Al otro lado de tu ventana.

19

Naomi nunca apareció por la peluquería, ni por su casa para cambiarse el vestido, ni mucho menos al baile de graduación.

Alex nunca la vio puesta con el bonito vestido que ambos habían ido a comprar, ni con sus brillantes ojos bailantes por toda la pista, su pelo no caía en cascada como él se imaginaba que sería, y mucho menos, tuvieron su baile lento.

Al siguiente día tampoco apareció tirándole piedritas a su ventana, no puso su música habitual, y no saltó al cuarto de Alex a darle los buenos días.

El corazón de Alex dio un vuelco, se acercó a su ventana y gritó:

-¡Naomi!

Sin embargo no recibió una respuesta, así que decidido bajó hasta su casa.

No abrieron los claros y brillantes ojos de su amada novia. Si no los de su mamá.

-Carmen.

-Alex, ¿Qué necesitas?- preguntó con su habitual sonrisa. Si algo malo hubiera pasado, ella no estaría feliz, soltó un suspiro y se apresuró a responder.

-Me preguntaba si Naomi estaba por aquí...

La expresión alegre de su madre cambió y se transformó en una mueca de duda.

-¿Naomi no te ha dicho nada?

-¿Qué debería decirme?- preguntó el con preocupación.

-¿Realmente no lo sabes? Hace... no debe de ser mucho, unas cinco horas, partió a Buenos aires.

-¿A Buenos aires? ¿Por qué?

-Querido, la beca...

-¿Cuál beca?

-Creo que esto debes de hablarlo con Naomi.- le da un cálido abrazo maternal- En cuanto sepa el número de la residencia, te lo daré.

Bajó la cabeza y se fue a su casa, totalmente destruido, completamente muerto. Naomi se había ido, se había ido a emprender su viaje, y él ni siquiera lo sabía.

Claro que en algún momento los dos deberían de saber que luego de las vacaciones partirían a caminos diferentes, pero para eso aún faltaba un tiempo. Naomi ni siquiera se había despedido, no le había dicho en donde iba a estudiar, ni los planes que tenía para su vida. Era obvio que no lo tenía a él en ellos.

Ya no volvería a ver sus claros ojos todos los días, ni volvería a jugar con su pelo cuando se aburría, no más bromas ni bailes secretos, ya no volvería a fundirse en sus labios, ni volvería a dormirse con sus caricias, ya no volvería a verla con solo asomarse a la ventana, ni podría molestarla tirándole piedritas, ni volverían a hablar y enamorarse con notitas. No volvería a cantar para ella, ni a reírse de los chistes malos de los dos. Porque aunque sabía que además de los miles de kilómetros que los volvían a separar, Naomi ya lo había sacado de su vida mucho antes de irse.

Se asomó a la ventana y al mirar el cuarto vacío de Naomi empezó a llorar, sacando sus frustraciones y miedos, luego al calmarse un poco, hizo lo que hacía en los viejos tiempos. Saltó a su ventana, y se adentró en la habitación de su novia.

Todo estaba vacío, solitario, cerró los ojos intentando evocar su recuerdo, pero solo logró hacerse más daño.

Se sentó en el piso, y pudo vislumbrar una nota. Se había llevado todo, y solo había dejado una nota.

La cogió entre sus dedos, y la escondió en su pecho. Estuvo unos momentos así hasta que decidió que lo mejor era leerla.

Tomó aire y se preparó para leer la carta que le rompería el corazón en mil pedazos.