Nain siempre había sido un joven solitario, sin nada que perder como tampoco nada que ganar. Su vida había transcurrido entre diversos amos, ni siquiera él estaba seguro de quien había sido primero, y mucho menos le importaba. Desde niño había aprendido a valerse por sí mismo, cocinaba y por ello buscaba hospedaje en las casas. Siempre había alguien que no tuviera dinero como para contratar una cocinero, pero él sólo pedía hospedaje, lo cual establecía una relación recíproca con sus amos. Por las noches se sentaba a escucharlos para así aprender del mundo que lo rodeaba y adquirir conocimientos. Así fue el paso de sus primeros años.
La última vez que trabajó para alguien fue para la señora Evangelina, una señora que vivía sola a pesar de tener una casa bastante grande. Dos pisos, y habitaciones suficientes para una familia, pero por lo que ella contaba, nunca tuvo hijos ni marido. Habría vivido en su casa por lo menos cuatro meses. Allí se sentía bastante cómodo, e incluso le había tomado cariño a la cariño a la mujer, que lo trataba como a su hijo. Nain estaba feliz, un techo fijo, comida, nada que reprocharle al trato que allí recibió durante esos días. La mujer era muy bondadosa y atenta con él.
Cierto día lluvioso, que recordaría por siempre, él limpiaba unas verduras cuando alguien golpeó la puerta. La señora Evangelina abrió la puerta de madera y allí lo vieron por primera vez. La persona que cambiaria su vida de maneras que jamás hubiera imaginado. Un hombre alto, con un rostro de haber vivido mucho, sin embargo joven. Sus ropas estaban mojadas, su pelo corto era lo único que parecía no haber sufrido la tormenta.
-Pase, pase buen hombre- fue rápido el saludo de Evangelina, a lo que el hombre se adentro a la sala de ingreso. Pero ambos se quedaron allí conversando.
-Muchas gracias, -su voz sonaba triste, pero amable- creía que pasaría la lluvia bajo las copas de los árboles, menos mal que divisé su casa. Permítame ofrecerle dinero para quedarme aquí esta noche, según parece la tormenta no parará hasta oscurecer. -Nain comenzaba a pelar las papas, pero escuchaba la conversación entre su ama y el extraño.- Oh! Dónde están mis modales, me llamo Wilbench me dirijo hacia Ferral mi estimada, podría decirme su nombre.
-Encantada Wilbench, soy Evangelina y llega justo si quiere comer algo: mi criado prepara la comida. -La señora siempre era bien educada y amable con las personas, gracias a ello nunca tenían problemas con los vecinos y aquellos que recorrían el camino.- Pase por favor siéntese junto al fuego y quítese ese abrigo que se va a congelar. -Se dirigió a la cocina para avisarle a Nain que preparara más comida.- Nain...
-No se preocupe, ya lo escuche todo.- Nain le sonrió a la mujer.- Tendremos compañía esta noche.- Las verduras fueron a la cacerola donde el agua ya hervía. Pronto estaría lista la comida.
Wilbench ignoró el fuego y se dirigió a la cocina. - Permítame saludar a nuestro cocinero también, encantado, ¿su nombre?
-Nain, señor- Se dieron la mano, la de Wilbench estaba fría y mojada por la lluvia. La mirada del hombre era amable, tenia aspecto de haber recorrido mucho. -Espero que no se haya mojado mucho.
-Por favor buen hombre, vuelva a la sala antes de que pesque un resfriado. -La señora tomó su abrigo y lo dejó junto a las escaleras para que se secara, mientras a empujones lo sacaba de la cocina. -No se preocupe que es un jovencito...-El ruido de la tormenta impidió a Nain escuchar el cumplido, que ahora preparaba el pescado sacando las tripas..
Luego de la cena, todos se sentaron junto al hogar. Wilbench contó que viajaba hacia Intirar, la destruida ciudad de los semielfos, buscaba información acerca de un antiguo culto que le rendía culto al sol. Esta secta ofrecía sacrificios de animales durante los días nublados, cuando el astro no se mostraba. Pero primero debía ir a Ferral, una ciudad no muy lejos de donde se encontraban ellos. Allí se encontraría con un guía que le ayudaría a encontrar lo que buscaba.
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El Nigromante Renegado
FantasíaPrimera parte de la trilogía. La magia es un privilegio que solo pocas criaturas pueden tener... ¿O quizas no? Nain Kek, un joven humano aprende como dominar la magia mientras el mundo que le rodea entra en guerra. Sumido en oscuridad deberá defend...