Recuerdos

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Hace seis años atrás.

Era complicado ver las estrellas desde donde me encontraba, la luz de la ciudad vislumbraba todo a su alrededor y las hacía prácticamente inexistentes. No sé por qué pero una sensación de frustración me recorría cuando eso sucedía. Mi cuerpo reaccionaba de una manera extraña y molesta.

Mi canción favorita sonaba en la radio del auto de mi hermana Amalia de camino a su nueva casa y me incliné hacia adelante para subir el volumen, tratando de ignorar aquella sensación de enfado con la cual estaba muy familiarizada.

Por la ventana del auto observé todo lo que se encontraba a mí alrededor, los restaurantes y plazas abiertas, las luces de los edificios que encandilaban hasta las esquinas más oscuras y a las personas que salían de sus trabajos para terminar el día y tumbarse en el sofá de sus casas a ver la televisión.

Cerré los ojos intentando despejarme.

Suspiré, estaba cansada, quería llegar rápido de este paseo estúpido para poder estar a solas y relajarme de toda la mierda por la que estaba pasando últimamente.

Recordé aquellos momentos en los que fui plenamente feliz, tenía mi vida totalmente planeada, mi instituto, la universidad a la que estudiaría, todo. Mi madre era perfecta, mi padre era perfecto y tenía aquella hermana que siempre estaba para mí cuando más la necesitaba, esa vida por la que cualquier niño de doce años sentiría envidia al ver. Hasta que un día, los problemas empezaron a caer en picada, y con ello la mudanza de mi hermana hacia otro continente.

Poco tiempo después, la grandiosa decisión que mi madre tomó al querer mudarse del país también.

Mi mundo se vino abajo cuando recibí la noticia.

Al principio, estaba reacia y molesta con mi madre por haber tirado todos nuestros planes a la basura con tan solo chasquear los dedos. Me tomó mucho tiempo asimilarlo, estaba decepcionada, triste. No quería una nueva vida, quería está. Mis amigos estaban aquí, mis recuerdos también.

Pero al ver aquel anhelo en el rostro de mi madre, después de todo el dolor por el que pasamos juntas, me di por vencida.

Ella sólo quería olvidar, quería comenzar de nuevo en un lugar que no le recordase constantemente lo sucedido. Yo sabía, al contrario de Amalia, que ella solo quería lo mejor para nosotras y por eso no me volví a oponer. La entendía.

Por aquella razón, decidí contener mis emociones y tirarlas a un baúl directo al fondo del océano.

Iríamos a Londres, Inglaterra.

Un nuevo comienzo, una nueva vida.


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