Un gato solitario bajo la lluvia 2.

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-¿Cómo hice eso? - preguntaba el menor al kwami mientras caminaba hacia su casa.

-¿Derribar el árbol? - el rubio asintió con la cabeza – Es solo parte de tus poderes,pero debes tener cuando usas el cataclysm puedes desatar catástrofes, por sobre todo jamás debes usarlo sobre una persona.- advirtió.

-¿Que pasaria si le usó en una persona?

-MM...es dificil de explicar – miro al chico fijamente sin decir nada – Que ni se te ocurra – sentenció finalmente.

-Bien. - afirmó el oji verde aún con dudas.

-Apresúrate, quiero queso – exigio el pequeño gato.

-Seria mas rapido si me transformara de nuevo...

-¡No! - interrumpe el kwami – Estoy muy cansado, una vez el anillo termina la transformación, no puedes transformarte hasta que me des mucho queso.

-¿Por qué queso? - le miro interrogante.

-¿Por qué? ¡por qué? ¿Por qué? - replicó Plagg – haces demasiadas preguntas y me das muy poco queso.

El resto del camino siguieron en silencio, el chico repasaba cada detalle de la hazaña cometida ese dia. Una sonrisa apareció en su rostro había podido salvar a mari y su madre seguro podria hacer mas cosas asi, sin mencionar la libertad que ahora se presentaba frente a él.

-¡Señorito! - grito una criada al verle llegar con los cabellos revueltos y cansado por el largo camino.- ¿Que le a sucedido?

-Yo...bueno...-nunca pensó en que excusa daría al regresar a su casa –salí a pasear – mintió.

-Su padre a hecho que todos le busquen.

-Lo siento – se disculpó el menor – iré a verlo enseguida.

-Eso espero, encargare a las criadas de casa que le preparen el baño.

Alister entró en casa dirigiendose al estudio de su padre, suspiro frente a la puerta tomando la manija en su mano.

-¿Por qué tiemblas? - le susurro el kwami oculto en su bolsillo.

-Seguro está molesto.

-¿Y que con eso?

-La última vez corto mi cabello por completo – dijo tocando sus cabellos cortos, el perder el largo que ganó al transformarse le entristecía.

-Ya veo, por eso le llevas así...- el gatito guardó silencio al escuchar los pasos al otro lado de la puerta, esta se abrió de golpe apenas dando tiempo al rubio para soltar la manija.

Francis Du Fortier era un hombre con poca paciencia todo aquello que le hiciese perder el tiempo le desagradaba en gran manera, peino sus cabellos rubios hacia atrás viendo a su hijo con una mirada muy gélida, aquellos ojos eran de un verde más claro que los del menor. Su expresión era endurecida por aquellos rasgos firmes y seño fruncido muy común en el.

-¿Donde estabas ?- inquirió molesto.

-Yo...salí a caminar – hablo casi entre dientes.

-¿Qué te he dicho de hablar así?.- arqueo una ceja dirigiéndose a su escritorio.

-Lo siento padre – entró en la habitación tragando en seco.

-Espero que la desobediencia de esta mañana no se repita, menos tu aspecto de ahora.- tomo unos papeles ordenándolos. -como heredero de los Du Fortier debes comportarte como es debido.

-Sí padre.- asintió agradeció internamente que su padre no le castigase de nuevo.

-Si se repite, te despediras de esas joyas de tu madre que escondes – amenaza, los ojos del chico se abrieron a más no poder como podía su padre saber que el las tenia.-¿Pensaste que los criados guardarian ese secreto? Que te quede claro ellos solo son basura a mi servicio, jamas seran como nosotros, ahora marchate.

Una vida mas. (Editando. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora