Capítulo 4

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No puedo ver casi nada, la luz de la luna es lo único que impide que esté completamente ciega.
Un ruido de pasos sobre las ramas despierta todos mis sentidos, mis ojos rastrean todo el lugar en busca del responsable de los ruidos.
Siento como mi respiración se acelera.
Camino cuidadosamente deteniéndome en el árbol más cercano tras escuchar susurros que no puedo distinguir. Logro ver dos siluetas, pero no parecen ser más que eso.
—Es ella seguramente—Afirma una de las siluetas en un susurro precavido.
—¿La has visto usarlos?—Pregunta la otra silueta.
—No, pero es su hija—Dice la silueta bruscamente en un susurro ronco—, debe tenerlos.
—Espero que tengas razón.
Camino en reversa, tratando de alejarme lo más que puedo pero una rama se rompe tras dar un paso trastabillado.
En un movimiento brusco ambas siluetas se vuelven hacia mí, en mi desesperado intento por huir tropiezo y siento el impacto del suelo con mi espalda, mis piernas se paralizan y un escalofrío me recorre la espalda. A un grito desesperado le es imposible escapar de mi garganta, no me es posible abrir la boca. Cierro los ojos fuertemente mientras siento la cercanía del par de siluetas.

Abrí los ojos para encontrarme con mi habitación completamente oscura, ni si quiera pude ser capaz de distinguir bien qué pasaba. Mi mirada recorrió cada esquina de la habitación mientras mis pupilas se dilataban abriéndose paso entre la enorme manta oscura que llenaba el lugar.
Había sido solo un sueño.
Obligué a mis piernas a separarse del colchón y levanté el resto de mi cuerpo pesadamente para dirigirme al baño, cada paso que daba sonaba tan fuerte como un árbol siendo derribado. Presioné el interruptor pero este no generaba ningún efecto en la luz, miré al espejo y seguidamente mi rostro; había estado sudando, por lo que, bajé la cabeza y abrí el grifo para remojar mi cara y despejarme. Me levanté para encontrarme con una figura oscura en la ventana reflejándose a través del espejo junto a una enorme luna llena que lo oscurecía y transformaba su ser en una aterradora sombra.
Me giré de golpe para encarar a mi enemigo, sin embargo, este se había ido. Regresé a mi cama y al mirar mi tocador caí en cuenta de que no estaba...
El collar, se había ido y veloz como un rayo un pensamiento pasó por mi mente.
Un nombre, mejor dicho.
Dylan.

La escuela no era algo por lo que me tuviera que preocupar, no hoy al menos. Era sábado, mi día favorito de la semana, el día favorito de la semana de gran parte de los estudiantes porque habías dejado atrás la presión y aún no se te plantaba en la cara que debías levantarte temprano a la mañana siguiente.
Aún así, no me sentía como la mayoría se siente en un sábado por la mañana.
La noche anterior un intruso había estado observando y no solo eso, si no que, también tomó algo que se encontraba en el interior de mi casa y ni si quiera noté su presencia mientras dormía.

Después de bañarme, maquillarme un poco y vestirme rápidamente, me dirigí a la cocina encontrándome con Pat concentrándose en una nota sobre deportes en el periódico local, le dio un lento sorbo a su negro café, disfrutando el amargo sabor.
—Buenos días—Dije en voz baja. Quería contarle lo sucedido hace unas horas, aunque no me encontrara convencida.
—Buenos días—Contestó agitando su mano pero sin despegar sus ojos color avellana del papel. Estaba tan sumido en su lectura que no notó que una esquina de su periódico comenzaba a introducirse en la taza con el obscuro líquido, tan negro como el color de su cabello, a pesar de que este posea algunas canas que marcan que la juventud lo comenzó a abandonar hace algún tiempo.
—Debo contarte algo—Comencé y coloqué mi mano detrás de mi nuca tratando de sentirme más segura de alguna manera.
—¿Qué pasa?—Retiró inmediatamente su mirada del papel que ya había sido manchado. Tan rápido que temí que fuese a tirar la roja taza de café.
—Ayer—Dije y me interrumpí unos cuantos segundos arrepintiéndome de haber comenzado la oración. Debía pensar en otra cosa que decir lo más rápido que pudiera—, Cassie se tuvo que ir al hospital con su mamá que tuvo un accidente en las escaleras y me gustaría ir a visitarla para ver cómo se encuentra.
No es una mentira, en verdad planeaba visitarla, solo no le dije todo lo ocurrido a ayer. Lo cual no me convierte en una mentirosa.
¿Verdad?
—Que horrible—Dijo arqueando las cejas y llevándose una mano a la barbilla.—, deberías ir a ver cómo está y mándale mis buenos deseos, esperemos que este bien y se recupere pronto.
—Según Cassie no fue tan grave.
—Pero la llevó al hospital, entonces, hay de qué preocuparse; ¿Quieres que te lleve con Cassie?
—Si no te molesta, si.
Sacudió la cabeza y se levantó de su asiento dándole un último sorbo a su bebida.
Por mi parte, tomé rápidamente algo de dinero y mi celular para enviar un mensaje a Cassie con la leyenda: ¿Sigues en el hospital?, voy para allá.
Inmediatamente recibí otro en respuesta al anterior: Si, es el hospital Clearwest. Te espero.

Me coloqué de copiloto en el Honda Civic y el camino se sintió bastante ameno, me entretuve observando detenidamente a las mensajeras de la tormenta, como mi madre solía llamarlas, colgando del cielo.
Cuando llegamos finalmente, bajé del coche y me dirigí hacia la entrada hecha de cristal y paredes de concreto.
El hospital Clearwest es un edificio de 6 pisos, bastante moderno en su interior. A cada paso, la construcción luce más imponente.
—Te acompaño—Dice mi tío dirigiéndome una mirada.
—Gracias—Respondo sin mirarlo.
Logré encontrar a Cassie dentro de aquella red blanca repleta de enfermedad y sentimientos de esperanza, angustia y dolor mezclados.
—¿Cómo está tu mamá?—Pregunté inmediatamente.
—Ella está bien, tiene algunos golpes pero por suerte no se dañó la espalda ni la cabeza o alguna zona peligrosa—Respondió Cassie, quién sonaba bastante aliviada con la situación—¿Quieres ir a tomar algo en la cafetería?
—Claro, creo que necesito un café
—Genial, vamos entonces
Seguí a Cassie hasta la cafetería en donde nos recibió una mujer con el ceño fruncido y una expresión que mostraba sus pocas ganas de que la alteren en lo más mínimo. Debido a esto pedí lo que queríamos de la forma más rápida y delicada que me fue posible. Pedí un cafés para cada una, sabía que Cassie era una amante total de café, lo toma cada que le es posible, algunos toman alcohol, otros aman el cigarro, Cassie ama el café.
—Tengo que contarte algo.—Clavé mi mirada en mi bebida mientras mecía el vaso de izquierda a derecha, considerando las maneras de contarle lo sucedido. Cassie por su parte, me miró interrogante, insinuando un «Continúa». 
—Ayer en la noche creo que hubo un intruso en la casa, se llevó un collar, un collar que Dylan me dio...
—Espera, ¿Dylan?—Preguntó interrumpiéndome.
—Si, ayer me lo encontré y me llevó a mi casa...
—¿Te fuiste con un extraño a tu casa, caminando?
—En realidad fue en su coche
—Tú debes estar loca—Me dijo riendo y dándole un sorbo largo a su vaso—, bien prosigue con la historia.
—Nos encontramos cuando yo encontré un collar en el suelo, apareció él y dijo que era suyo, me llevó a mi casa porque empezó a llover y después decidió ponerme el collar.
Cassie me dirigió una mirada maliciosa y yo rodé los ojos.
—Él sabe algo que no debería saber—Continúe, mirándola— y creo que debería preocuparme porque en la noche que vi la sombra del intruso por el reflejo del espejo, me di cuenta de que el collar había desaparecido.
—¿Te refieres a tus...?—Preguntó ella mirando mis manos.
Asentí con la cabeza.
—Esto no está bien—Me dijo pasando una mano por su cabello castaño.—, deberías tener cuidado e investigarlo.
—¿Investigarlo?
—Si, ya sabes, intentar descubrir lo que lo delate.
—¿Cómo?
—Cítalo en algún lado, hablen.
—Pero no tengo cómo contactarlo.
—Ambas sabemos que no es la única vez que se encontrarán o mejor dicho, que te encontrará.
Justo en ese momento un chico entró a la cafetería, con un cabello obscuro y liso, un rostro diamante, facciones finas y cejas gruesas, con unos hoyuelos parecidos a los de Sam Claflin. Este parecía buscar algo con la mirada, sus ojos miel recorrieron toda la habitación hasta detenerse en nuestra mesa, se acercó con paso acelerado y seguro.
Miré a Cassie y ella me devolvió una sonrisa divertida.
—Buenos días señoritas, mi nombre es Noah.—Nos dirigió una mirada amable, la cual se posó en Cassie.
Nos levantamos para tenderle la mano y presentarnos.
—Mi nombre es Cassie—Dijo ella dandole un apretón de manos sin quitarle la mirada de encima— y ella es mi amiga Charlotte.
Hice lo mismo que Cassie y acto seguido, estábamos los tres en la mesa. La llegada de Noah me tenía intrigada, se encontraba con los hombros sueltos pero con una mirada bastante enérgica.
—¿Cuál es tu apellido?—Pregunté instintivamente, mi cerebro no deja de intentar relacionarlo con Dylan de una forma u otra.
Cassie ladeó la cabeza y arqueó una ceja, mirándome confundida.
—Me apellido es Westbrook—Dijo viéndome fijamente como intentando descifrar el motivo de mi pregunta, lo cual pareció dar resultado pues inmediatamente abrió la boca para decir algo—, quiero suponer que ya conoces a mi hermano.
—¿Eres hermano de Dylan?
—Efectivamente y quisiera advertirte que no es un tipo confiable—Afirmó y se detuvo un segundo a observarnos.—, en fin, yo tengo que irme señoritas pero espero que nos volvamos a encontrar nuevamente.
Se levantó del asiento para retirarse, giró su mirada hacia Cassie y le guiñó el ojo antes de girarse y salir por el mismo lugar por el que entró.
Cassie y yo nos miramos sin saber qué decir, aunque ambas sabíamos que esto recién comenzaba.

LA CONSTERNACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora