Capítulo 5 : Llámemoslo error - Parte 2.

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Salí por la puerta de la cárcel y me agarré a la pared, todo daba vueltas, había descubierto bastante por hoy y mi cabeza daba vueltas. Me llevé la mano a la frente y vi que estaba sangrando.

- ¿Señora Lundberg? - preguntó un guardia que protegía la entrada -. ¿Está usted bien?

Intenté asentir pero me desmayé en los brazos de aquel hombre mientras todos los recuerdos de mi vida pasada acudían a mí.




Desperté y al ver el rostro de Gabriel, respiré aliviada. Parecía que yo era la que me había llevado la mejor parte ya que él parecía estar de una pieza. 

Miré a mi al rededor y vi que no había nadie más, no estaban ni mi padre ni mi madre así que no debían de haberse enterado de nada del accidente. 

-  ¿Estás bien, Gaby? -  pegunté cuando vi que él estaba frunciendo el ceño -. Parece que el accidente no fue tan grave como parecía. 

-  ¿El accidente? ¿El de coche que pasó hace ocho años?

Lo miré indecisa y fue cuando me di cuenta de que eso había sido el pasado, ahora habían pasado ocho años y yo tenía otra familia y una persona con la que me iba a casar.

-  Olvide lo que he dicho -  dije mientras me levantaba y quitaba los cables que me conectaban a una máquina -. Haga como que no ha pasado nada. 

Me metí en el baño antes de que él dijera algo y encontré mi ropa en uno de los cajones, parecía que esas enfermeras no me conocían bien y pensaban que no me iba a ir. Salí del baño y me encontré con que él seguía ahí parado, parecía esperar algo. 

-  ¿Por qué sigue aquí?

-  ¿Estás bien?

-  No me puede responder a una pregunta con otra pregunta, señor Lundberg. 

Él suspiró y se acercó a mí haciéndome retroceder hasta que mi espalda tocó la puerta. Sus ojos recorrieron mi rostro y su pulgar acarició mi mejilla haciendo que un millón de recuerdos de todas las veces que él había hecho eso me invadieron. Mi corazón empezó a latir con rapidez pero lo ignoré tanto como pude y aparté su mano para después salir de la habitación.  Sentí sus pasos detrás de mí y su mano agarrando mi mano para después hacerme entrar en el ascensor. 

-  Tiene que dejar de tratarme como si fuera algo suyo -  dije harta de su asquerosa cercanía. 

-  Es que lo eres, Josefine. Resulta que eres algo llamado esposa y, por lo tanto, me perteneces. 

-  ¿Perdón? Creo que se ha olvidado de que estamos en el siglo XXI en el que la mujer no pertenece a nadie, señor Lundberg, y yo menos. Le he dicho que quiero el divorcio, ¿lo entiende? No quiero vivir en el pasado y usted forma parte de mi pasado. 

Salí cuando las puertas se abrieron y empecé a andar sin saber muy bien a donde me dirigía. Solo necesitaba estar en movimiento para no volver a él, para no volver a sentir esos sentimientos que cada vez que veía a Gabriel Lundgren se hacían más fuertes. Tenía que irme ya de Suecia pero la identidad de mi verdadero padre me hacía permanecer aunque solo fuera para esperar a que él me buscara a mí. Me paré al ver un bar abierto y entré sin pensármelo dos veces, no era la primera vez que iba allí, tenía esa sensación. Me senté en una de las sillas de la barra y llamé al camarero pero, cuando llevaba más de siete cervezas, este se negó a darme ninguna más. 

-  Quiero ver a su jefe -  dije trabándome con las palabras ya que estaba más que borracha -. ¿No me has oído? Quiero ver a tu jefe ahora. 

Él salió de la barra y se dirigió hasta una de las puertas prohibidas para nadie que no fuera personal. Me reí, parecía que había huido, a lo mejor no me veía lo bastante escandalosa como para hacer nada más que gritar. 

Recordando Cómo Recordarte [SL2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora