Capítulo 1

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El principio del fin
Camino por el bosque dando una de esas tranquilas caminatas que me fascina dar después de visitar la tumba de mi abuela. Una simple pero linda tumba de granito cincelada por las orillas, una cruz del mismo material se posa detrás, una linda cruz de estilo "barroco" me han dicho. Alrededor, la tumba es decorada por las flores más bellas que he encontrado en este bosque.
Mi abuela siempre fue una figura amorosa desde mi punto de vista, siempre estuvo conmigo desde que tengo memoria hasta que cumplí los 5 años, ella falleció debido a una enfermedad que la llevaba acechando desde hace varios años atrás, la extraño todavía pero me alegra que pueda estar descansando después de lo que sufrió por la enfermedad.
Después de quedarme un rato platicándole a mi abuela sobre lo mucho que la extrañamos y sobre las cosas mas graciosas y extrañas que se me ocurren, me despido para retirarme después.
Miro al cielo solo para darme cuenta de que ya es casi de noche, desde aquí se puede ver casi perfectamente el atardecer, me quedo atónita observando el cielo con el naranja más hermoso y difuminado con un rosa pastel que me hace sentir tranquila, escucho con atención en busca de cualquier objeto que me parezca interesante pero solo puedo escuchar el crujido de las hojas secas repartidas por el suelo al ser pisadas por mi. Es bastante tranquilizante simplemente caminar sin ninguna presión de la vida cotidiana, escuchando con atención la música que nos brinda la naturaleza misma; pájaros me deleitan con sus bellos cantos, el sonido del viento rozando las plantas y mi rostro. Dejo de escuchar los cantos de las aves y ya no logro distinguir si algún animal cruza cerca mío, esto solo significa que me estoy acercando al pueblo, por lo regular los animales no suelen acerarse demasiado a donde está la gente. Es un extraño pueblo llamado "Witch Hill". apartado de toda la sociedad, no me extraña que no se rija por las "leyes" de las que hay en una ciudad o...una sociedad "normal". Nunca me han hablado de como es una ciudad pero me han dejado claro que es todo lo contrario a este lugar.
Esto se rige como la vieja escuela; la iglesia suele ser el principal "gobernante", digamos que tiene mucha influencia en este lugar.
Nuestra familia no es que tenga la mejor reputación, mi mamá nunca me quizo explicar la razón.
Camino por lo último que queda de bosque disfrutando cada sensación y olor para luego cruzar el puente de madera vieja que da hacia el pueblo. Debajo del puente cruza un no muy grande riachuelo, puedo sentir las débiles tablas de madera repletas de humedad y hongos debajo de mis pies vestidos con unas botas de cuero negro, que mi madre compró para mí hace unos meses.
El pueblo al estar dentro de un bosque está invadido por plantas sobre los caminos de trerraceria, las casas construidas con madera de roble tienen algunas enredaderas trepando por las paredes. Sin embargo, en mi opinión luce lindo aunque la Señora Fray, una mujer de unos 65 años, no disfruta mucho de tener que recortar las enredaderas cada ves que crecen demasiado.
Sin falta, cada persona a la que me aproximo al menos 3 metros detiene completamente lo que está haciendo solo para posar su mirada en mi, no esa clase de mirada que te dice «Hola ¿Qué tal?», son miradas de rechazo y desprecio total. Miro al suelo esperando que de esa manera pase desapercibida y acelero mi caminar haciendo caso omiso de las perturbadoras miradas de la gente del pueblo hasta llegar a la zona menos habitada y más alejada del lugar; mi casa.
No es muy grande pero es un hogar...o lo era antes de que papá tuviera ese accidente cuando regresaba al pueblo, tenía al menos 5 o 6 años de edad pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

—¿Volverás pronto papá?—Pregunto aún sin terminar el cálido abrazo que mi papá me da.
—Seguro, solo voy a vender unas cosas a un pueblo vecino y regresaré a más tardar mañana en la tarde—Contesta con la paciente manera de hablar que usa cuándo está conmigo.
—¿Lo prometes?—Pregunto levantando mi dedo meñique en espera de una respuesta.
—Lo prometo—Dice vacilando un momento para luego entrelazar su dedo meñique con el mío sellando la promesa.
Teniendo tan solo 5 años de edad, prometerlo por el meñique lo hace inquebrantable.
Mi padre se aleja para tomar sus maletas con la mercancía. Se acerca para darle un último beso a mamá y sale de la casa para montarse en su caballo Ragnarök. Mientras se va alejando, papá menea su mano en el aire en forma de despedida.
Unos días después me encontraba muy preocupada por que mi padre no regresaba. Mamá me explicó que papá había sido atracado por unos ladrones en el camino y uno de los ladrones lo había asesinado.
Esto me destrozó completamente, a partir de ahí la gente nos miraba aún más mal de lo normal.

LA CONSTERNACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora