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Me acerco cojeando, hoy se ha sentado al final de su recital, no le brillan los ojos como esas veces que mira a su público y se comporta como un caballero que no se ve nunca en este siglo.

Me armo de valor y me siento a su lado, demasiado tiempo con esa cuestión ardiendo en la parte de atrás de mi alma. Le pregunto por los versos que no reconozco, con la suposición acertada de que son cosecha propia y, ahora que no fuerza la voz para quien le escucha, me enamoro de su acento en cada palabra que dice, en cada explicación que me da y también cuando me pregunta por mi tobillo.

guns [l.h.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora