El primer día de un nuevo año, ¿qué tiene de especial? Es sólo un día común, con la diferencia de que tiene el número primero, del primer mes, de un nuevo año. Lo que para mi significa un reto más. Siempre para ser mejor.

En primera instancia quise mencionar uno de mis propósitos, pero después de darle tantas vueltas en la cabeza, y de pensarlo detenida y conscientemente, llegué a la conclusión de que no lo diré.
No tiene caso mencionarlo, siempre suelen fallarse a las promesas. Sin embargo, lucharé porque mi promesa sea cumplida, aún cuando el hecho de no decirla la haga no existir.

Bien, hoy puedo, y más que nada, quiero, decir y sentir que la amo. Y que nada cambiará mis sentimientos hacia ella, ni la distancia, incluso si todo el mundo se opusiera, yo firmemente lucharé por nuestro amor a capa y espada, y seré fuerte por ella. Siempre la amaré aún sienta perder esperanzas, aún sienta que todo está perdido, ella llegó a ser la luz que necesitaba para poder ver en la oscuridad, para evitar tropezar, y sé que tropezaré, es inevitable, pero gracias a ella, no caeré. Y cuando llegue a caer, ella se acostará a lado mío, y esperará a que pueda luchar de nuevo.

Tengo 17 años, y es desagradable escuchar a gente adulta decir que amar a mi edad es ridículo, que es casi imposible, que en realidad no estoy amando; sí amanecer pensado en el nombre, en el bienestar y felicidad de esa persona, sí pensar en ella todo el santo día, sí hacer todo lo que haces pensando en ella, sí siempre te esmeras por mejorar, por triunfar, por se un orgullo para ella, si dedicas tu vida entera y todo lo que puedes hacer en ella, con ella y para ella, no es amor. Entonces no sé que es.

Una vez le dije a Diana, o más bien, le pregunté; ¿sabes cuál es el amor verdadero? A lo que ella me contestó; "No, no lo sé" Titubeó un poco, ví que no quería fallar en decirme lo correcto, así que yo respondí, un poco atarantado porque esperaba realmente una respuesta un poco más compleja, dije; Es ver por la felicidad de la persona amada antes que la tuya, sea contigo o sin ti.

Y así es, creó en ello. Podría empezar a mencionar las formas en las que me empecé a dar cuenta de que estaba realmente enamorado de ella. Pero, mejor y antes que nada, contaré tanto como recuerde, tanto como ella me ayude a recordar, sobre nuestra vida juntos. Eh de declarar que padezco de un raro caso de pérdida de memoria.

A mi entender, conocí a Diana por ser amiga de una de las personas más amigables que conocí, su nombre es Brenda y aunque ahora ya no tenemos contacto, agradezco haberla conocido, sin ella esto sería prácticamente nada. Mi amistad con ella fue agradable, estaba yo en mis años dorados, llegue a mis 13 años -eso creo- a una escuela secundaria donde no conocía a nadie, pero entre ellos todo era diferente. En el primer día conocí a mi mejor amigo, el mismo que después de cinco años ah llegado a ser como mi hermano, ya es una gran vida a su lado.

Me adapte muy, pero muy deprisa, tal y como lo promete ser mi capacidad para todo. Tuve grandes historias que contar, las de mis trece años, los catorce y finalmente los quince. Pero no hay ninguna que quiera contar de todas ellas más que la nuestra, la de Diana y mía.

En primer grado conocí a puras chicas de tercero, y de segundo, las de mi grado también pero, obviamente prefería a las mayores. En segundo grado conocí a todo mundo, aunque ya conocía a los de segundo los conocí más, pero está vez conocí nuevos, los de primero. Lo que anteriormente era yo. Y estando en tercero conocí a nuevos de primero, y conocí más a fondo a los de segundo. Y eh aquí, ésta nueva generación de primer grado fue la que marco mi vida.
En ella venía Diana. Yo estaba por cumplir 16, tenía ya 15 años.
Ella, apenas 13 ya casi 14 años, —Ah, por cierto, somos del mismo mes, ella los cumple los días 14 y yo los 24 de septiembre— aunque era una gran diferencia de edad a mi no me importaba en lo más mínimo. Para el amor no hay edad, eso ya se sabe.

Por esas épocas yo "trabaja" de empacador en un super, al final de Paseos del Pedregal, donde también está mi actual instituto.

Gracias a ello gané suficiente dinero, estaba muy bien ubicado, en una plaza, rodeada de un Starbucks, unos cuantos bancos, una vialidad muy transitada, un gimnasio, y demás restaurantes, creo que también una concesionaria, ya no recuerdo la marca del automóvil. Sin embargo, la clave fue mi pasión a lo que hacia, y sé que tal vez les suene ridículo pero yo amaba hacerlo. Y por ello ganaba el doble o hasta el triple a comparación de los demás, era el preferido, tanto de clientes como de cajeros, era bastante torpe al principio, lento, demasiado lento para mi gusto, y aún así, como siempre, logré ser el mejor.

Con el dinero que ganaba le compraba chocolates, que yo recuerde era bastante monótono, tanto que lo único que le obsequiaba eran chocolates.

Siempre se los compraba un día anteriormente, al día siguiente intentaba llegar anticipadamente a su salón asignado para dejarlo en su pupitre, algunas veces me salía así, otras ella ya estaba sentada. Aún recuerdo, y eso es mucho para mi. Ella estaba sentada en ocasiones, yo llegaba de sorpresa, le tapaba esos preciosos ojos con mis manos, y esperaba a que mencionara mi nombre, para después voltearla a mi, y darle los predecibles chocolates. Después, sus gracias. Un fuerte, y severo abrazo. Y como 10 minutos de ininterrumpido beso apasionado. Eso antes de que las secretarias de subdirección me hecharan, o de que las prefectas hicieran lo mismo, quizá hasta la misma subdirectora.

Así fueron muchos días, no le regalaba chocolates a diario, pero si cada tercer día, era verdaderamente monótono, pero a ella le fascinaba. Los detalles de ella a mi, son por mucho más especiales, era su esfuerzo y dedicación, era su tiempo libre en clase, era su descuidar las materias por mi. Me hacia una especie de cubo en 3D con hojas de aproximadamente 10 por 10 centímetros hechas rombos. Y las pequeñas hojas en ocasiones contenían frases. A veces ese cubo contenía uno más pequeño, y el pequeño contenía uno aún más diminuto, y el diminuto igual, así hasta un quinto o sexto nivel. También me escribía, como yo lo hacía.

Ah decir verdad, ella amaba, ama y amará mis cartas, y no sé el por qué, aunque presumo de una casi perfecta letra, mi redacción es obsoleta. Por así decirlo. Pero no me importaba, yo también amaba, amo y amaré escribirle.

Carta a DianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora