1. El último aprendiz

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—¡¡No, no, no!! ¡Félix tienes que tener más cuidado!—Gritaba Fenrir a su pupilo mientras observaba el techo de la casa lleno de fuego, Félix había recitado mal el hechizo y había incendiado la casa, otra vez.—Ahora apágalo, y ni intentes ir por agua, lo harás con magia.

Félix cerró los ojos e intentó concentrarse, levantó las manos en dirección al techo y comenzó a recitar palabras en el idioma de los magos; ¿crear agua? muy fácil, es de los primeros encantamientos que te enseñan, esa tarea iba a ser fácil.

De sus manos salió disparada una luz de color blanca y arremetió contra las llamas, todo se lleno de humo, ¡lo había logrado, había apagado el fuego! o eso pensaba. Cuando el humo se disipó, lograron observar el resultado del encantamiento, por el lado positivo, el fuego se había detenido, pero por el otro...todo estaba congelado; había recitado mal el encantamiento, no se había concentrado lo suficiente, y había congelado toda la casa, parecía un palacio de hielo.

—No tienes remedio—Comentó su maestro, al mismo tiempo que lanzaba un encantamiento propio y derretía el hielo, regresando todo a su estado original.

—Lo siento maestro, no sé que me pasa hoy—Intentaba excusarse Félix, con la cabeza agachada esperando el regaño de Fenrir.

—No te disculpes, al menos esta vez no salió nadie herido—Se levantó la camisa y mostró una pequeña cicatriz en su espalda baja, provocada la ultima vez que Félix intentó dar vida a un objeto inanimado.—Lo harás mejor para la próxima; ahora, has algo que no implique magia y ve al pueblo por comida, muero de hambre.—Le ordenaba mientras lanzaba un par de monedas al aire hacia Félix y se internaba a la choza.

El joven las agarró en el aire y comenzó a caminar en dirección al pueblo, este se encontraba a diez minutos caminando, y a cinco en caballo, pero prefería ir caminando, quería lograr meditar y encontrar el motivo por el cual había fallado dos encantamientos seguidos, y ambos encantamientos básicos.

Félix tenía 19 años recién cumplidos, una mata de cabello revoltoso color oscuro, unos ojos cafés y una tez blanca, oscurecida de más por las horas de trabajo bajo el sol.

Había comenzado sus lecciones de magia hacia ya 4 años, aún lo recordaba como si hubieran iniciado ayer. Recordaba cada ese día a la perfección, el sonido de su madre cocinar mientras todos esperaban la comida, sus hermanos pequeños peleando en la mesa por el lugar, mientras su padre contaba historias de caballeros y magos a su hermana pequeña. Cuando sin previo aviso, la puerta principal se abrió de par en par, y un hombre encapuchado entró a la casa. Los niños corrieron a esconderse detrás del padre, y Félix corrió enfrente de su madre en forma de protección. 

Lentamente el hombre se quitó la capucha y dejo relucir su gran cabellera blanca, su cara maltratada por varias cicatrices, sus ojos verdes llenos de sabiduría y una sonrisa amigable; y dando una pequeña reverencia, se presentó:

—Muy buenas tardes, soy el mago Fenrir y estoy aquí por su hijo.

Así había comenzado todo, con unas palabras tan simples, pero tan importantes y llenas de significado para Félix, esa visita había implicado el mejor cambio en su vida, no tendría que seguir cuidando puercos para su familia, ni tendría que dedicarse a una vida de campesino, podría seguir el camino de la magia, y llegar a ser un gran mago, como los magos de las historias que conocía desde pequeño gracias a su padre. El gran mago Fenrir había visitado a su familia esa tarde en busca de un nuevo pupilo, ya que por motivos que no quiso comentar ese día, el pupilo anterior, había desistido. El gran mago había estado observando a Félix hacia ya varios meses atrás y deseaba que él se convirtiera en su nuevo estudiante. Los padres de Félix consideraron la propuesta y debido al poco ingreso que tenían, no era una mala opción mandar a su hijo a estudiar la magia con todos los gastos pagados, de esa manera tendrían una boca menos que alimentar y su hijo se encontraría en buenas manos, así que dejaron la decisión en sus manos, y por supuesto Félix, gustoso, la aceptó sin dudarlo dos veces. Desde entonces se encontraba bajo la tutela del gran Mago Fenrir, aprendiendo desde cocinar todos los guisos que podía aprender hasta crear encantamientos a partir de la nada.

El Joven Mago Y El Libro de los Muertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora