Capítulo 37.

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Dipper

  Empezamos a caminar por los pasillos uno delante del otro, tomados firmemente de la mano. El rostro de Bill expresaba seguridad y seriedad, podía notarse que me protegería de lo que sea que estuviera en la dimensión.

  Me hacía sentir seguro.

  Mientras caminábamos, yo admiraba todo a mi alrededor. Los muebles parecían de caoba, las enormes ventanas daban la vista a un escalofriante bosque oscuro —o eso parecía—, y las arañas de vidrios colgadas del techo tenían un elegante color dorado.

  Me parecía que todo tenía pintas de que no podría romperlos con facilidad. Parecían indestructibles, o quizá sólo era mi imaginación.

  Recorrimos dos veces la elegante y algo tétrica mansión, ignorando por el momento la sala principal.

—¿No hay nada? —pregunté algo confundido.

—Recuerda que aún nos falta una habitación que revisar —dijo con simpleza, mientras avanzaba el paso obligándome a hacerlo también.

  Llegamos a una puerta de madera oscura, que fue abierta lentamente por Bill mientras observaba su interior. Al no ver nada, la abrió completamente y entró.

  Caminamos lentamente hacia delante, sin ver nada ni nadie que pudiera haber causado esos ruidos. Bill, al estar viendo hacia la izquierda, no pudo notar el pequeño y casi imperceptible movimiento a mi derecha.

  Me giré y estuve a punto de alertar a Bill, cuando vi de quién se trataba.

  Will estaba escondido detrás del sillón marrón, con la cabeza saliendo del mueble para observar a su alrededor. Cruzamos miradas unos segundos, y pude notar la expresión de terror del peliazul.

  Juntó sus palmas, al parecer suplicando, y oí su voz en mi mente.

  No se lo digas a Bill, si se entera que estoy aquí querrá saber cómo es eso posible, no quiero que descubra de esta manera que soy un demonio.

  Abrí los ojos como platos, tenía toda la razón. Bill enloquecería si llegara a verlo en la dimensión, y no descansaría hasta saber cómo llegó aquí.

  Intentando que Bill no viera hacia Will, extendí mi brazo derecho, señalando con el dedo índice un punto al azar de la habitación.

—¿Viste eso? —intenté que girara hacia donde estaba apuntando.

—¿Qué era? —preguntó mientras miraba.

  Vi por el rabillo del ojo a Will corriendo, en completo silencio, hacia afuera del cuarto, cruzando el pasillo y entrando a una habitación al azar.

—No sé, quizá fue mi imaginación —reí nervioso, con mi mano en mi nuca.

  Bill giró los ojos.

—Mejor volvamos —propuso, y después de que aceptara chasqueó los dedos y regresamos a Gravity Falls.

  Aparecimos frente a la puerta de la Cabaña del Misterio, donde Stanley se despedía cortezmente de un grupo de turistas, y les invitaba a volver alguna vez.

  Solté la mano de Bill y corrí hacia la parte trasera de la cabaña, buscando a mamá que debía estar preocupada por la forma en la que fui. Mientras corría, choqué con otra persona y caí de lleno al piso.

—¡Dipper! —sobé mi cabeza y levanté la vista, encontrándome con Ford.

—¡Tío Ford! —sonreí— ¿Y mamá?

  Se puso de pie y sacudió el polvo de su ropa con sus palmas, y luego me ofreció la mano para ayudarme a pararme. La tomé e imité su acción.

—Luego de que te fuiste Stanley logró calmarla, pero pasaron los minutos y volvió a enloquecer —empezó a caminar hacia la cabaña, a lo que lo seguí atento a sus palabras—. Stanley casi le golpea en la cabeza con un bate.

—¿Y lo hizo? —abrí los ojos como platos.

—No llegó a hacerlo, porque Mabel interrumpió el caos con el rayo de memoria.

—¿El que usamos en el Raromageddón? —elevé una ceja.

—Exacto —asintió e ingresamos a la cabaña—. Logró borrarle a Katherine el recuerdo de cuando vio a Bill atacando a Mabel.

—¿Atacando a Mabel? —oímos su voz detrás de nosotros— ¡Era defensa personal, seis dedos! ¿Cómo reaccionarías tú si Stanley te golpeara?

—¡Pues no me rebajaría a su nivel de devolverle el golpe!

—Eso no es lo que Stan nos contó —reí.

—¡Era joven! —se excusó alzando los brazos.

—Eso no es excusa, después de todo, yo también soy joven —rió levemente el rubio y se encogió de hombros.

  ¿Ser más antiguo que el universo es ser joven?

—Hey, Dipper, recuerda que tu madre no sabe nada —Ford me miró serio y se volteó.

  Habría dejado que se marchara de nuevo a su laboratorio, de no ser porque recordé el trato que había hecho con Bill.

—¡Tío Ford! —exclamé con una sonrisa, haciendo que él dejara de ingresar el código en la máquina expendedora y se girara hacia mí— Bill quiere ayudarte con los diarios.

Conociéndome a mí mismo ||BillDip||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora