Dos jóvenes sentados uno frente al otro en un restaurante. La pelirroja le murmuró al mesero "Lo de siempre" y el ojiverde se revolvió el cabello, la chica lo miró expectante.
— ¿Y bien?
— Es una tontería
— La última vez que dijiste eso casi nos cuesta el cuello. —Lo miró impasible, él levantó la cabeza en un gesto suplicante.
— Voy a ser padre. —Ella solo lo observó un momento y salió del local sin decir nada.
Annie nunca se imaginó que en su vida habría lugar para una pequeña criatura rechoncha y colorada, mucho menos que a aquel chico distante, y hasta descarado, se le iluminaría el rostro al verla.
No comprende cómo esos dos se ven tan felices teniendo que cuidar a un ser que no puede hacer nada por sí mismo. Tampoco le parece lógico que discutan si tiene los ojos del uno o las orejas del otro. Pero lo que tiene menos sentido es el hecho de que ella esté allí contemplando la escena y escuchando cómo Miles le pide, o casi le suplica, que cuide al pequeño un rato mientras ellos salen. Ella y un bebé solos en una casa...eso no puede estar bien, pero ya en peores problemas se ha metido por no saber cómo decirle que no al rubio.
Mil recomendaciones de la madre adornadas con la recurrente frase "Si ocurre algo solo llámanos y estaremos aquí enseguida"; un beso en la mejilla del padre mientras arrastra al manojo de nervios de su pareja. La puerta se cierra y solo quedan ella y la cosa rechoncha en la otra habitación.
Suspira y se dirige a la cuna, observa su interior un momento, unos grandes ojos verdes le devuelven la mirada, odia admitirlo pero esos ojos los reconocería en cualquier lado, son idénticos a los de su padre.
— Hola nene —comienza a hablarle como ha oído en las películas—. Soy tía Annie, papá me pidió que te cuidara un rato mientras él y mamá salen. —El bebé sonríe, Annie no puede evitar sentir culpa, es tan inocente, no tiene idea de cómo es ella realmente, que le desagradan los bebés y los niños, la mayoría de los hombres le parecían bastardos y las mujeres muñecas insulsas. Como diría Miles: "Odia a toda la humanidad menos a mí y a las personas que no recuerda".
No son realmente hermanos, pero siempre se han considerado así; desde que recuerda han estado juntos, aunque quizás eso no sea tanto, por alguna razón no recuerda nada antes de los doce años y por ese entonces ya se había aislado del resto de la humanidad.
El bebé empieza a llorar, lo carga con mucho cuidado, aunque no signifique nada para ella si es importante para Miles lo cuidará con su vida. Lo acuna en sus brazos y se mueve cantando alguna canción que escuchó en la radio, no es de cuna, pero espera que no note la diferencia.
El llanto continúa, deja al bebé y se dirige a la cocina a calentar la fórmula, se asegura de que no se le ha ido la mano y vuelve a cargar a su sobrino e intenta darle el biberón torpemente. El niño se tranquiliza luego de que finalmente logra ingerir algo. Más tarde llega el momento de cambiar el pañal, una experiencia que quedará marcada en su memoria como la más repugnante de su vida.
La noche transcurre entre llantos y consuelos que realiza mecánicamente. Cuando los padres regresan la encuentran con la mirada perdida de pie junto a la cuna, donde el bebé duerme pacíficamente. La angustiada madre corre a revisar el estado del pequeño mientras los hermanos salen a la sala.
— Dime ¿Qué se siente?
— ¿Qué se siente de qué?
— Saber que tú creaste a esa cosa y que tiene parte de ti —dice con tono indiferente, el rubio sonríe, para la mayoría sería un insulto que hablaran así de su hijo pero él la conoce demasiado y viendo sus ojos se da cuenta de que le ha tomado cariño.
ESTÁS LEYENDO
Algo de Ternura
General FictionDos jóvenes sentados uno frente al otro en un restaurante. La pelirroja le murmuró al mesero "Lo de siempre" y el ojiverde se revolvió el cabello, la chica lo miró expectante. - ¿Y bien? - Es una tontería - La última vez que dijiste eso casi nos cue...