Yo te ayudaré- rompió el silencio Julia.

Rachel se dio cuenta del alcance de sus palabras y vino corriendo a abrazarme.

-Lo siento- se disculpó-. A veces resulto odiosa. Pero no puedo evitar decir lo que pienso... ¿Me perdonas?

-Claro, tonta- le dije cariñosamente.

-Ojalá conociera yo a un Ethan que me demostrase que el amor existe- dijo mientras me abrazaba.

-Pues ya sabes lo que tienes que hacer: ¡morirte!- le dejó caer Janis.

Rachel esbozó una sonrisa.

-En cuanto salgas del hospital, nos pondremos manos la asunto- me dijo Julia-. ¡Encontraremos a tu Ethan!

En ésas, mi madre volvió a aparecer por la habitación.

-Están repartiendo la cena- anunció al entrar.

-Tengo hambre. Me parece que no como nada desde hace una eternidad- dije yo.

Rachel acercó su boca a mi oreja.

-Te quiero- me dijo con la voz un poco ronca.

-Ya sabes que yo también.

Un ruido inesperado estropeó la magia del momento. Alguien acababa de batir el carrito de la cena contra la puerta.



Resurrección - Lea ToberyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora