El Borracho

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Un aroma dulce ¿Flores acaso? Si, eso parecía ser. Inhaló ese dulce aroma y abrió los ojos con trabajo; el sol que penetraba por la ventana le resultaba enceguecedor. Se giró con pereza en la mullida cama y estiró sus brazos a los lados, hasta que un bulto a su lado lo sobresaltó.
-Qué coño- exclamó en voz baja un resacoso Grantaire al ver al joven pelirrojo durmiendo a su lado, entrecerró los ojos para poder apreciar mejor la imagen del poeta sin poder evitar sobresaltarse. Lo último que recordaba era estar en un pub con Bahorel.
Se levantó con cuidado de la cama, y tomó los lentes de sol de Jehan, unos Ray-Ban cafés, "mucho mejor" se dijo internamente mientras miraba la habitación del poeta. A pesar de que Jehan no cerraba bajo llave su habitación él nunca había entrado, probablemente porque no le interesaba, o porque siempre estaba demasiado borracho como para hacerlo.
Miró el cesto de basura e hizo una mueca.
Vómito.
Y era su vómito, ya lo limpiaría. Caminó por la pequeña estancia, mirando con curiosidad los libros de poesía de este, y entre su caminata un papel se pegó a su pie desnudo. Movió la pierna con violencia, pero este parecía no desprenderse y de mala gana se inclinó a quitarlo.
"Hombres que creen en el futuro, hombres necios ellos los llaman,
yo los llamo héroes, yo los llamo amigos.
Entre las burlas de muchos y aplausos de otros,
ellos creen, ellos confían, ellos esperan."
(...)

¿Acaso hablaba de ellos? ¿Hablaba de sus amigos? Lo más probable era que así fuera, ¡Y qué pensamientos los de aquel poeta! Grantaire no pudo hacer más que sonreír.
Tomó un bolígrafo, para su suerte Jehan solía dejarlos a simple vista, de hecho, estaban regados por todo el apartamento junto con hojas de papel, no sabía cuando podía venírsele una buena idea, y comenzó a transcribir.
La hoja original estaba arrugada y la tinta corrida por las lagrimas la noche anterior, pero la letra de Jehan era muy clara y no tuvo problema en hacerlo.
-Creo que está listo- dijo mirando las hojas en limpio, de cierto modo se sentía bien, no solía ayudar en nada, por el contrario, siempre daba problemas o eso era lo que él sentía. -Una taza de café no me vendría nada mal- suspiró y se dirigió a la puerta.
-¡Jehan! ¡Vago perezoso!- Alguien golpeó la puerta desde fuera y Grantaire retrocedió un poco. -¡Levántate ya!- Aquella forma de gritarle a su amigo le enfureció, estaba decidido abrir la puerta y decirle unas cuantas cosas a aquel hombre cuando una mano se deslizó delicadamente sobre por su espalda hasta su hombro.
Grantaire se giró.
-Jehan...- dijo en voz baja el moreno.
-Ocúltate 'taire, te lo explicaré más tarde- la voz dulce del poeta hizo que Grantaire obedeciera, y cuando este se ocultó Jehan abrió la puerta.
El hombre fuera de la habitación miraba al poeta con el ceño fruncido.
-¿Necesitas algo, papá?- preguntó con voz tranquila el poeta.
-Eres un flojo, ¡Date un baño y vístete! Tu madre quiere conocer la ciudad- el hombre se giró -A si, y córtate ese cabello, pareces una chica-
-Si, papá- dijo sin ánimos.

La verdad es que teniendo un padre militar le era difícil poder ser él mismo. Regresó a la habitación y cerró bajo llave de nuevo.
-Él es mi padre- dijo Jehan con la cabeza baja haciendo que los rojos mechones le cubrieran el rostro -Por eso estás en mi habitación y no en la de invitados-
Grantaire asintió. Tal vez él no sabía lo que era tener a un padre estricto y de carácter duro pero sabía lo que era tener un padre que no te comprendiera, después de todo, algo tenían en común.
-No te preocupes Jehan, creo que me iré ya- dijo mientras caminaba a la cama para ponerse las botas -Gracias por dejarme pasar la noche-
Jehan negó lentamente, haciendo que su cabello se balanceara alrededor de su rostro -No es nada- respondió con una sonrisa cálida.
Con el mismo cuidado con el que el borracho entró al apartamento, salió; acompañado por el poeta hasta la puerta.
Jehan estaba cansado, odiaba que sus padres le visitaran; les quería pero odiaba tenerlos cerca. Regresó a su habitación por algo de ropa, no deseaba salir del baño y que su padre lo viera con una simple toalla a la cintura, lo más probable es que le dijera algo con respecto a su cuerpo y no estaba de humor como para escucharlo. Tomó unos jeans y una de sus típicas camisas con flores, la cual miró por un largo tiempo, su padre le diría algo por las flores; suspiró y sacó otra, una azul claro sin ningún estampado, esa le iría mejor.
Pasó de largo su escritorio y entró al baño, abrió el grifo y dejó correr el agua mientras se desvestía, una vez sin ropa entró al chorro del agua. Lavó su cabello y su cuerpo lentamente, usaba shampu con aroma a flores al igual que el jabón que usaba para su cuerpo.
Una vez listo salió del baño, limpio y vestido.
-Estoy listo, papá- dijo mientras tocaba la puerta de la habitación para invitados, la cual se abrió de inmediato dejando ver a una hermosa mujer de cabello rojizo y piel blanca, con algunas pecas en su rostro y sus hombros, definitivamente Jehan se parecía a su madre.
-Buenos días, mamá- su voz había sufrido un cambio, su madre le daba esa seguridad y cariño que su padre no le daba.
-Buenos días, hijo- sonrió su madre, al igual que Jehan, la voz de la mujer era calida y estaba llena de dulzura. A veces Jehan se preguntaba como su madre había podido casarse con el hombre tosco y agresivo que era su padre.
-En un momento estamos listos hijo- sonrió su madre
-Vale, iré por el móvil- la voz de Jehan sonaba más animada.
En la cocina, no.
En la salita, nada.
El baño, tampoco.
¿Dónde había dejado el móvil?
Regresó a su habitación a buscarlo, entre las sabanas no estaba, ni en la mesita de noche, tampoco bajo la cama, estaría en el escritorio.
-¡Ajá!- Exclamó el poeta al ver el aparato, lo tomó en sus manos y se giró pero algo no estaba bien. Frunció el ceño y regresó la mirada al escritorio, estaban sus bolígrafos, sus hojas y su poema, ¡El poema que había desechado la noche anterior! ¿Qué hacía allí? No, eso no era lo más raro, lo extraño es que no era ni su letra, su letra era bonita y airosa, fácil de leer, esta era indescifrable.
"Tienes él talento, no lo eches a perder"

El poeta sonrió, Grantaire.
Más que por la letra indescifrable, esa pequeña nota al final le reveló su identidad, esas fueron las mismas palabras que Jehan le dijo a Grantaire apenas 6 meses antes, cuando este dibujaba en las orillas de las servilletas, cuando pensaba que no tenía talento para nada, cuando no había notado la forma en que pintaba "Tienes el talento 'taire, no lo eches a perder". Probablemente fue gracias a Jehan que el borracho había entrado a una universidad a estudiar artes, él fue el primero en notar que Grantaire podía pintar y pintar muy bien.

Té Para 12Donde viven las historias. Descúbrelo ahora