Demasiado especial como para olvidarlo.

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Si pudieras ver lo que hay dentro de mi corazón y vivir lo que yo siento tan sólo por un momento... Si pudieras hacerlo, entenderías por qué las cosas son como son, por qué el silencio ronda entre nosotros y ya no hay motivos para volver a intentarlo. Si te dieras cuenta de cuán grande es mi amor, tal vez entonces podrías comprender que ser cobarde no es una opción, es lo único que me queda.

– Versos lejanos, Camila Buzzo.


Nunca me han gustado las despedidas y la palabra «adiós» es la que más he llegado a detestar. Tal vez sea porque le tuve que decir adiós a mi padre a la tierna edad de seis años porque sabía que nunca más volvería a abrir sus ojos de nuevo, que la vida se había escapado de su cuerpo y solamente había dejado éste para que nosotros pudiéramos llorar sobre algo y así realizar un entierro que no fuera para él: sino para nosotros.

Ese adiós fue doloroso, pero el tiempo me ayudó a superarlo; tuve a mi madre y a mi hermano conmigo, ellos fueron mi apoyo y yo lo fui para ellos. Sin embargo no me gustó decir adiós por segunda vez en mi vida y más porque está vez fue distinto. No le dije adiós a un familiar que tenía sus días contados, le dije adiós a una persona con la cual me había encariñado demasiado hasta para mi propio bien.

Me enamoré de Sesshōmaru, sé qué decirlo después de un año es algo tonto, demasiado. Pero no era algo que recién descubría, era algo que recién me estaba permitiendo decirme a mí misma. Sé qué fui cobarde al irme sin decirle nada, pero ¿qué podía decirle? Sólo haría más dolorosa la despedida.

Sé qué en ocasiones cómo estás uno suele decir «si lo hubiera conocido en otro tiempo yo...» pero eso es mentira, o tan siquiera yo lo creo así. Sé qué es mentira porque si yo hubiera conocido a Sesshōmaru en otro tiempo no hubiéramos llegado ni a la relación de amigos. Lo sé, tal vez suene tonto y muy contradictorio considerando que nos llevamos bien el poco tiempo que convivimos, pero nos llevamos bien porque ahora mismo somos adultos, porque sabemos calmarnos y no soltar palabras innecesarias que herirían al otro.

En otro tiempo, años antes, de varios insultos no pasaríamos. Años atrás estoy completamente segura de que Sesshōmaru no me hubiera dejado interrumpir la tranquilidad de su vida y mucho menos me mostraría sus dibujos, tampoco hubiera sido mi «muso» en esos momentos. Si nos hubiéramos conocido antes no nos hubiéramos dado cuenta de que pudo haber existido algo entre nosotros: una comunicación que iba más allá de las palabras.

Si nos hubiéramos conocido antes no tendríamos un bonito recuerdo el uno del otro.

Es demasiado cobarde lo que hicimos: saber qué teníamos sentimientos mutuos y callarnos por miedo a romper la armonía que existía. Pero eso era lo que único que podíamos hacer, lo único que nos quedaba. No somos adolescentes que se dejan manipular por sus sentimientos y gracias a eso cometemos imprudencias, no. Somos adultos, adultos que están completamente conscientes de que entramos en la vida del otro por algo en especial y ahora que nuestra tarea está hecha debemos decirnos adiós, debemos olvidarnos aunque ese no sea nuestro deseo.

Estoy completamente segura de que Sesshōmaru se encuentra bien y aunque no lo diga le gusta que su arte sea reconocido. Vi muchos artículos en revistas sobre sus obras, también escuché que su nombre era evocado de los labios de diferentes personas. Sonreí interiormente por lo que decían; que era un gran artista y qué de seguro tenía una gran fuente de inspiración.

Las llamadas y mensajes de él no cesaron en mucho tiempo: estaba dispuesto a recibir una explicación pero yo no estaba lista para darla. Para mí suerte dejó de insistir y yo pude continuar con mi vida normal cómo siempre.

La ciudad en la que vivía no era muy ruidosa a pesar de tener a mucha gente que habitaba en ella.

No encontré una nueva cafetería a la cual ir, ni tampoco conocí a otro artista frustrado: estaba segura de que ese capítulo había sido único en mi vida y de qué siempre recordaría a aquel peliplata de ojos dorados cómo un ser único y especial. Ahora me encontraba yendo casi todos los días a una biblioteca; lo mío es convivir entre libros, en aquellos pasillos dónde tanta sabiduría y experiencia se guarda.

Me la pasaba en ese lugar escribiendo y leyendo, era mi pequeño paraíso y me ayudaba demasiado a tratar de hacer que los recuerdos y todo lo que había pasado con Sesshōmaru Taishō no me afectara, a veces lo conseguía y a veces me veía a mí misma asomándome por la ventana esperando ver su cabello largo plateado pero esto no sucedía, claro.

Estuve tentada a llamarle, a enviarle cartas, a preguntarle si me extrañaba tanto cómo yo le extrañaba a él. Pero eso no fue necesario cuándo una tarde caminando camino a casa me encontré con una revista que tenía un artículo completo dónde hablaba de la nueva obra del gran artista Sesshōmaru Taishō; no la compré, pero si pude darme cuenta de que la figura ilustrada se trataba de mí.

Una sonrisa resplandeciente —de esas que ya no acostumbraba a dar— se instaló en mis labios. Recordaba ese día a la perfección, el único día que no fui a aquella cafetería y me quedé en el parque al atardecer mientras escribía el borrador del libro que tenía como protagonista a Sesshōmaru. ¿Quién iba a decir qué él me pintaría haciendo eso? Reí levemente y reanudé mi caminata.

Sesshōmaru a veces podía llegar a ser demasiado infantil y yo sabía muy bien porque había publicado aquel cuadro: por venganza. Era su forma de vengarse por haberme ido sin decirle adiós, sin darle una explicación. Pero aquello sólo me confirmó lo que yo quería saber; él se acordaba de mí. Tal vez tan bien cómo yo lo hacía, fue por eso mismo que publiqué el libro que estaba inspirado en él.

Estaba segura de qué aunque quisiera olvidarlo, Taishō siempre encontraría la forma de hacerme entender que no me había olvidado y él siempre habitaría en alguna persona de mis libros.

Creo que esa es nuestra forma de mantenernos en la vida del otro: cómo un fantasma que siempre rondara. La mayoría de la gente pensaría que eso es algo demasiado triste, algo incómodo, sin embargo para mí no lo es. Me gusta pensar en Sesshōmaru y me gusta sobre todo recordarlo cómo yo lo conocí.

Y, en el fondo, espero con impaciencia el momento en qué nuestros destinos se crucen de nuevo. Tal vez para ese entonces ya tenga una pareja que ame con el corazón; alguien capaz de entenderlo y darle todo el cariño que se le fue negado en algún tiempo. Pero no me importaría, lo único que me importaría es volverlo a ver y saber qué así como él se me ha grabado a fuego en mente, yo he sido grabada a fuego en la suya.

El tiempo que pasamos entre frases y paisajes... fue demasiado especial cómo para ser olvidado.

Fin.

¡Muchas gracias a todas las personitas que se tomaron su tiempo de leer, a los que votaron y comentaron! Espero leerlos en un futuro no muy cercano (sinceridad, ante todo).

¡Saludos!


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