Despedidas a Lienzo

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Me encuentro en la casa de Kagome terminando el diseño de la portada de su nuevo libro, al parecer es de ciencia ficción, por lo que me pidió que dibujara el espacio exterior y a una chica de espaldas. Al parecer es la primera vez que sale de su zona de confort y sigue nerviosa por lo que no ha parado de escribir ni siquiera para comer algo.

Su esposo no se encuentra, pero al parecer le ha dejado un recado con la esperanza de que lo lea. Cosa que no pasara, la chica parece demasiado metida en el mundo que está creando, ni siquiera sé cómo hizo para separarse un rato de aquel aparato y mandarme un mensaje diciéndome lo que necesitaba, además del bosquejo que me envió; debo admitir que es buena pintando, pero el dibujo no es lo suyo.

Volteé a verla y me di cuenta de que si yo me consideraba completamente raro por despertar a las tres de la mañana con un paisaje en mente, ella lo era aún más. El teclado parecía que en cualquier momento se incendiaría por la velocidad en la que escribía, pero igual no le tomé mucha importancia. Era la computadora de Kagome y si la rompía y perdía sus archivos, sería su problema.

Era demasiado raro no estar en la cafetería conversando sobre cualquier cosa. Terminé de dibujar y mi vista se posó sobre el dibujo que yo le había regalado y que ella había enmarcado y colocado en la sala, debo admitir que no se ve tan mal. Debería de hacer eso con las otras que tengo, pero en realidad no tengo interés en hacerlo.

Me levanté y salí al pequeño jardín que tenía; se veía que disfrutaba de plantar flores. Esa era otra de las cosas que recién estaba empezando a conocer de Higurashi, la chica que se había apoderado de mis pensamientos desde que apareció.

—¡Termine! —Exclamó, completamente satisfecha con su trabajo.

Pensé que lo corregiría, pero mi sorpresa fue mayor cuándo guardo el archivo y cerró la computadora. Fruncí el ceño al pensar en que le estaba dejando el trabajo pesado a su editor: Kagome era una floja.

—Sessh —exclamó ella desde el umbral de la puerta—. ¿Quieres comer algo? Son las tres de la tarde.

Asentí, no tenía mucha hambre pero ella se estaba ofreciendo y cómo he mencionado antes, no le podía negar nada.

Maldición, Kagome. ¿Qué me has hecho?

2.

Su comida fue bastante sencilla, ella comentó que quería hacer algo rápido para que no tuviera que aguantar durante mucho tiempo el hambre. Parecía feliz, demasiado. Así que levanté una ceja por puro acto reflejo, ella se encogió de hombros.

—Es que... —jugó con el cubierto mientras enrollaba la pasta—... odio comer sola.

No comenté nada, yo también odiaba comer solo. Pero la gran diferencia es que Kagome estaba casada y se supone que tenía a alguien y yo era una persona soltera que no tenía a nadie con quién compartir su apartamento. ¿Su esposo trabajara mucho? Cómo sea, no es de mi incumbencia.

—Sabe bien —comenté para animarla mientras me llevaba un trozo a la boca.

Ella se sonrojó. —La receta me la dio mi madre —comentó y sonreí levemente al ver aquella chispa en la chica: esa chispa que me gustaba—, hace mucho tiempo que no cocino para alguien. ¡Es lindo saber que te gustó! —Y volvió a sonreír mientras comía otro poco de su propia pasta.

En realidad, hace mucho tiempo que alguien no cocinaba para mí. Pero no lo comenté, eran cosas que no me gustaba confesar tan a la ligera cómo lo hacía Kagome. Seguimos comiendo de manera silenciosa y a veces nuestras miradas se encontraban, pero aquello era todo.

3.

Cuando terminamos de comer la ayude a lavar los platos ya que era lo que menos podía hacer. Kagome no se opuso, supongo que aunque eran pocos platos ella tampoco quería tenerlos sucios.

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