Capítulo 2

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Levantándome rápidamente de la silla, di media vuelta y dirigí mi mirada hacia el interior de la casa, esperando ver a alguien de pie en la puerta

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Levantándome rápidamente de la silla, di media vuelta y dirigí mi mirada hacia el interior de la casa, esperando ver a alguien de pie en la puerta. Al no encontrar a nadie, fruncí el ceño hacia la oscuridad.

— ¿Qué...? —empecé a formular, desconcertada. Estaba segura de haber escuchado la voz de Daevid... No, Alie, deja de pensar tonterías. Él prometió no aparecer por aquí. Te estás volviendo loca.

—Estoy aquí arriba.

Alcé la mirada hacia el lugar de donde provenía esa voz, reparando en la silueta de un chico alto y fornido en un balcón escondido en la última planta de la casa. No podía distinguir su rostro porque estaba envuelto en sombras. A pesar de mi habilidad para ver con claridad incluso en la oscuridad, me resultaba imposible ver su rostro. Solo podía distinguir la forma de su cuerpo y su presencia imponente, pero juzgando por el tono grave y ronco de su voz, debía ser bastante agradable a la vista.

Me observó con las manos en los bolsillos, esperando una respuesta. Recordé lo que había dicho antes. Tras unos segundos de estupefacción, logré articular:

—Lo siento, he... perdido a mis amigos. —balbuceé, soltando lo primero que se me ocurrió.

—Por aquí no ha salido nadie.

—Lo sé, solo me distrajo la piscina y quise...

—No puedes estar aquí. —interrumpió con voz irritada.

—No veo un cartel que diga "zona intransitable". —respondí igualmente firme.

—Te creía más inteligente.

—¿Perdona? —fruncí el ceño, cada vez más molesta.

—Si no ves a nadie alrededor, ginger. ¿No crees que sea lógico?

—Mi nombre no es ginger, me llamo Al...

—Sé quién eres. —me interrumpió—, Scarlett debe realmente odiarte para ni siquiera considerar acostarse con tu patético novio. —dijo con arrogancia, desafiante—. Ahora, ¿por qué no me cuentas algo más interesante? O mejor aún, continúas buscando a tus amigos. Parece que vas en buena dirección.

Se sentó ágilmente en el suelo del mirador, con las piernas colgando, y me observó con atención.

Mi sorpresa y molestia debieron reflejarse en mi rostro ante su tono burlón y casi frío. No obstante, mis labios estaban ocupados en soltar lo primero que se me ocurrió:

— ¿Alguna vez te han dicho que eres un completo imbécil? —espeté con fastidio.

—Muchas veces.

Decidí ignorarlo.

—Te estás confundiendo de persona.

—No sé si alguien te lo haya dicho —ironizó—, pero te lo voy a recordar. Eres la única chica en el instituto con el cabello rojo.

Dos PiezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora