7. La leyenda de los Magos Estelares

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A la mañana siguiente, unos golpes en la puerta despertaron a Félix de su sueño, el joven estaba tan dormido, que los golpes le causaron un leve salto y cayó de la cama. Se incorporó lo más rápido que pudo y comenzó a pasar las manos por su cabello agitadamente, intentando acomodarlo; él ya sabía quien estaba tocando la puerta, era Nat, habían acordado reunirse en su casa en la mañana para poder investigar acerca de la misión, pero se había quedado dormido.

—¡Ya voy!—gritaba el joven mientras corría en busca de unos pantalones, y se iba vistiendo mientras caminaba en dirección la puerta.

—Buenos días—Comentaba Félix mientras abría la puerta y observaba la hermosa cara de Nat, no llevaba la típica ropa de mercado, en esta ocasión llevaba un vestido, y una capa que le cubría la cabeza con una capucha. Cuando el joven abrió la puerta, Nat se quitó la capa y dejó relucir su hermosa cabellera café claro.

—Buenos días Félix.

—Pasa por favor.

—Veo que te has levantado tarde—Decía Nat mientras sonreía al observar la ropa mal puesta del joven.

—Este...no, yo solo...—Intentaba excusarse Félix mientras se arreglaba la manga de la playera de lana 

—Si, me quede dormido, perdona.

—No hay problema—Nat levantó la mano y le acomodó un mechón de cabello que tenía el joven en la cara.

Félix se ruborizó ante tal acción.

—El cuarto es el de la izquierda.

Comentó Félix mientras se acercaba a la puerta del cuarto para abrirla y entrar al cuarto del Maestro a investigar entre sus libros, pero cuando llegó a la manija de la puerta, no pudo abrirla, estaba cerrada. El Maestro había cerrado su cuarto antes de irse; era de esperarse, pues nunca dejaba que nadie entrara a su cuarto, ni siquiera Félix tenía permitido entrar, solo lo había hecho en un ocasión, y terminó convertido en sapo por desobedecer al Maestro.

—Esta cerrada—Decía decepcionada Nat.

—Sí, pero voy a abrirla, debe de haber una llave—Félix comenzó a inspeccionar la casa por todos lados en busca de una llave que les permitiera entrar al cuarto, pero no encontraba nada.

—¿Y si se la llevó consigo mismo?—Preguntó Nat, mientras se agachaba a revisar debajo del sillón.

—Puede ser, pero no creo, de seguro la dejo escondida en alguna parte.

Los jóvenes buscaron y buscaron por todos lados de la casa, revisaron la cocina, la sala, el cuarto de Félix, inclusive en el techo, pero todo fue sin sentido pues nunca encontraron la llave, una vez rendidos, se sentaron en el sillón e intentaron pensar en un buen escondite para la llave en una casa tan pequeña.

—¿No puedes abrirla con magia?

—No, aun no conozco ese tipo de encantamientos—Félix seguía recorriendo la casa con la mirada en busca del objeto.

Nat se levantó y caminó hacia la puerta para intentar abrirla por décima vez, como si esa ocasión fuera diferente.

Se acercó y giró la manija, pero no obtuvo respuesta, la puerta no se abrió. Gracias a la desesperación dio un pequeño salto de enojo y pateó la puerta.

—¿Pues qué cosas tiene escondidas ahí?—Nat estaba frustrada; había faltado a trabajar y no abrió el puesto del mercado por venir a investigar con Félix, pero fue una pérdida de tiempo.

—Haz eso otra vez por favor.

—¿Qué cosa?—Nat no entendía lo que le pedía el joven.

—Lo que acabas de hacer, tu salto—Félix se acercó e hizo una seña en forma de silencio.

El Joven Mago Y El Libro de los Muertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora