Karmel despertó al amanecer con la imagen de horror en el rostro de Shan todavía en su mente al ver un jinete de los Lemkis. La llevaron a la fuerza esa noche porque había sido escogida para enlistarse en el ejército de los Lemkis, afortunadamente, pensó ella, la fiesta de compromiso y todo evento de festejo había sido cancelado. Pero quedaba latente la incógnita sobre su madre y el cristal de fuego.
—¿Una niña debilucha en el ejército poderoso de los Lemkis? —refunfuñó burlonamente el general al ver a Karmel, y al reír mostró sus fauces amarillas y sus ojos de lagarto. Era alto y tenía músculos hasta en el cuello.
Karmel apretó los puños y resopló.
— Soy la única mujer escogida para el ejército —respondió empuñando su espada, pero por lo pesada que era se le cayó inmediatamente al suelo.
—Jajajaja...no deberías estar aquí —exclamó el hombre— así no sobrevivirás, vamos camina rápido, la competencia está por comenzar.
Karmel se estremeció. Había sido educada al nivel de la realeza, sabía hablar varios idiomas, incluso el idioma de la naturaleza; pero lo que mejor sabía era pelear, sí que lo había practicado. Por ser objeto de constante burla por tener ella una apariencia totalmente humana, los demás jóvenes eran diferentes, eran semihumanos, mitad animales, mitad humanos. Por tanto había aprendido a defenderse, y muy bien.
Se abrió paso entre la hilera de escogidos de todos los tamaños, y se paró al comenzar la fila, porque era de menuda estatura en relación a los otros aspirantes a guerreros.
Marcharon horas y horas en fila, hasta llegar al pie de una empinada montaña sin vegetación y el ambiente estaba rodeado de rocas secas, todo era de color plomo piedra.
— En lo alto de la montaña de piedra —explicó el General —se encuentran un centenar de bestias sacadas de los mismos infiernos, éstos no han comido en meses. Quién primero logre traernos la cabeza de al menos una de éstos monstruos, será el sucesor del rey Kan. Este flamante guerrero se encargará del ejército de los Lemkis, para ir en pos del Cristal de fuego perdido hace dieciocho años.
—Para esto —continuó hablando el General —hemos preparado armaduras, lanzas, fuego, y todo lo necesario, como no hay tiempo que perder ¡comienza la feroz competencia!
Más de un centenar de hombres jóvenes corrieron, algunos tomaron hachas, otros se vistieron con armadura de hierro; pero Karmel sólo tomó una pequeña daga.
Comenzaron a trepar la montaña, Karmel sintió una torrente de adrenalina, tenía los ojos bien abiertos, aunque había anochecido y no se podía ver bien en la oscuridad. No podía siquiera dar una pestañeada una fiera podría estar detrás de ella.
Pensó en abandonar la competencia, pero recordó a la vieja Shan, sus múltiples charlas sobre su verdadera esencia a la cual debería perseguir y encontrar su verdad. Y la única forma de salir del lugar era ganando la competencia y escapar de Ciudad Laberinto, ubicada en las profundidades del mar.
Una silueta salió a su encuentro, parpadeó y retrocedió, se escondió detrás de una roca, un ser blanquecido apareció.
—Vamos Karmel no te escondas de mí —gritó Cadai el albino nieto del rey Kan.
— ¿Qué diablos haces aquí Cadai? —espetó Karmel apretando la mandíbula para evitar herirlo, ya que estaba a punto de hacerlo por error.
—Oye Karmel, no soy la bestia, no saques tus garras. Estoy aquí porque me preocupo por ti.
Un rugido comienza a expandirse con el sonido del viento.
Karmel buscó un lugar para esconderse, y el pánico comenzó a apoderarse de Cadai, ya que pierde el equilibrio, tropieza y cae al suelo.
Ambos se quedan inmóviles, esperando lo peor, que una bestia salte en medio de la oscuridad. Lo que no sabían era que no era solo una sino más de diez asechándoles.
Entonces las bestias peludas, con fauces de lobo y ojos de dragon los rodean, se toman su tiempo, disfrutan verlos aterrados antes de matarlos y devorarlos. Karmel toma su cuchillo, Cadai está inmóvil en el suelo y respira pesadamente.
Karmel piensa que va a morir y se llena de furia contenida. Le lanza gritando haciendo que el viento haga un torbellino de polvo. Todo se vuelve caos, ella se eleva con el viento, las bestias no pueden alcanzarla, intentan agarrarla con sus garras pero el viento la lleva de aquí para allá, pareciendo que ahora Karmel se multiplica por diez o más.
Pero, no el más fuerte y grande salta al torbellino que gira y gira, y agarra a Karmel del cuello, ella intenta respirar pero no puede, se siente débil, el torbellino comienza a girar más lentamente, y de pronto cae al suelo, también la bestia.
Cadai, que hasta ese momento estaba de espectador, se levanta para ayudar a Karmel.
—Sorprendente ¿cómo hiciste eso? —mostró cómo más de veinte bestias peludas yacían tendidos en el suelo, debido a una especie de explosión que se había originado al caer Karmel al suelo.
—No... —Karmel no podía hablar aunque lo estaba intentando —hay una... una... ¡cuidado!
Cadai de un zarpazo aparece en otro lugar, varias bestias habían acudido, no solamente ellos, sino algunos guerreros de la competición.
Karmel piensa que está en una pesadilla.
Los guerreros Kan mitad humanos mitad bestias comienzan a pelear con sus espadas. Uno de los monstruos era enorme, y le colgaba un ojo, mira a Karmel y se abalanza sobre ella.
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La Sucesora
FantasyLa prueba final es cuando cumplen 18 años, la medalla de cristal de fuego debe brillar a como dé lugar para los Lemkis, descendientes de Caín, porque su energía se había agotado y deben recuperar fuerzas para dominar la tierra y apoderarse de la raz...