Capítulo 8.

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Dipper

—¿Y... ya acabaste de limpiar, Pino? —se burló Bill, apoyando su hombro izquierdo por el marco de la puerta de mi habitación, observándome divertido mientras me ocupaba en barrer.

—No, así que déjame en paz —gruñí, acercándome a la ventana para retirar el polvo del vidrio.

—No me gusta que me hablen de esa manera —me giré hacia él, viéndolo negar con la cabeza con una sonrisa perversa.

—¿Me ves con cara de que me importe? —sonreí burlón— ¿Por qué no vas a molestar a Mabel?

  Me volteé para seguir con lo mío, sin percatarme de las suaves pisadas del rubio que se acercaba a mí. Cuando lo noté, él ya me había volteado sujetándome de las caderas para luego arrinconarme contra la pared, sin quitar su perversa sonrisa.

—Sé que disfrutas mi compañía —susurró, manteniendo la distancia de nuestros rostros, a diferencia de nuestros cuerpos.

—Tú que sabes, no me conoces —sonreí victorioso, apoyando mis manos sobre sus hombros para apartarlo, pero el rubio era más fuerte y no logré moverlo ni un centímetro.

—Te conozco lo suficiente —se acercó lentamente, haciendo que mis mejillas ardieran.

—Aléjate —golpeé su pecho con mis puños, intentando que se alejara, lo que al parecer le dio más ganas de acercarse.

  Unió mis labios con los suyos, creando un suave beso que no correspondí. Abrí los ojos como platos mientras sentía y saboreaba los delgados labios del rubio. Las increíbles ganas de apartarlo no eran nada en comparación con las ganas de seguir el beso, pero no me moví. Me había bloqueado por completo.

  ¡No soy gay! ¿Por qué no lo aparto? pensé, más confundido que exaltado.

  El beso duró solo unos pocos segundos, hasta que se separó y me observó con una sonrisa burlona, mientras sentía mi rostro arder.

—Vaya, vaya, Dipper se ha convertido en un pequeño tomate —se burló, tocando suavemente mi nariz antes de reír levemente—. Bueno, te dejaré limpiar, Pino.

  Dicho aquello, sonrió una vez más y se retiró por la puerta cerrándola tras de sí, dejándome más que confundido y avergonzado. ¿Qué mierda había sucedido?

—Joder, maldito demonio —suspiré pesadamente mientras me revolvía el cabello completamente frustrado.

  A duras penas decidí olvidar lo que pasó, o al menos intentarlo, auto-convenciéndome que el beso no fue más que otra de sus bromas. Estaba casi seguro que tan solo quería molestar, y qué mejor manera de besarme y burlarse de mis mejillas sonrojadas.

  Minutos después había terminado de limpiar la habitación que Mabel y yo compartíamos, y bajé las escaleras con la escoba en mano para dejarla en algún lugar de la primera planta.

  Mientras caminaba por el pasillo pude divisar a Mabel limpiando el fregadero con una esponja, con el ceño levemente fruncido y los labios apretados. Sonreí y seguí mi camino.

  Mi sonrisa desapareció y fue reemplazada por una mueca de disgusto al ver a Bill en el sillón individual de Stan, presionando constantemente uno de los botones para cambiar de canal.

  Podía apostar que llevaba haciendo eso un buen rato.

  Lo observé mejor, su codo izquierdo reposaba sobre el apoya-brazos, y su sien sobre su puño. Se podía notar por su rostro que nada de lo que había en la televisión le agradaba, y que estaba totalmente aburrido.

Conociéndome a mí mismo ||BillDip||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora