Capítulo 6

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Esa tarde, mientras Selena y yo salíamos al parqueadero de estudiantes, después 
del último bloque, Liam corría detrás de nosotras. 
—____ espera un momento. 
Nos detuvimos, y me giré para enfrentarlo. 
—¿Sí? 
Se detuvo a unos metros de mí, mirando momentáneamente confundido. 
—¿Algo está mal? —preguntó—. Te ves molesta. 
—No es nad… ¡Auch! —Selena me acababa de dar un fuerte codazo en el costado, y 
luego me dirigió una mirada severa. Suspiré—: De acuerdo, sí, está bien, estoy algo 
molesta, Liam. 
—Mierda, ¿qué hice? 
—Bueno, mi trabajo aquí está hecho, les daré a ambos algo de privacidad. —Selena 
pasó a mi lado y se dirigió hacia su convertible, la vi subir a la cubierta y empujar sus 
largas piernas hasta su pecho. 
—Así que, ¿cuál es el problema? —preguntó, ya tenía puesta su ropa de entrenamiento para la práctica de fútbol. 
Pateé un pedacito de pavimento suelto, un poco más fuerte de lo que lo había previsto, 
se deslizó por todo el estacionamiento, chocándose con un bote de basura, a algunos 
metros más allá, con un ruido sordo. 
—¿No te enseñó tu madre a usar tus palabras? —bromeó 
Le dirigí una mirada severa. 
—Lo… siento —dijo—. Sé que no te gusta hablar sobre… lo siento. —Suspiró y dirigió 
una mano hacia su cabello—. Rebobinemos. ¿Cuál es el problema? ¿Qué hice? Dime. 
—Mira —dije, obligando a las palabras salir de mi boca. Selena estaba en lo correcto. 
Necesitaba abrirme y decirle a Liam cómo me sentía—. Es sólo que… no me siento 
bien siendo tu… —Mis ojos quedaron fijos en mis manos, donde ellas se enrollaban y 
desenrollaban en un estable ritmo cerca de mi cintura—. Consuelo sexual. 
—¿Consuelo sexual? 
—La noche anterior —le recordé—, mi cuarto, me sobornaste con una flores antes de 
abandonarme. Tú estabas ahí, estoy segura que lo recuerdas. 
De repente, la bombilla se prendió sobre su cabeza. 
—¿Qué? ¿Eso? Eso no fue consuelo sexual, nena, solo lo es sino estás con la chica. 
Pero estamos enamorados, así que está bien. 
—No para mí —murmuré—. Dolió, me sentí usada. Estoy cansada de ti, abandonándome por esa estúpida pelea, Liam. Eso en realidad me molestó anoche. 
Ha estado molestándome por un tiempo realmente. 
Miré a mis pies y metí mis manos en mis bolsillos, así pararía de retorcerlas. 
—_____. 
Lo miré.
Liam arrastró los pies y frotó la parte trasera de su cuello con una mano. 
—Está bien, lo siento. No quería que te sintieras de esa manera. ¿Puedo hacer algo 
para compensarte? 
—¿Cómo? 
—Permíteme sacarte el viernes. Como, en una agradable cita. 
—Liam…
—En serio, _____, lo digo en serio. Déjame intentarlo de nuevo, ¿Por favor? 
Suspiré y cambié mi peso de un pie al otro. 
—Bueno, está bien. 
—Genial —dijo, inclinándose y besándome en la mejilla—. Te recogeré a las siete, ¿Si? 
Te arreglas. Iremos a algún lugar agradable. Mamá irá a alguna clase de retiro de 
trabajo, así que tendremos la casa para nosotros por si quieres ir a mi casa luego. 
—Suena bien. 
—Genial, bueno, tengo que llegar a una práctica. Te veré luego. 
Lo dejé darme un beso rápido en los labios antes de que regresara corriendo hacia las 
puertas dobles que dirigían al gimnasio. 
Cuando se había ido, me giré y caminé hacia el auto de Selena. 
—Vámonos —dije, golpeando el capó del convertible negro—. No puedo llegar tarde 
al trabajo. 
Selena bajó del capó mientras yo me subía al asiento del pasajero. 
—Ahora, ____. ¿Fue muy complicado? 
—Sí, pero estoy agradecida de haberlo hecho. Estabas en lo correcto. Es mejor para mí sólo ser honesta con él. 
—¿Cuándo me he equivocado? 
—Bueno, está esa ves el año pasado cuando trataste de convencerme de que Harrison 
Carlyle era hetero dirigiéndote hacia él en la cueva y tratando de… 
—Oye, oye. —Selena alzó una mano para callarme—. No hablamos de esa noche. —
Suspiró—. Debí haberlo sabido cuando me dijo qué clase de shampoo me ayudaría 
con mi frizz. 
—Entonces, si puedes equivocarte. 
—Raramente —dijo—. Y no estaba equivocada en esta situación, así que... —Me 
guiñó y rió—. Es bueno saber que mis distintivos momentos temidos valen la pena. 
Puse los ojos en blanco. 
Encendió el motor y salimos del estacionamiento, dirigiéndonos hacia la librería 
pública Hamilton, donde archivaba libros cada martes y jueves. Como no podía 
permitirme un auto y Liam tenía práctica de fútbol, Selena, por lo general, me daba 
un aventón. 
Así es como Selena y yo hemos empezado a salir, realmente. 
Me escuchó hablar sobre necesitar un aventón en la mesa del almuerzo el año anterior 
y se ofreció a llevarme. Al principio estaba algo nerviosa. Conocía los rumores acerca 
de Selena, y estaba segura de que estar con ella a solas sería totalmente incómodo. 
Como, si su auto estuviera lleno de envolturas de condones o extraños juguetes 
sexuales o algo por el estilo. No es exactamente la clase de chica con la que suelo salir.
Pero la juzgué mal, Selena era muy normal. Escuchaba el top 40 de la radio, quería ver las mismas películas que yo y, aparte de unas cuantas botellas de Coca-Cola dietética en el piso, mantenía su auto bastante limpio. Nada la diferenciaba de cualquiera de las otras chicas en cuyos autos me había montado. Y, honestamente, luego de hablar con ella durante ése primer aventón, me di cuenta de cuanto me agradaba. Selena empezó a llevarme a casa o al trabajo cada tarde, y en pocas semanas, era mi nueva mejor amiga. 
—Viernes, ¿eh? —dijo, mientras acelerábamos pasando el alquiler de películas de la 
calle quinta, con la capota bajada y la radio explotando con una canción vieja de los 
Backstreet boys. 
Estaba como a 32º afuera, normal para finales de agosto, y ya estaba temiendo los días fríos otoño que vendrían muy pronto. 
—¿Estabas escuchando? —pregunté, inconscientemente, abriendo la guantera de la 
manera en la que siempre lo hacía cuando iba en el auto de Selena. 
—Por supuesto, que estaba… ¿y saldrás de ahí? 
—Sólo estoy buscando un CD. 
—No, no lo estás, los estás alfabetizando. —Se acercó y me dio un manotazo en la 
mano y, con un suspiro, cerré el compartimiento—. Así que si el paro empieza lo más 
pronto posible, parece que tu cita va a ser interesante. Pobre Liam, ha conseguido esa 
casa sola y todo. 
—Aún iremos a su casa —dije—. Veremos una película o algo así. 
—Estoy segura de que esa será una alternativa con la que estará emocionado. 
Rió y sacó un cigarrillo de un paquete del tablero. 
—Niall quiere que vaya a su casa el viernes también —dijo, encendiendo y fumando 
un poco—. Le dije que me encantaría, pero el idiota no sabrá que lo golpeo hasta que 
yo me canse. 
—Pudiste sólo haber dicho que no —le dije—. No tenías que decirle que lo harías. 
—¿Qué hay de divertido en eso? —Fumó otro poco de su cigarrillo y sopló el humo a 
través de sus labios color rosa brillante. 
—No se trata de burlarse, ¿lo recuerdas?
—No me burlare de él. —Le dio otro soplo a su cigarrillo—. ¿Qué 
hay de ti?, ¿estás segura de que puedes manejar esto, ____? ¿estar a solas con Liam y no saltar hacia él? O sea, es bastante lindo, ¿serás realmente capaz de decir no? 
—Créeme, estaré bien —dije—. Liam es candente pero no es que él fuera un adonis. 
Se veía escéptica. 
—Lo que tú digas, puede que no sea un Dios del sexo, pero sé qué te gusta. 
Me sonrojé. “Dios, Selena. ¿Podemos no hablar de esto?” 
—¿Qué? —preguntó—. Vamos, si eres lo suficiente madura para tener sexo, deberías 
ser lo suficientemente madura para bromear sobre ello con tu súper fabulosa mejor 
amiga. 
No dije nada sobre eso. 
Paramos en el estacionamiento de la librería y, rápidamente, solté mi cinturón de 
seguridad. 
—Diviértete en el trabajo —dijo Selena. 
La miré mientras ella apagaba su cigarrillo y dejaba la colilla en su cenicero. 
—¿Tu madre no ve esos y se molesta? —tuve que preguntar. 
—Pff, nah, ella me compró el paquete. —Se encogió de hombros y dirigió un ademán 
a la guantera—. Ella juraba que lo había dejado la última vez. Pero luego del divorcio, 
me pidió que saliera y le comprara un paquete. Le dije que podía tener uno si me 
compraba uno a mí también. Pensé que estaría como, "de ninguna manera" o algo, 
pero me lanzó uno de veinte y dijo que estaba bien. 
—Mi padre me mataría —dije. 
—Eh. Tengo dieciocho ahora. Incluso si no le hubiese gustado, no hay mucho que ella 
pueda hacer. —Selena empezó a molestar con la emisora y salió del convertible. 
—Gracias por el aventón. 
—Sabes que no hay problema. Te veo mañana. 
Cerré la puerta del coche mientras me despedía con la mano por encima del hombro 
mientras me dirigía a las escaleras de la entrada del frente. 
Selena, aunque estés completamente loca, yo te quiero.
—Ya era hora. —Jenna chasqueó cuando me dirigía al escritorio de en frente. 
—Estoy cinco minutos temprano —le dije. 
Escogió ignorar esto, por supuesto, y señalo con un dedo el carrito de libros para niños 
junto a ella. 
—Todos esos necesitan ser archivados de inmediato —me informó ella, agitando su 
cabello cereza-rojo encima de sus hombros—. Apresúrate. Hay algunos niños arriba 
ahora. ¿Qué si alguien está buscando alguno de esos libros y no los puede encontrar en el estante? ¡Date prisa! ¡Date prisa! 
Jenna era locamente compulsiva por tener el control. Era mi pareja, una estudiante en 
la Universidad de la Comunidad de Oak Hill, y un real dolor en el culo. Parecía 
agradable por, como, la primera semana que trabajé en la librería, pero había 
aprendido rápidamente que ella tenía serios problemas. Trabajar con Jenna era la 
única parte de este trabajo que yo odiaba. 
Agarré un par de libros de ficción de adultos que habían, accidentalmente, sido puestos en el estante de niños —¡Ja! ¡Jenna podía cometer errores, también!— y los puse en los estantes correctos antes de caminar de regreso a la recepción para agarrar la carretilla, la cual tenía que arrastrar por las escaleras. Juzgando su actitud, Jenna no iba ayudarme a arrastrar la bestia al segundo piso: genial. 
—Oh, por cierto—Jenna dijo, volteándose lejos de su computador y encontrado sus 
ojos—, tienes un nuevo compañero de trabajo. 
—¿Quién? —pregunté. 
—Algún chico de secundaria. —Jenna suspiró. No se estaba molestando por ocultar su 
agitación. Estoy segura de que ella lo veía como otro idiota con el que tenía que tratar. 
Gracioso, realmente. Tanto como ella amaba mandar, pensarías que ella estaría 
emocionada por tener a alguien nuevo bajo su comando. 
—¿Nombre? —insistí. 
—No recuerdo. Pero es ardiente. No dejes que eso te distraiga de trabajar, sin 
embargo. No quiero que se vuelva un problema. 
Puse los ojos en blanco cuando no estaba viendo. 
—Está retrasado —dijo Jenna—. Por dos minutos y medio. No es una buena forma de 
comenzar un trabajo, ¿verdad? 
Estaba a punto de responder cuando las puertas de la librería se abrieron detrás de mí. 
—Perdón por llegar tarde. Tenía que hablar con mi entrenador de fútbol sobre reponer 
la práctica. 
Todo mi cuerpo se puso rígido. Conocía esa voz. 
—Ahí estás —dijo Jenna, moviendo rápidamente su pelo sobre sus hombros de la 
manera más atrevida posible—. De acuerdo. Perdonaré tu falta de puntualidad hay, 
pero no hagas de ello un hábito, por favor. 
¿Lo perdonaría? Jenna no era nuestra jefa. No podía castigarnos o algo así solamente 
porque trabajaba un par de días más a la semana. Ella debía llamarse a sí misma 
"asistente bibliotecaria", pero no era más que otra archivadora. Necesitas un diploma 
para ser bibliotecaria (lo busqué en Google por curiosidad una vez), y ella seguía 
siendo una estudiante. En verdad, la Sra. Coles, la bibliotecaria, era la única con el 
poder para contratar, despedir y castigar. 
—Lo siento —Jenna dijo—. No puedo recordar tu nombre. ¿Cuál es, de nuevo? 
—Harry. 
—Claro. Bien. Harry, esta es ____. Estarán trabajando juntos para mantener este lugar en máximo orden. 
Tuve que evitar ruborizarme mientras me volteaba para enfrentarlo por primera vez 
desde que había caminado en la librería. Estaba molesta por encontrarlo sonriéndome. 
No una astuta sonrisa o una sonrisa de conocimiento, sólo una sonrisa casual. Como si 
él estuviera vagamente feliz de verme. 
—Hola —dijo él. 
—Hola. 
—Ustedes dos dejen de mirarse fijamente y pónganse a trabajar. Tomen esos libros y 
archívenlos en la sección de niños —ordenó Jenna, señalando a la carretilla de 
nuevo—. Arriba. 
—Sé dónde está la sección de niños —le dije. 
—Sin embargo, Harry no. Ahora apúrense. ¿Qué si algún pobre niño pequeño está 
buscando El Conejo de Peluche y no lo puede encontrar porque ustedes chicos se 
tomaron tanto tiempo poniendo esos libros en los estantes? 
Suspiré y agarré uno de los bordes de la carretilla. 
—Elevador —dijo Harry mientras empujaba la carretilla hacia las escaleras. 
—¿Qué? —Lo miré por encima de mi hombro. 
—El elevador —repitió, haciendo ademán hacia la izquierda—. Sabes que hay uno 
aquí, ¿verdad? 
—Um, sí —dije lentamente. Por supuesto que sabía. Yo estaba aquí todo el tiempo. 
Conocía este lugar como la palma de mi mano—. Pero es terrible. Se toma por siempre para llegar al segundo piso. 
—Tal vez —dijo Harry—. Pero esa carretilla va a ser una pesadilla de subir por las 
escaleras. Luce bastante pesada. Usemos el ascensor solamente. 
Tanto como odiaba admitirlo, y pasar cualquier cantidad de tiempo atrapada en un 
espacio encerrado con Harry, en verdad sería más fácil mover los libros hacia arriba en el elevador. ¿Y quién sabe? Tal vez lo habían arreglado. No había usado la cosa en meses. 
—Bien —estuve de acuerdo. 
Harry me ayudó a rodar la carretilla al antiguo y microscópico elevador. Ahora que 
estaba dentro de nuevo, con las puertas cerradas, recordé por qué lo había odiado la 
primera vez. Aparte de ser lento, era tan bien un poco aterrador. 
Mis dedos se tensaron alrededor del asidero de la carretilla mientras el elevador 
temblaba, haciendo horribles sonidos de raspado mientras se deslizaba hacia arriba, a 
paso de tortuga. Por supuesto, mi ansiedad no estaba ayudada por el hecho de que 
Harry estaba parado sólo a unos centímetros lejos de mí, la habitación limitada 
forzándonos incómodamente cerca el uno del otro. 
—¿Entonces… tú y Jenna tienen mucho en común? 
Miré arriba de la carretilla, estrechándole los ojos. 
—¿Qué? 
—Jenna —repitió Harry, como si lo hubiera malinterpretado la primera vez—. Me 
recuerda a ti. 
—¿Cómo? 
—No lo sé. Solamente me recuerda a ti. Ambas son como maníacas del control, no de 
una mala manera o algo así, pero… ¿no lo has notado? 
—No. —Se encogió de hombros.
—Tal vez soy solamente yo, entonces. Pero ella en verdad me recuerda a ti. Simplemente recordé cuando estábamos hablando en esa fiesta en el verano, que dijiste que tenías algo por el orden y… —se detuvo. Podía sentir el calor alzándose en mi rostro cuando mencionó esa noche—. De todos modos —continuó—. Ella se parece mucho a ti. 
Me concentré fuertemente en mantener mi replica suave, libre de cualquier emoción. 
—Acabas de conocerla —le recordé—. Y en verdad, no me conoces así de bien, así que no puedes hacer comparaciones. Especialmente no entre Jenna y yo. No soy nada 
como Jenna. 
—¿Estás segura de eso? —se burló, dándome un codazo a modo de juego. 
Flirteando, de la forma como lo hacía con todas las chicas. 
A pesar de su nombre merecedor de un romance de novela, Harry Styles no era nada 
más que un hombre destacado. Habíamos ido a la misma escuela desde el jardín de 
infancia, y en todos estos años, nunca había tenido una novia. Demonios, hasta 
donde yo sabía, él ni siquiera se había besado nunca con una chica. Pero era un 
coqueto. Selena lo llamaba "el último coqueto" porque era apuesto, amigable, y 
encantador, y calentaba a todas las chicas pero nunca perseguía a ninguna de ellas. 
No entendía por qué estaba bien para Harry flirtear con cada chica que conocía y nunca se comprometía con ninguna de ellas cuando, si una chica hiciera lo mismo, los chicos la llamarían calienta huevos. Los chicos eran tan patanes. 
—Estoy segura —respondí, probablemente con más de un poco de mi voz de lo que 
era justo, pero me molestó que él me estuviera comparando con mi peor enemiga, y 
me molestaba incluso más que él tuviera las agallas para flirtear conmigo. 
El elevador ya no parecía estar moviéndose, pero las puertas no se habían abierto 
tampoco. Pinché el botón de nuevo, y se lanzó hacia arriba, como si el artefacto se 
hubiera parado entre los pisos, olvidando moverse. Esto no podía ser seguro. 
—¿Estás bien? —Harry preguntó. 
—Sí. Solamente quiero salir de esta cosa. 
De repente, su mano estaba encima de la mía, y me di cuenta que había estado 
golpeando mis nudillos contra la carretilla de libros. 
—No estés nerviosa —dijo, apretando suavemente. 
Lo miré, sorprendida de que encontrara preocupación en sus ojos. 
—Debería haberte preguntado si eras claustrofóbica. 
—Yo… ¿qué? 
—¿No es por eso que eres una bola de estrés en este momento y no quieres usar el 
elevador? Mi primo es igual. 
—Um… sí. Claro. Eso es. 
—Perdón. No debería haberte hablado para hacer esto.
—Estaré bien —dije, y a pesar de todo, no pude evitar soltar una pequeña risita. 
—Bueno, casi listo —dijo Harry—. Parece como si las puertas estuvieran a punto de 
abrirse. 
Y seguro, lo hicieron. El ruidoso elevador chilló mientras finalmente se detenía en el 
segundo piso y las puertas de metal se deslizaban hacia los lados. Harry quitó su mano 
de la mía, se sintió como un pequeño pinchazo en el corazón, y empujamos la 
carretilla hacia afuera, hacia el piso. 
—Bueno, comienza a archivar —dije, tratando de recomponer mi compostura—. 
Alguien debe estar buscando uno de esos. 
—¿Cómo Conejito de Peluche? —Harry sonrió y recogió uno de los libros de dibujos. 
Abrí mi boca para discutir que yo no era como Jenna, pero Harry volteó esos ojos 
verdes hacia mí y sentí que me empezaba a derretir un poco. Negué con la cabeza, 
riéndome contra mi mejor juicio. 
—Touché —dije. 
Agarró un par de libros y caminó hacia uno de los estantes, sonriéndome mientras 
pasaba. Sonreí de vuelta, luego me reprendí por ello. Me había tomado casi un año 
relajarme alrededor de Randy, y algunas veces todavía seguía siendo un reto. No 
debería haber sido tan fácil con Harry. 
Tan rápido como había aparecido, mi sonrisa se fue.

♡Shutout (Harry Styles, Liam Payne y tú) ♡Where stories live. Discover now