Prólogo

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—¿Te sientes a gusto, Anastasia? —me pregunta todavía mirándome fijamente, como lo ha hecho desde que llegamos al restaurante.

Estamos sentados uno al lado del otro y adoro sentir ese calor tan familiar, y deseado por mí, que emana de su cuerpo calentado el mío que está frío por el horrible clima otoñal de Seattle. Su mirada penetrante me tiene debilitada y totalmente excitada. Sé que disfruta hacer sentir de esta manera y, aún más, cuando lo incito, según él, por el provocativo vestido que llevo puesto de color camel con una larga abertura sobre mi pierna izquierda. Me ha ordenado quitar mis bragas antes de salir del auto y la sensación de la seda rozar suavemente mi entrepierna, más la constante seducción de mi amo, me mata. No ha dejado de acariciar mis piernas descubiertas por el largo vestido, desde la rodilla subiendo lenta y delicadamente hasta milímetros antes de mi entrepierna que ya está totalmente humedecida y lista para lo que quiera hacer con mi cuerpo, como ha hecho desde que lo conocí hace tres meses. Me siento muy acalorada y deseosa, pero me esfuerzo por comer para que no se enoje como lo hace cada vez que no me alimento de la manera adecuada.

—Si, Christian —le contesto jadeante y sonríe satisfecho.

Prefiere que lo llame por su nombre cuando estamos en público y yo obedezco emocionada por poder hacerlo. Siempre salen noticias de ambos y dicen que somos novios, no se ha molestado en desmentirlo, ni siquiera a su familia, quienes parecen felices por ello. Sólo me dice que nosotros sabemos perfectamente la relación que mantenemos y eso es suficiente para él.

Soy su sumisa, una más...

Ese pensamiento me entristece, pero lo oculto inmediatamente. Siempre trato de ser fuerte, así como él me ha enseñado, a estar con la cabeza en alto sin importar qué. Sólo yo puedo levantarme, nadie lo hará por mí, y la lástima no me hará un buen camino ni mucho menos un futuro. Este es el camino que yo elegí, y creo que es mejor esto a no tenerlo de ninguna forma en mi vida.

—Me alegra que la estés pasando bien a mi lado. Ahora termina de comer, nena.

Obedezco y jadeo, antes de llevar el bocado de comida a mis labios, cuando aprieta mi pierna, mi sexo palpita y deseo que termine con esta tortura. Lo malo es que hoy es miércoles y sé que me dejará en mi departamento. Nunca me ha llevado al Escala en un día de semana, pero estamos juntos hasta tarde. Me repongo y sigo comiendo sin decir una palabra, a menos que me pregunte algo. Termino mi cena y él igual. Pide una nueva botella de vino y me dirige las tan esperadas palabras.

—Ya tengo listo nuestro nuevo contrato. —Sus palabras me hacen sonreír emocionada—. Sólo necesito saber si estarías de acuerdo con extender el tiempo un poco.

Juro que quiero llorar, pero de felicidad. No esperaba esto de su parte y eso me emociona. Él es tan feliz conmigo como yo lo soy con él y eso es suficiente para decidir. Sin ninguna duda le contesto inmediatamente.

—Sí, estoy de acuerdo.

Sonríe soltando un pequeño y casi imperceptible suspiro. Lo conozco demasiado bien para saber que lo ha hecho.

—Entonces me acompañarás al Escala esta noche para firmarlo. Luego Taylor te llevara a tu departamento.

Sus últimas palabras me desilusionan, pero nada apocará el hecho que seguiré siendo parte de su vida. Aunque...

—¿Por cuánto tiempo será esta vez? —le pregunto precavida.

—Un año.

Sin pensarlo dos veces me arrojo a sus brazos y me recibe estrechándome contra su fornido y delicioso cuerpo, haciéndome sollozar al sentir sus labios en mis hombros. Adoro cuando me deja ser abierta y puedo expresarme a mi gusto.

Destruida Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora