V: Dídima

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El reino de los Yenlis se había establecido en ciudades subterráneas debajo de un monte  llamado Atash, la ciudad se llamada Esbertia.  Este día llovía copiosamente, y en medio de la lluvia una joven llamada  Cristal giró la cabeza para ver a una niña, sintiéndose mareada, pero tenía una firme idea y nadie le podía convencer de bajar de las empinadas rocas a las que se había encaramado. 

— ¿Estás loca Cristal? —gritó Lyra, niña de diez años, pero  la tormenta hacía mucho ruido  — ¡baja de inmediato de esas rocas, caerá un rayo  y tu con él al vacio!

No hubo respuesta, la niña conocía bien la terquedad de Cristal pues prácticamente ella era su única compañera, la niña era la única que la podia ver, pues desde el dia que fue hallada en el fondo de un pozo se había vuelto invisible.  Lyra era la hija menor del Guardabosques, era ocho años menor Cristal, la niña vivía en la casa unifamiliar que habían construido para el Guardabosques. Tenía hermosos ojos verdes, era tan parecida a Cristal que parecían verdaderas hermanas, excepto porque Lyra usaba dos tallas más por ser rellenita.

Cristal entornó los ojos, mientras el agua se le escurría desde sus largos cabellos y se le introducía en el cuerpo.

—Vete a tu casa querida, no es asunto tuyo — respondió Cristal —caramba ¡eres igualita a tu madre! Aunque por parte de tu padre no tienes nada, creo que por eso te dejo verme —terminó son una sonrisa irónica la joven.

— ¿Pero qué demonios intentas hacer nena? ¿pescar una pulmonía? —dijo Lyra limpiándose las gotas de agua de su frente —si estas ofendida porque la nota que me dejaste la perdí entre las manos de mi padre... no fue mi intención, lo siento, no volverá a pasar.

—Ahora todos saben que intento huir de esta maldita isla llamada Esbertia, dicen que si salgo me volveré visible y correré peligro. Avisaste a todos ¿verdad? Pero ahora el viento se encargará de llevar mi mensaje de auxilio al mar —contestó cristal farfullando de rabia y con voz entrecortada.

— ¿Estas llorando?

—No digas tonterías —dijo Cristal con desdén — son las gotas de agua sobre mi rostro, vuelve a tu tibia cama.

Lyra señaló con un brazo, la casa de Arminda, de donde salía humo del techo por la chimenea. Su cuerpo balanceó y cayó sobre las rocas.

— ¡Estas sangrando Crital! Necesitas un doctor —exclamó mirando el brazo de su amiga, y aprovechó el momento para acercarse a la terca muchacha.

—Con una condición iré contigo, ¡maldita sea!

— ¿Cuál?

— Que lleves otra nota, pero en una botella y asegurarte que se vaya con las olas del mar .

—Bueno, lo haré lo prometo.

Se dirigieron a la casa de piedra, y cuando llegaron a la puerta principal, el zumbido de una descarga eléctrica resonó en sus oídos, un rayo había caído en el mismo lugar donde Cristal se encontraba parada minutos antes.

Subieron los veinte escalones resbaladizos porque había entrado agua por las ventanas. Ya en la puerta de la habitación de Cristal, jalaron una aldaba muy grande, tenía la puerta un cartel donde decía "Ni piense entrar, no conseguirá nada aquí".

El sonido de las bisagras rechinantes acompañó la entrada, Lyra no recordaba ya la primera vez que jugó en ese lugar cuando apenas tenían 5 años. La habitación era alfombrada, del mismo color blanco de las cortinas, los muebles blancos. En el cuarto de baño se veía un lavabo y una bañera que chorreaba agua tibia.

La tormenta seguía cayendo tras la ventana, Cristal se quitó el vestido, secó sus cabellos con la toalla y se tumbó sobre la cama.

—Bueno Cristal. —dijo Lyra mientras se paseaba por el baño — No es que me importe mucho, pero creo que debes lavar la herida.

—Solo es un ligero rasguño — Cristal hizo una pausa para examinarse — sabes el día que pueda me largaré de esta isla embrujada, y si te portas bien quizá te lleve conmigo.

—Cristal, lo digo en serio debemos revisar tu herida.

La joven llamada Cristal, porque cuando la encontraron llevaba una medalla de Cristal, se encogió de hombros y fue a darse un baño.

— Cuando termine la ducha —propuso Cristal — me ayudarás a escribir una nota de auxilio.

—Lo que digas, pero después de comer.

Lyra siguió su olfato en busca de leche y galletas, en la parte trasera de la casa, pensando que con un poco de suerte encontraría un gnomo que prepararía unas tostadas y leche caliente.

Lyra era la persona que a pesar de su corta edad, trece años, era quién pisaba los pies sobre la tierra, y muchas veces había salvado a la audaz Cristal de sus tantas ocurrencias locas. Mientras pensaba eso, encontró algunas ropas holgadas de Cristal y  procedió a cambiarse también.

—¿Estás bien? —preguntó Lyra unos minutos más tarde, cuando Cristal salió del baño envuelta en toallas y mostrando su brazo con un rasguño grande, tenía en las manos unas hojas y un lápiz.

—Estoy bien, pero con un brazo más corto que el otro — Cristal colocó un codo sobre la mesa fingiendo que una se le había encogido

— Bien por ti —se echó a reír Lyra —¿Eso no quiere decir que no puedas escribir verdad?

—Al parecer no, por eso lo harás tú —señaló Cristal poniendo hojas de papel sobre la mesa — y mientras yo disfruto del las galletas, comenzaré a dictarte el mensaje.

Arminda resopló.

— Lo típico, te salvo, me muero de hambre y la que disfruta eres tú,  comienza de una vez.
















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⏰ Última actualización: Jan 19, 2019 ⏰

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