El día de hoy.

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El problema radicaba en que básicamente todo lo pensaba, me considero escéptico, lo soy con todo. O casi todo. Hay cosas que no discuto, sino más bien acepto su existencia, su razón de ser.
Y la mayoría de la gente es así, ignorante. Y no por el hecho de que no sabe. Si no por el hecho de que se la pasan ignorando hechos tan importantes como un nuevo despertar, y no sólo hechos, también personas, en algunos casos cosas, todo eso, por muy pequeño e insignificante que parezca, son de vital importancia.

Hoy en día —o quizá así haya sido siempre— la desigualdad está latente. Y parece que a nadie le importa. Muchos —tantos como yo— lo observan, se dan cuenta de ello. Sin embargo, esos tantos como yo no hacemos nada para cambiarlo, pero incluso en este mundo tan deshumanizado existen personas que sin las intenciones claras o con ellas hacen lo posible por arreglar está situación. Que es de gran importancia. Como en realidad, todo lo es.

Tan sólo tienes que mencionar su nombre, Diana. Y yo seré feliz. Tan sólo con eso. Y no porque el nombre esté bonito, pero vaya que lo es. Más bien soy feliz porque es el nombre adecuado a tal mujer, tan asombrosa mujer, ella es realmente maravillosa, ¿cómo puede tanta belleza estar en un sólo lugar?
Ella, todo ella. Desborda alegría, ganas de vivir, desborda amor.
Es como si fuera una especie de helado derritiéndose. O un sol iluminando y calentando todo a su alrededor. Es como una hélice soplando aliento de vida...

Hoy tuve demasiado para un sólo día, y podría decir que me fue muy mal si no fuera porque estuve con ella.

Ella me había invitando a una posada en la casa que queda de frente a la suya —y Dios, como desearía vivir en esa casa— unos días antes, solamente sabía y me hizo saber que habría una y donde iba a ser; ayer me confirmó que sería el día de hoy y para cuando sea leído, fue un 23 de Diciembre del año en curso, y para los que lo lean aún después, en el año 2015, —dicho esto cabe la posibilidad de que jamás en mi vida y en lo que me resta de ella, olvidaré esté día— me dijo que empezaría a las siete de la noche, obviamente yo no iba a faltar, menos aún cuando ella me había pedido que fuera; la verdad es que nunca jamás en la vida —en lo que llevo de ella— eh ido a una posada, a duras penas sé lo que se hace en ellas, no es como que me llame mucho la atención ir, de hecho si por mi fuera —y por lo visto es así— jamás iría a una de ellas.

Sin embargo, hoy me encontraba en total desacuerdo con lo que pienso, me entró una desesperante confusión, era realmente raro que yo me llegará a sentir así, indeciso.

Finalmente, y por fin, me decidí a ir, no por el hecho de que quisiera saber lo que se siente estar en una reunión así, si no más bien, por el hecho de que sería la primera vez que lo haría, lo mejor es que lo haría con ella, y es que si por mi fuera, todas y cada una de mis primeras veces serían con ella.

Le pregunté también la hora en la que terminaría sólo para saber si llegaría tarde a casa, la verdad es que no me interesa mucho llegar temprano, no es que me de igual llegar o no, pero no reparaba mucho en llegar lo más temprano a casa de mis padres, era todo lo contrario. Porque ni casa tengo, es de ellos. Lo aprendí en una de esas tantas veces en la que los padres te restriegan en cara lo que han hecho por ti.
Pero, eso es otro tema...

Cuando supe a que hora terminaría me alegre, estaría con ella por vez primera hasta altas horas de la noche, —lo que pasa es que soy muy emotivo, sensible— le pregunté también a que hora quería que llegará, —claramente no me iba a bastar un par de horas, quería más— y su respuesta fue; "No sé, como quieras amor. Sorprendeme", eso me dijo, para lo cual me sentí estúpidisimo pues creo que es el tipo de preguntas que jamás se deben plantear.

Tuve eso en mente todo el día anterior a éste.

No sé me ocurrió nada, pienso tanto en Diana que no tengo cabeza para más, y más bien no quiero tener cabeza para más.
Al día de hoy por la mañana, —obviamente— amanecí con mucho más ganas de verla, de estrecharla entre mis brazos, de besarla, de acariciarla. Tenía ganas de vivir. Siempre y cuando ella quisiera vivir la vida conmigo.

Carta a DianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora